Los criterios de una estructura gubernamental corrupta no pudieron estropear un proceso en el cual la UCV se dispuso a “vencer las sombras”
Alain Peyrefitte asintió que “no se puede mirar el fondo de la actualidad, sin mirar antes el fondo de la historia”. Por eso, esta disertación busca revivir la palabra escrita, apegada al “sueño encendido de Vargas” cuando destacaba que en la Universidad Central de Venezuela se encendió la luz. Esta vez se hizo con el proceso electoral cumplido.
Al distinguir tan ejemplar evento en la brevedad de estas líneas, despunta el sentimiento ucevista. Particularmente, al resaltar que su claustro hizo ver que lo alcanzado fue propio de la “Casa que vence las sombras”.
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Los criterios de una estructura gubernamental corrupta no pudieron estropear un proceso en el cual…
La UCV volvió a lucir su “traje de moza” al adornarse “con brisa de mar”. Al asomar estas frases enroladas en el canto del himno universitario, se abren los caminos para que el resto de las universidades autónomas, críticas y públicas, emulen el ejemplo de la primera casa de estudios superiores cimentada sobre la “tierra de gracia”.
Algo de historia universitaria
La cita de Peyrefitte valida la necesidad de acudir a la historia para entender las dificultades que siempre han asediado la Universidad autónoma. La autonomía académica-universitaria precisa de la libertad necesaria para construir conocimientos y arraigar saberes con la amplitud que compromete el proceso enseñanza-aprendizaje. Esa necesidad exige una organización que garantice la funcionalidad de una institución acorde con los cambios que operan en ella.
Por tan importantes razones, la historia de la Universidad, en todas las situaciones donde ha buscado actuar como palanca del desarrollo de urbes ávidas de crear, divulgar y cultivar saberes y conocimientos, da cuenta de cómo ha sido apaleada por regímenes disfrazados de sistemas políticos demócratas.
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Las primeras universidades aparecidas en la palestra pública no escaparon de ser víctimas de gobiernos cercados por el egoísmo y la envidia. Resentimientos causados al ver cómo entre maestros y estudiantes descorrían las cortinas de escenarios falseados. O espacios donde se encubrían realidades en perjuicio de las verdades que comenzaron a develar el estudio de las ciencias, las tecnologías, las artes y las humanidades.
Esas realidades reconocieron la necesidad de renovar los cuadros de maestros responsables de coordinar, organizar, supervisar y evaluar el funcionamiento universitario. Sobre todo, al momento de determinar cambios que influían en las guías pedagógicas y didácticas que fijaban el orden seguido por los procesos enseñanza-aprendizaje.
Asimismo, al advertir la competitividad que comenzaba a darse entre universidades. Ello obligó a pautar cambios cuya potestad de inducirlos y acometerlos, quedaba bajo la responsabilidad de quienes eran seleccionados para decidirlos.
Fue así como la historia de la Universidad recorrió parajes que describen cómo ellas comenzaron a reconocer la necesidad de cambios que comprometían nuevas directrices organizacionales, administrativas y ejecutivas. Así el tiempo, justificó la necesidad de remozar los cuadros directivos académicos.
Quizás los hechos que incidieron con mayor fuerza en reconocer la inminencia de cambiar a quienes dirigían y motivaban la dinámica académica, fueron los acontecidos en el seno de universidades inglesas y francesas. Luego, las universidades norteamericanas. Aunque la renovación de las respectivas autoridades, en principio fueron competencia de la autoridad política o eclesiástica que tuviera mayor injerencia a lo interno de la universidad.
No fue sino hasta 1918 en Córdoba, Argentina, donde se forjó la reforma que configuró un nuevo ordenamiento del ejercicio universitario. Así se adoptó la institucionalidad democrática como criterio electoral universitario. Los intereses políticos movilizaron a estudiantes, empleados, obreros y profesores. Ello obligó a considerar propuestas importantes que le valieron a la Universidad latinoamericana acogerse a lo que en esencia inspiraba el concepto de autonomía.
Revalidación de la autonomía universitaria
Luego de trascender por un largo período oscuro que afectó la Universidad venezolana, la inercia de una dinámica política cultivada bajo las sombras del autoritarismo socialista en lo que ha corrido del siglo XXI, provocó las reacciones necesarias que activaron protestas y avivaron decisiones que no tuvieron vuelta atrás.
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No fue fácil para la UCV lograr la convocatoria de sus elecciones de autoridades y gobierno universitario. Ello demandó un esfuerzo importante. Su costo estrujó procesos de distinta índole. Incluso, problemas de diferente factura. Pero la disposición y voluntad de validar la autonomía, como la describe la Constitución de la República en cuanto a “principio y jerarquía”, se hizo conciencia en cada miembro de la comunidad universitaria.
Los criterios de una estructura gubernamental corrupta, no pudieron estropear el llamado universitario a consolidar una Universidad Central de Venezuela que le devolvió la fisonomía de ser la “Casa que vence las sombras”.
Asimismo, la próxima reconstrucción de procesos de enseñanza-aprendizaje que bien compaginarán las exigencias de un mundo convulsionado por realidades definidas ante nuevas fuentes y expresiones del poder político y económico, con los recursos a partir de los cuales se edificará una ciudadanía capaz de potenciar el conocimiento adquirido académicamente. En función del desarrollo y bienestar de las comunidades donde cada profesional universitario circunscribe sus proyectos de vida.
En virtud de lo prescrito por la dinámica universitaria encausada por el proceso eleccionario recién vivido y convertido en fuente de inspiración para lo que deberá ser la transformación de las estructuras económicas y sociales nacionales, apegadas a un remozado Estado democrático y social de derecho y de justicia, vale gritar a los cuatro vientos que la UCV encendió una luz.
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