Cuidado con sobrevalorar el “Efecto Chevron” - Runrun
Cuidado con sobrevalorar el “Efecto Chevron”
Hay argumentos razonables para el escepticismo sobre el «Efecto Chevron» como prueba inequívoca de que las sanciones deben ser eliminadas en su totalidad cuanto antes

 

@AAAD25

Todo aquel que vio Jojo Rabbit, la maravillosa película de Taika Waititi, ha de recordar a un personaje secundario, amigo del protagonista. Se trata de un niño simpático, uno de cuyos parlamentos se volvió un meme instantáneo: “Definitivamente no es un buen momento para ser alemán”. La vigencia de las mutaciones del enunciado depende de la situación de cada país. Por supuesto, en Venezuela está especialmente vigente. Sobre todo, si se es un venezolano interesado en la restauración de la democracia y el Estado de derecho.

Da pena que lo que marque la pauta de la política nacional sea, por un lado, unas elecciones no democráticas a las que la oposición no se ve para nada preparada para acudir y, por el otro, un diálogo en el que el chavismo no está dispuesto a hacer concesiones que comprometan su hegemonía. Las fuerzas opositoras están en una posición muy débil (triste oxímoron), pues las sanciones internacionales sobre la elite gobernante, sobre todo las de Estados Unidos, son lo único con lo que cuenta para presionar.

Es bien sabido, y se ha discutido con frecuencia en esta columna, que una parte importante de la sociedad venezolana, o de la minoría que sigue muy interesada en nuestra política, está en contra de las sanciones, a las que atribuye un agravamiento de la debacle económica. Este año un cambio en la política norteamericana hacia Venezuela les brindó un hito que, dicen ellos, demuestra el acierto de su objeción. Fue cuando el Departamento del Tesoro autorizó a la petrolera Chevron para que extraiga y exporte crudo venezolano, aunque sea de la mano de una Pdvsa sancionada.

Los que, en cambio, defienden las sanciones, no deberían negar lo que viene a continuación, pues los economistas más respetados del país lo han indicado. Y es que la entrada de dólares de esas ventas de crudo ha servido para alimentar el mercado oficial de divisas. De esa manera, quedó más satisfecha la demanda de billetes verdes, se hizo menos necesario recurrir al mercado paralelo y el tipo de cambio se mantuvo estable por al menos tres meses, conteniendo así una inflación que el año pasado se desató de nuevo hasta niveles alarmantes.

Este es el “¡Te lo dije!” de los detractores de las sanciones. Siguiendo una lógica proporcional, argumentan que un retiro pleno de las mismas significará más exportaciones de petróleo, más dólares y menos inflación. No estoy de acuerdo con esa certeza. Creo que, precisamente por lo limitado que ha sido el alivio de las medidas punitivas, más bien es un incentivo para prolongar el actual sistema económico caracterizado por una liberalización parcial, sin duda muy defectuosa y opaca, pero preferible a su predecesor, el cuasi estalinismo caribeño de los controles rígidos. Aquel que nos llevó a la etapa más tenebrosa de la crisis.

Como he dicho hasta el cansancio, a mi juicio el chavismo no abandonó aquel sistema porque de pronto tomó los libros de Friedrich Hayek y Milton Friedman y descubrió las virtudes del libre mercado. No, lo hizo por pura supervivencia. Años de rapiña redujeron inmensamente la capacidad del Estado para generar riqueza a la elite gobernante y a quienes la mantienen en el poder mediante la coacción armada y en contra de la voluntad ciudadana. Las sanciones aceleraron ese proceso. Como fuente alternativa de riqueza estaba el sector privado, también devastado pero libre de sanciones. De ahí se podía obtener nuevos ingresos por vía fiscal, pero había que darle un respiro para que produjera, en primer lugar. Esa es la razón del retiro de controles y también de la voracidad impositiva que hemos visto en los últimos años.

Si las sanciones desaparecen del todo, veo un riesgo inmenso de que el chavismo use el nuevo ingreso para dar marcha atrás a las agujas del reloj.

O sea, para intentar regresar a un orden económico en el que la elite gobernante no necesita de un empresariado privado, aunque sea mínimamente pujante. No me digan que es inconcebible, porque ya pasó antes. Ya está bueno de fingir demencia sobre la más que verificada disposición de este gobierno a sacrificar el bienestar colectivo hasta profundidades abismales con tal de que sus capitostes se lucren de forma obscena. No sé cuántas veces escuché durante la década pasada en entrevistas radiofónicas a varias de las mentes más brillantes del país en materia económica alertando sobre la inminencia de una catástrofe sin precedentes, pero depositando alguna fe en que el prospecto de semejante horror llevaría a Miraflores a evitarlo. La maldad no es cuantificable.

Pero no hemos llegado al punto que temo porque, repito, la relajación de sanciones es demasiado restringida como para permitirlo. De manera que hay argumentos razonables para el escepticismo sobre el “Efecto Chevron” como prueba inequívoca de que las sanciones deben ser eliminadas en su totalidad cuanto antes. Ni siquiera me parece seguro que esos nuevos dólares van a permitir al gobierno correr la arruga por tiempo indefinido, porque no son lo único que incide en la estabilidad cambiaria y en los precios en anaqueles.

La otra cara de esa moneda es el gasto público, el cual el gobierno contrajo considerablemente, pero sin garantía de que se mantenga así. De hecho, cada cierto tiempo hay algún repunte. Puede que todavía sea temprano para juzgar los efectos del aumento del Cestaticket y de los “bonos de guerra económica” decretado por Nicolás Maduro el Día del Trabajador, pero por lo menos merece atención el hecho de que al poco tiempo el dólar volvió a subir, rompiendo el equilibrio de aproximadamente Bs 25 que se prolongó por tres meses. He aquí otro hecho que veo incontestable: bajo este gobierno, la inseguridad económica será una constante.

Eso me lleva de vuelta a las consideraciones políticas. Un cambio en las más altas esferas del poder es urgente, tarea que encomendamos a la dirigencia opositora. Si, insisto, en este momento las sanciones son su única herramienta de presión, ¿acaso borrarlas de un plumazo no dejará a la oposición más débil aun? ¿De qué otra manera podría conseguir en cualquier mesa de negociación, por ejemplo, garantías para las elecciones por venir?

La presión internacional no ha logrado su objetivo de forzar una negociación real, en la que chavismo y oposición pacten una transición. Pero es que nunca pudo hacerlo en solitario. Reafirmo mi opinión de que para ello tendría que ser combinada con presión interna (i.e. movilización ciudadana). Por desgracia, no tenemos eso y no hay señales de que pronto lo tendremos. No me parece nada sensato agravar las flaquezas de la oposición y de paso poner en peligro un orden económico que (cómo duele admitirlo) es tal vez el mejor con el que podamos contar bajo este gobierno. Si ocurren ambas cosas, el meme de Jojo Rabbit tendrá todavía más vigencia.

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