Los Sudetes, Ucrania y Venezuela
A los venezolanos nos interesa evaluar hasta dónde nos pueden servir estos juegos de tronos de la geopolítica mundial
Venezuela es un problema geopolítico mundial, por eso, en el título de esta nota aparece junto con Ucrania y los Sudetes checoeslovacos, en lo que aparentemente pareciera un batiburrillo o una sopa de letras sin relación alguna.
Síganos a los párrafos siguientes donde trataremos de explicar el por qué. Veamos:
La entrega a Hitler de los Sudetes checoeslovacos en el Tratado de Múnich, por parte de Chamberlain y Daladier, es la operación geopolítica más vergonzosa y terrible de la que se pueda dar cuenta en la historia moderna. Creyeron que, con ese “gesto” de humillación, calmarían al Führer y disiparían el horror de la guerra. Como les dijo Churchill, al final tuvieron “la humillación y la guerra”.
Ese territorio de la entonces Checoeslovaquia fue cedido sin siquiera participar a Benes, su presidente; o sin invitarlo a la conferencia donde se repartieron su territorio como los soldados romanos, la túnica de Cristo al pie de la cruz. Ese acto bochornoso fue, no obstante, la demostración de cómo un pequeño territorio, que formaba parte del tablero de los intereses geopolíticos de la época, podía llegar a jugar un papel determinante en el curso de los acontecimientos y de cómo, al final del día, “los países no tienen amigos sino intereses”.
Lo propio ocurrió en la crisis del 62 que se saldó con el quid pro quo del retiro de los misiles soviéticos de Cuba, a cambio del retiro de los norteamericanos de Turquía. Las grandes potencias siempre se despachan y se dan el vuelto cuando eso es lo que les conviene.
Hoy, en el marco de la resurrección del espíritu Gran Ruso, el Bonaparte del Kremlin, emulando a Catalina La Grande, se apresta a lanzar una apuesta y parece que pone casi toda la carne en ese asador. Luego de haberse anexado a Crimea, ante la mirada complaciente de Occidente, que pensaba que hasta allí llegaría (remember Sudetes) ahora lanza su baza concentrando en la frontera oriental de Ucrania una fuerza militar con capacidades de invadir el territorio.
Ya allí, alienta una sublevación de separatistas prorrusos (remember Sudetes). Y no es descartable una operación de “falsa bandera” (remember Polonia 38) que le diera excusas para aumentar la tensión.
Ya Putin ha logrado con todo esto (como Hitler) llamar la atención del mundo. Luego de ningunear a la Unión Europea (recordemos que hace meses ridiculizó a Borrel en vivo y directo) ha logrado que, en conversaciones directas, Biden se haga cargo del asunto.
Es en esta etapa que ha entrado en juego Venezuela en el tablero geopolítico del que hablamos. Una portavoz del Kremlin ha dicho que, si la OTAN mantiene su idea de incorporar a Ucrania, Rusia podría incrementar su presencia militar en Cuba y Venezuela. Y para muestra de lo que pueda hacer envía una fuerza especial a Kazajistán para ayudar a la dictadura de ese país a reprimir un levantamiento popular de gran amplitud.
¿Hasta dónde llegara todo esto? Nadie lo puede saber. En realidad, lo que nos interesa a los venezolanos es evaluar hasta dónde nos pueden servir estos juegos de tronos de la geopolítica mundial.
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A los venezolanos nos interesa evaluar hasta dónde nos pueden servir estos juegos de tronos…
Veamos:
Es cierto que Venezuela interesa a Rusia por la capacidad de latirle en la cueva a los Estados Unidos, en su patio trasero. De allí, que el acuerdo de defensa firmado con Maduro contemple la provisión de armamento y asesores. Hace poco, por cierto, un oficial retirado hacía una larga relación de cuántos sistemas de armas ha provisto Putin a Maduro; y sacaba la conclusión de que le menospreciábamos al no tener tal dato en cuenta.
Hay que decir que, efectivamente, se trata de un dato relevante, pero que está muy lejos de convertirse en decisorio sobre el destino de nuestra democracia. Si los ejércitos armados hasta los dientes y la superioridad militar cancelaran la lucha por la libertad, no habría habido pueblos libres en el mundo. A este argumento habría que recordarle cómo, en el año 89, el ejército del mundo comunista mejor armado por Moscú y la mejor policía política del mundo (la STASI, métodos rusos con disciplina alemana) no pudieron hacer nada ante la caída del muro de Berlín.
Allí no fue que los rusos le regalaron Alemania del este a Occidente, como algunos dicen que Maduro regaló Barinas a la oposición. No. Allí ocurrió que una acción inesperada (cisnes negros, los llaman ahora) en medio de una situación geopolítica de extrema debilidad del mundo comunista, impidió que los tanques del Pacto de Varsovia entraran en Berlín como lo hicieron en Hungría en el 56 y en Praga en el 68.
¿Y todo esto, por qué nos interesa? Por muchas razones. Pero la más importante es que hoy las fuerzas democráticas venezolanas debaten entre varias opciones o vías estratégicas para continuar la lucha por recuperar la democracia y la libertad para el país.
Estas opciones más visibles son las del referendo revocatorio, las elecciones libres para presidente y la relegitimación del liderazgo. Un menú interesante para un banquete de comienzo de año.
Sin embargo, sin ánimo de aguar la fiesta, tenemos que decir que, independientemente de que abracemos cualquiera de las iniciativas, la realidad es que tenemos muy pocas posibilidades de cristalizar las dos primeras a partir de nuestras propias fuerzas.
No es realista, lo repetimos, creer que podremos imponer un RR o unas elecciones, si ello no forma parte de una negociación CON GARANTES (mayúsculas exprofeso). La presión, el debate, las iniciativas de calle son importantes, pero, como ha ocurrido en otras ocasiones, son limitadas si no convertimos la lucha en un issue de la geopolítica mundial.
De manera que allí pensamos que está la primera tarea. Y allí se deberían centrar nuestros mejores esfuerzos.
Queda pendiente, no obstante, un tema. A nuestro juico el más importante, aunque no sea el más visible y el que en realidad no depende de la realidad geopolítica del mundo: se trata de la legitimación de la dirección política opositora. Para esto no necesitamos ninguna crisis internacional. Solo es necesario ponernos de acuerdo entre nosotros. Sin una dirección política con autoridad ante el pueblo y legitimada por él, no será fácil adelantar exitosamente ninguna de las otras iniciativas.
Al final, al final, la segunda guerra mundial, la entrega de los Sudetes, el “Anschluss” austríaco y la invasión a Polonia ocurrieron porque a la cabeza de las democracias que debían evitarlo estaban Daladier y Chamberlain. Otro gallo habría cantado si en lugar de estos dos inefables sujetos, hubieran estado Churchill o De Gaulle.
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