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Los niños cuentistas

¿Cuándo crecen los niños cuentistas? Afortunadamente nunca

 

@SoyJuanette

Esta historia comienza hace casi 40 años. El suplemento infantil Tricolor de la Editorial Cadena Capriles, organizó un concurso de cuentos navideños entre todos los colegios de Caracas. La idea era que cada una de las escuelas seleccionara algunos escritos; los clasificados se presentarían en el certamen de la ciudad cuyo premio mayor estaba compuesto por libros de infantiles, juegos didácticos y un premio metálico de 5 bolívares para el ganador.

Carlitos y El árbol de Navidad

Corría el año 1985, y uno de los cuentos clasificados para representar al Instituto Técnico Jesús Obrero, ubicado en el barrio 23 de Enero, fue El árbol de Carlitos, escrito por el niño de 6 años “Juancito” Fernández. Eran tiempos de máquinas de escribir y correo postal. El email era algo que solo veíamos posible en las películas de ciencia ficción.

Obviamente recibí ayuda de mi madre, pues yo solo tenía 6 años. ¿Cómo me ayudó? Me contó el cuento De cómo Panchito Mandefuá cenó con el Niño Jesús, escrito por José Rafaél Pocaterra. Así que, inspirados por Panchito, entre los dos fuimos construyendo la historia de Carlitos, un niño muy pobre que vivía en un barrio de Caracas y que ayudaba a cubrir los gastos de su casa limpiando botas. Eso sí, cuando no limpiaba zapatos, estudiaba (porque para mi madre, los estudios no podían faltar).

Una tarde, mientras Carlitos iba caminando por las Torres de El Silencio, se topó con un enorme árbol de Navidad y, a los pies de este, muchos regalos. El niño llegó a su casa y le contó a su mamá lo que había visto. Pero, en lugar de alegrarla, la mujer se puso triste, pues sabía que no podían tener una Navidad alegre, pues apenas tenían para comer. Sin embargo, la noche antes de Navidad Carlitos le escribió una carta al Niño Jesús pidiéndole que les trajera el arbolito.

Al día siguiente la madre de Carlitos lo despertó llorando de felicidad, porque en el medio de la sala de su humilde ranchito había un arbolito full de luces y regalos. Ese es el resumen de uno de los cuentos ganadores del concurso.

Aunque no gané los 5 bolívares, sí me dieron un juego de memorias (sí la memoria no me falla, no la del juego sino la mía). Pero el mejor premio de todos fue que descubrí que podías ganar cosas contando historias. Igual, unos 30 años después La Cadena Capriles me dio empleo, por lo que al final gané más de 5 “bolos”, pero eso se los cuento otro día. 

¿Qué piensan los niños de Sarmiento?

En paralelo al cuento de Carlitos y el Árbol de Navidad, se estaba desarrollando otra historia, pero ya no en Caracas, sino a más de 8000 Km: en Argentina, también en 1985. Resulta que la “Caja Nacional de Ahorro y Seguro” organizó un concurso literario cuya consigna era “Qué piensan los chicos de hoy sobre Sarmiento”. Refiriéndose a Domingo Faustino Sarmiento, conocido como el padre de la educación argentina.

Fue así como una niña, bajo el seudónimo “Mafalda” escribió un texto contestando la premisa, hizo 3 copias y lo mandó por correo a la dirección indicada. Varios meses después el director de su escuela le comunicó a la niña que había ganado el concurso.

Esa fue la primera vez que “Mafalda” viajó en avión, pues, asistió al acto por el centenario de Sarmiento en la Provincia de San Juan. Pero no solo eso, recibió un diploma y la medalla conmemorativa de manos del presidente de entonces, Dr. Raúl Alfonsín.

Los niños cuentistas

Una tarde de agosto, de esos jueves que tocó ir hasta mi oficina de la Av. Córdoba, decidí volver caminando por Corrientes, y mis pasos me llevaron hasta El Cultural San Martín. Esa fue la primera vez que me crucé con “Mafalda”. 

Estaba caminando por el lugar cuando mi vista se desvió hasta una instalación artística que llamaba al cuidado del planeta. Me acerqué porque me pareció imponente. Y, sin darme cuenta, quedé en medio de la presentación de un libro: el de Mafalda.

Fue un momento incomodo porque me atravesé entre ella y los asistentes, mientras “Mafalda” daba su discurso. Pero ella no se enojó, más bien la hice reír. Tras el bautizo del libro, me acerqué y le pedí disculpas; pero la chica no solo me las aceptó, sino que terminamos celebrando junto a su grupo de amigos en la mítica pizzería Bancheros de Corrientes y Talcahuano.

Después de ese encuentro nos seguimos viendo, y en aquellas reuniones, descubrimos muchas cosas acerca de los niños cuentistas, es decir, de nosotros:

  • Nos gusta el cine, al tal punto que no nos conformamos con verlo, sino que necesitamos trabajar (y divertirnos) contando y produciendo historias en formatos audiovisuales.
  • Ambos publicamos al menos un libro.
  • Somos idealistas, no nos gustan las injusticias y mucho menos la desigualdad.
  • Amamos “porteñar” es decir, recorrer y descubrir los lugares maravillosos de Buenos Aires.
  • Para nosotros es fundamental cuidar el planeta.
  • Nos gusta la música.
  • Aprendimos a disfrutar de la soledad, aunque sabemos que, con la compañía ideal, la vida es más colorida.
  • Pero lo más importante es que encontramos respuesta a una pregunta que nos hacen todo el tiempo: ¿cuándo crecen los niños cuentistas? Afortunadamente nunca.

Porque, como decía José Saramago, “La vejez empieza cuando se pierde la curiosidad”.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

¿Cuándo crecen los niños cuentistas? Afortunadamente nunca

 

@SoyJuanette

Esta historia comienza hace casi 40 años. El suplemento infantil Tricolor de la Editorial Cadena Capriles, organizó un concurso de cuentos navideños entre todos los colegios de Caracas. La idea era que cada una de las escuelas seleccionara algunos escritos; los clasificados se presentarían en el certamen de la ciudad cuyo premio mayor estaba compuesto por libros de infantiles, juegos didácticos y un premio metálico de 5 bolívares para el ganador.

Carlitos y El árbol de Navidad

Corría el año 1985, y uno de los cuentos clasificados para representar al Instituto Técnico Jesús Obrero, ubicado en el barrio 23 de Enero, fue El árbol de Carlitos, escrito por el niño de 6 años “Juancito” Fernández. Eran tiempos de máquinas de escribir y correo postal. El email era algo que solo veíamos posible en las películas de ciencia ficción.

Obviamente recibí ayuda de mi madre, pues yo solo tenía 6 años. ¿Cómo me ayudó? Me contó el cuento De cómo Panchito Mandefuá cenó con el Niño Jesús, escrito por José Rafaél Pocaterra. Así que, inspirados por Panchito, entre los dos fuimos construyendo la historia de Carlitos, un niño muy pobre que vivía en un barrio de Caracas y que ayudaba a cubrir los gastos de su casa limpiando botas. Eso sí, cuando no limpiaba zapatos, estudiaba (porque para mi madre, los estudios no podían faltar).

Una tarde, mientras Carlitos iba caminando por las Torres de El Silencio, se topó con un enorme árbol de Navidad y, a los pies de este, muchos regalos. El niño llegó a su casa y le contó a su mamá lo que había visto. Pero, en lugar de alegrarla, la mujer se puso triste, pues sabía que no podían tener una Navidad alegre, pues apenas tenían para comer. Sin embargo, la noche antes de Navidad Carlitos le escribió una carta al Niño Jesús pidiéndole que les trajera el arbolito.

Al día siguiente la madre de Carlitos lo despertó llorando de felicidad, porque en el medio de la sala de su humilde ranchito había un arbolito full de luces y regalos. Ese es el resumen de uno de los cuentos ganadores del concurso.

Aunque no gané los 5 bolívares, sí me dieron un juego de memorias (sí la memoria no me falla, no la del juego sino la mía). Pero el mejor premio de todos fue que descubrí que podías ganar cosas contando historias. Igual, unos 30 años después La Cadena Capriles me dio empleo, por lo que al final gané más de 5 “bolos”, pero eso se los cuento otro día. 

¿Qué piensan los niños de Sarmiento?

En paralelo al cuento de Carlitos y el Árbol de Navidad, se estaba desarrollando otra historia, pero ya no en Caracas, sino a más de 8000 Km: en Argentina, también en 1985. Resulta que la “Caja Nacional de Ahorro y Seguro” organizó un concurso literario cuya consigna era “Qué piensan los chicos de hoy sobre Sarmiento”. Refiriéndose a Domingo Faustino Sarmiento, conocido como el padre de la educación argentina.

Fue así como una niña, bajo el seudónimo “Mafalda” escribió un texto contestando la premisa, hizo 3 copias y lo mandó por correo a la dirección indicada. Varios meses después el director de su escuela le comunicó a la niña que había ganado el concurso.

Esa fue la primera vez que “Mafalda” viajó en avión, pues, asistió al acto por el centenario de Sarmiento en la Provincia de San Juan. Pero no solo eso, recibió un diploma y la medalla conmemorativa de manos del presidente de entonces, Dr. Raúl Alfonsín.

Los niños cuentistas

Una tarde de agosto, de esos jueves que tocó ir hasta mi oficina de la Av. Córdoba, decidí volver caminando por Corrientes, y mis pasos me llevaron hasta El Cultural San Martín. Esa fue la primera vez que me crucé con “Mafalda”. 

Estaba caminando por el lugar cuando mi vista se desvió hasta una instalación artística que llamaba al cuidado del planeta. Me acerqué porque me pareció imponente. Y, sin darme cuenta, quedé en medio de la presentación de un libro: el de Mafalda.

Fue un momento incomodo porque me atravesé entre ella y los asistentes, mientras “Mafalda” daba su discurso. Pero ella no se enojó, más bien la hice reír. Tras el bautizo del libro, me acerqué y le pedí disculpas; pero la chica no solo me las aceptó, sino que terminamos celebrando junto a su grupo de amigos en la mítica pizzería Bancheros de Corrientes y Talcahuano.

Después de ese encuentro nos seguimos viendo, y en aquellas reuniones, descubrimos muchas cosas acerca de los niños cuentistas, es decir, de nosotros:

  • Nos gusta el cine, al tal punto que no nos conformamos con verlo, sino que necesitamos trabajar (y divertirnos) contando y produciendo historias en formatos audiovisuales.
  • Ambos publicamos al menos un libro.
  • Somos idealistas, no nos gustan las injusticias y mucho menos la desigualdad.
  • Amamos “porteñar” es decir, recorrer y descubrir los lugares maravillosos de Buenos Aires.
  • Para nosotros es fundamental cuidar el planeta.
  • Nos gusta la música.
  • Aprendimos a disfrutar de la soledad, aunque sabemos que, con la compañía ideal, la vida es más colorida.
  • Pero lo más importante es que encontramos respuesta a una pregunta que nos hacen todo el tiempo: ¿cuándo crecen los niños cuentistas? Afortunadamente nunca.

Porque, como decía José Saramago, “La vejez empieza cuando se pierde la curiosidad”.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

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¿Cuándo crecen los niños cuentistas? Afortunadamente nunca

 

@SoyJuanette

Esta historia comienza hace casi 40 años. El suplemento infantil Tricolor de la Editorial Cadena Capriles, organizó un concurso de cuentos navideños entre todos los colegios de Caracas. La idea era que cada una de las escuelas seleccionara algunos escritos; los clasificados se presentarían en el certamen de la ciudad cuyo premio mayor estaba compuesto por libros de infantiles, juegos didácticos y un premio metálico de 5 bolívares para el ganador.

Carlitos y El árbol de Navidad

Corría el año 1985, y uno de los cuentos clasificados para representar al Instituto Técnico Jesús Obrero, ubicado en el barrio 23 de Enero, fue El árbol de Carlitos, escrito por el niño de 6 años “Juancito” Fernández. Eran tiempos de máquinas de escribir y correo postal. El email era algo que solo veíamos posible en las películas de ciencia ficción.

Obviamente recibí ayuda de mi madre, pues yo solo tenía 6 años. ¿Cómo me ayudó? Me contó el cuento De cómo Panchito Mandefuá cenó con el Niño Jesús, escrito por José Rafaél Pocaterra. Así que, inspirados por Panchito, entre los dos fuimos construyendo la historia de Carlitos, un niño muy pobre que vivía en un barrio de Caracas y que ayudaba a cubrir los gastos de su casa limpiando botas. Eso sí, cuando no limpiaba zapatos, estudiaba (porque para mi madre, los estudios no podían faltar).

Una tarde, mientras Carlitos iba caminando por las Torres de El Silencio, se topó con un enorme árbol de Navidad y, a los pies de este, muchos regalos. El niño llegó a su casa y le contó a su mamá lo que había visto. Pero, en lugar de alegrarla, la mujer se puso triste, pues sabía que no podían tener una Navidad alegre, pues apenas tenían para comer. Sin embargo, la noche antes de Navidad Carlitos le escribió una carta al Niño Jesús pidiéndole que les trajera el arbolito.

Al día siguiente la madre de Carlitos lo despertó llorando de felicidad, porque en el medio de la sala de su humilde ranchito había un arbolito full de luces y regalos. Ese es el resumen de uno de los cuentos ganadores del concurso.

Aunque no gané los 5 bolívares, sí me dieron un juego de memorias (sí la memoria no me falla, no la del juego sino la mía). Pero el mejor premio de todos fue que descubrí que podías ganar cosas contando historias. Igual, unos 30 años después La Cadena Capriles me dio empleo, por lo que al final gané más de 5 “bolos”, pero eso se los cuento otro día. 

¿Qué piensan los niños de Sarmiento?

En paralelo al cuento de Carlitos y el Árbol de Navidad, se estaba desarrollando otra historia, pero ya no en Caracas, sino a más de 8000 Km: en Argentina, también en 1985. Resulta que la “Caja Nacional de Ahorro y Seguro” organizó un concurso literario cuya consigna era “Qué piensan los chicos de hoy sobre Sarmiento”. Refiriéndose a Domingo Faustino Sarmiento, conocido como el padre de la educación argentina.

Fue así como una niña, bajo el seudónimo “Mafalda” escribió un texto contestando la premisa, hizo 3 copias y lo mandó por correo a la dirección indicada. Varios meses después el director de su escuela le comunicó a la niña que había ganado el concurso.

Esa fue la primera vez que “Mafalda” viajó en avión, pues, asistió al acto por el centenario de Sarmiento en la Provincia de San Juan. Pero no solo eso, recibió un diploma y la medalla conmemorativa de manos del presidente de entonces, Dr. Raúl Alfonsín.

Los niños cuentistas

Una tarde de agosto, de esos jueves que tocó ir hasta mi oficina de la Av. Córdoba, decidí volver caminando por Corrientes, y mis pasos me llevaron hasta El Cultural San Martín. Esa fue la primera vez que me crucé con “Mafalda”. 

Estaba caminando por el lugar cuando mi vista se desvió hasta una instalación artística que llamaba al cuidado del planeta. Me acerqué porque me pareció imponente. Y, sin darme cuenta, quedé en medio de la presentación de un libro: el de Mafalda.

Fue un momento incomodo porque me atravesé entre ella y los asistentes, mientras “Mafalda” daba su discurso. Pero ella no se enojó, más bien la hice reír. Tras el bautizo del libro, me acerqué y le pedí disculpas; pero la chica no solo me las aceptó, sino que terminamos celebrando junto a su grupo de amigos en la mítica pizzería Bancheros de Corrientes y Talcahuano.

Después de ese encuentro nos seguimos viendo, y en aquellas reuniones, descubrimos muchas cosas acerca de los niños cuentistas, es decir, de nosotros:

  • Nos gusta el cine, al tal punto que no nos conformamos con verlo, sino que necesitamos trabajar (y divertirnos) contando y produciendo historias en formatos audiovisuales.
  • Ambos publicamos al menos un libro.
  • Somos idealistas, no nos gustan las injusticias y mucho menos la desigualdad.
  • Amamos “porteñar” es decir, recorrer y descubrir los lugares maravillosos de Buenos Aires.
  • Para nosotros es fundamental cuidar el planeta.
  • Nos gusta la música.
  • Aprendimos a disfrutar de la soledad, aunque sabemos que, con la compañía ideal, la vida es más colorida.
  • Pero lo más importante es que encontramos respuesta a una pregunta que nos hacen todo el tiempo: ¿cuándo crecen los niños cuentistas? Afortunadamente nunca.

Porque, como decía José Saramago, “La vejez empieza cuando se pierde la curiosidad”.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

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