Decepcionados de su propia tragedia
Venezuela es la mejor y más propia expresión de lo que es vivir profundamente decepcionados
Incertidumbre se opone a certeza. Pero también la incertidumbre riñe con cualquier situación dominada por la confianza. Podría asentirse que es la razón del problema que caracteriza el ejercicio de la política. Por eso, su praxis ocurre entre contradicciones que incitan conflictos. Aunque de muy distintos niveles.
La política está siempre debatiéndose entre dosis de incertidumbre. Sobre todo, cuando el grado de incertidumbre es neurálgico y las situaciones de excepción se hacen frecuentes. Es ahí cuando la condición política, en cualquiera de sus manifestaciones, tiende a resquebrajarse. Sus implicaciones comienzan a provocar fracturas doctrinarias y operativas que en poco o nada se corresponden con las necesidades suscitadas en el foco de las realidades.
El meollo de las contradicciones que rigen el devenir de la política, se halla difuminado entre capítulos inconexos y desarticulados de la historia política que sirve de motivo a escuetas ideologías políticas. Es la trágica manera de cómo se ha forjado dicha historia. Más por descripciones arregladas con perversos propósitos, o intenciones que solo se ajustan a la ilación de una facción política que construye su narrativa sobre el triunfalismo que respira su egoísmo y envidia.
Esa es la tramoya que funciona para enmarañar voluntades que dirigen sus fuerzas políticas a esclarecer los intríngulis sobre los cuales las perversiones de la política plantean sus cometidos. O sea, planes apartados de discursos que exaltan ideologías políticas fundadas en la creencia de la bondad natural del hombre. Igualmente, en su aptitud innata para el bien y la justicia social. Tanto como en las formas posibles que expone la utopía política y social.
He ahí el tinglado que permite el ejercicio de la política. Y de tal fórmula, no escapa ninguna realidad. Especialmente, de países con sociedades resignadas, elásticas y sin mayores valores políticos. Venezuela es uno de ellos.
Venezuela es la mejor y más propia expresión de lo que es vivir profundamente decepcionado. Fundamentalmente, a consecuencia de la tragedia que el mismo régimen permitió al concebir sus bases políticas sobre una utopía revolucionaria.
Decepciones que matan
La tragedia que hoy sufre Venezuela no tiene parangón alguno. Es casi nada lo que queda de sus compromisos y símbolos político-electorales. Los ideales revolucionarios se contaminaron con el manido relato de un llamado “Socialismo del Siglo XXI”. Sus principios y criterios políticos se desfiguraron de lo que en su momento ofertaron.
Ha sido decisivo el desmentido que, a las exageradas propuestas que ilusamente cimentaron el ascenso de un militarismo furibundo y nauseabundo, le ha propinado la realidad política en los inicios del tercer decenio del siglo XXI.
Es bastante probable que un importante universo social del país político habría pensado que, con el advenimiento de una nueva casta política a la dirección político-administrativa del país, cambiarían las condiciones sociales, económicas y políticas reinantes. Que por miedo a volver a vivir otra época de indolente e impasible gobierno nacional, el ejercicio de una nueva política arrojaría fructuosos resultados. Pero no fue así. Por lo contrario. Venezuela cayó en su más terrible contracción, que minó todas las posibilidades de desarrollo y oportunidades de progreso.
La crisis del chavismo
Venezuela es la mejor y más propia expresión de lo que es vivir profundamente decepcionados…
Las constantes contradicciones que se han desatado en lo que ha corrido de siglo XXI, de cara con la realidad histórica contemporánea, asfixiaron sueños, anhelos y necesidades de un país que bien merece ver florecidas sus bondades naturales. Aunque podría pensarse lo que refiere aquel aforismo del politólogo Giovanni Sartori, cuando hablaba de que “la sociedad con todos sus defectos, es obra del hombre”. A lo cual cabe agregar, del hombre que con su poder político-económico domina sus espacios y tiempo.
Y no hay duda de todo ello cuando los resultados del último análisis ENCOVI dan cuenta de lo caótica y agotadora situación venezolana, cuya crisis evidencia una profundidad que pareciera haber perdido su fondo. Es la razón que justifica aseverar lo que acontece al interior de la humanidad de tantos venezolanos que se han visto traicionados por un compromiso que ni siquiera terminó de elaborarse. Su palabra quedó sin efecto alguno.
Son aquellos venezolanos que viven decepcionados de una tragedia a la que, ilusa y encandiladamente, contribuyeron a festejar. Y al mismo tiempo, a apuntalar. Quizás por esa razón, no dejan de estar y verse decepcionados de su propia tragedia.
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