¿Diálogo sin presiones? - Runrun
Alejandro Armas Mar 11, 2022 | Actualizado hace 1 mes
¿Diálogo sin presiones?
Según Reuters, fue Maduro quien pidió el encuentro con EE. UU. No importa, porque Washington aceptó. Pudo haberse rehusado

 

@AAAD25

Cuando dije en el artículo de la semana pasada que las consecuencias de la invasión rusa de Ucrania trascenderán las estepas del Dnieper, por supuesto que tenía en mente a Venezuela también. Pero preferí esperar un poco para ver los efectos en este país (¿decir o escuchar “en este país” no les hace pensar en Luis Urbaneja Achelpohl?). Los efectos, desde el Dnieper al Orinoco, el Arauca, el Tuy, el Catatumbo, etc. llegaron más rápido de lo que esperaba.

Y así, vimos un renovado interés del gobierno estadounidense, y de ciertas elites empresariales de ese país, en Venezuela, luego de un largo período de conducción de relaciones con una suerte de piloto automático. En ese lapso no se hizo poco más que reafirmar que las sanciones a la elite chavista se mantendrán mientras esta se rehúse a emprender una transición democrática con sus adversarios, y a aprobar por default lo que el G4 decidiera hacer dentro de Venezuela.

Pero de pronto, la palabra “Venezuela” vuelve a escucharse en ciertos mentideros de Washington.

Mientras, una delegación norteamericana se presenta en Miraflores, incluyendo ni más ni menos que a Juan González, el asesor de Joe Biden para temas latinoamericanos. Han pasado muchos años desde la última vez que representantes del gobierno estadounidense de tan alto nivel pisaron Caracas. Según un reporte de Reuters, fue Nicolás Maduro quien pidió el encuentro, con la mediación del bufete de abogados internacional Dentons. No importa, porque Washington aceptó. Pudo haberse rehusado perfectamente, alegando la falta de relaciones y, de paso, el espaldarazo chavista a Vladimir Putin justo cuando las relaciones entre Rusia y Estados Unidos caen en picado. Entonces, el interés por la reunión fue mutuo.

Apenas 48 horas después, Maduro anunció la reanudación del diálogo con la oposición, interrumpido por el propio chavismo tras la extradición de Alex Saab en octubre pasado. Como aquel señor sigue en una celda en Miami, y no pareciera que fuera a salir, tiene que haber otro incentivo para que Miraflores quiera sentarse de nuevo en la mesa. Por navaja de Ockham, podemos apostar a que ese incentivo tiene que ver con lo que se habló en la misteriosa reunión. Nos la podemos jugar con esa hipótesis como si fuera un caballo con los genes de Victoreado y Cañonero.

Pero hasta ahí llega nuestra confianza lúdica. Mucho más difícil de entender es lo que los interlocutores se ofrecieron el uno al otro, más allá de la obvia liberación de dos ciudadanos norteamericanos presos en Venezuela que ocurrió justo después. Se ha aventurado todo tipo de explicaciones, pero la que al parecer es más compartida sostiene que Joe Biden quiere que Estados Unidos vuelva a comprar petróleo venezolano para compensar al menos una parte del crudo ruso recién vetado en el norte.

Después de todo, otro artículo de Reuters sostuvo que los estadounidenses condicionaron la relajación de sanciones a que Venezuela exporte hidrocarburo a EE. UU. En Washington han negado tal especie.

Pero asumamos que es así y que lo que mueve a Washington es la necesidad de gasolina barata, de manera que la mera reanudación del diálogo sea el pretexto para que el crudo “Merey” vuelva a las refinerías de la Costa del Golfo. Yo no soy experto en materia energética. No puedo decirles si la inquietud norteamericana es tal que haga valer la pena tener como proveedora a una industria tan arrasada como Pdvsa. No sé si, como dicen algunos, es viable que EE. UU. produzca su propio petróleo o se lo compre a Canadá o Colombia.

Lo que sí sé es que la causa democrática venezolana saldría perdiendo. No voy a ignorar la obviedad de que cada país vela primero que nada por sus propios intereses, ni me voy a poner con un melodrama ridículo sobre “traiciones”. Pero hay que decir las cosas como son para no hacerse ilusiones y entender con qué contamos quienes queremos que Venezuela vuelva a tener democracia y Estado de derecho.

Justo ahora no hay presión interna sobre la elite gobernante venezolana. No hay prácticamente movilización ciudadana exigiendo cambios políticos. La presión externa, es decir las sanciones, es lo único que sigue incomodando a dicha elite, aunque ella sola no baste para cumplir su propósito.

Si EE. UU. la eliminara antes de que empiece el nuevo diálogo, o a medio camino sin que el régimen haya hecho concesiones significativas, le veo mucha menor probabilidad de éxito a esas conversaciones que la que ya tenía, entendiendo por “éxito” un desenlace favorable al bien común del país. La razón es sencilla: el chavismo tendría menos presión que antes, así que sería una vez más, y con más fundamento, la parte fuerte de las negociaciones, la que pueda extraer más concesiones de su interlocutor. No hay que ser un genio para entender que ello implicaría la continuidad de su hegemonía absoluta.

Sé que en el norte hay diversos intereses detrás del empeño en entenderse con Miraflores como sea. Pero el presidente de aquel país es Joe Biden, y por ello sobre él recaerá la responsabilidad política y moral de cualquier consecuencia de ese camino. A menos que Florida sea el estado que decida la próxima elección presidencial, el costo político para Biden podrá ser muy bajo, debido al poco interés de los votantes estadounidenses en Venezuela, fuera de Miami y sus alrededores. Pero de todas formas sería una mancha en el legado de un mandatario que se comprometió a defender la democracia en el mundo a capa y espada.

También sería un fracaso más para la dirigencia opositora venezolana. Porque si cada país privilegia sus intereses, la tarea internacional del liderazgo disidente no es otra que persuadir a los gobiernos extranjeros de que sus intereses son los mismos.

A lo mejor las cosas terminan marchando por otra vía. Tal vez los voceros de la Casa Blanca sean sinceros cuando insisten en sus reclamos de vuelta a la democracia en Venezuela. Pero no se puede ser ingenuo. Esperemos a ver qué sigue, preparados para lo que sea.

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