¿Cuándo derrocamos a Maduro? ¡Avisen, por favor! - Runrun
¿Cuándo derrocamos a Maduro? ¡Avisen, por favor!

@juliocasagar

Uno ve soflamas apasionadas de muchas personas, advirtiendo de que es un error pretender salir de Maduro por ningún otro medio que no sea derrocándolo. Que hacerse eco de todas las iniciativas que la comunidad internacional ha desplegado para tratar de forzar la realización de unas elecciones libres, es una pérdida de tiempo inexcusable.

Entonces empieza uno a entusiasmarse de que aparezca una vía más rápida, más expedita y más eficaz de salir de la pesadilla y empieza a averiguar a ver dónde es que tal plan maravilloso se fragua. Pregunta a los amigos que escriben por Twitter y no saben nada; va uno discretamente a conversar con algún militante de esas ideas y tampoco sabe nada; sigue en el juego de la candelita y va de sitio en sitio con la esperanza de que le digan: “por allá fumea”, pero nada.

La ignorancia sobre la trama de este plan que nos traerá la libertad es general.

Al final uno termina enterándose de que no hay nadie planeando tal hazaña; que la mayoría de los derrocadores no tiene plan; que lo de ellos es un deseo que no empreña y que a lo sumo lo que la mayoría de ellos quiere es que el tal derrocamiento lo hagan otros. Una especie de proyecto llave en mano; un modelo pret a porter, un outsourcing hecho por terceros; una subcontrata para no pagar prestaciones sociales a los trabajadores.

Una subespecie de los derrocadores va más allá. No quieren dejar nada a la creatividad de la gente. Ni siquiera sueñan con millones de venezolanos tomando Miraflores en una recreación tropical de la toma del Palacio de Invierno de Petrogrado o de la Bastilla. No, ¡faltaba más!, lo de ellos no es una chusma haciendo justicia, sino la invasión de una fuerza extranjera que se quede incluso luego un buen tiempo para ver si mejoramos la raza. Uno se pone a buscar entonces los que preparan la cabeza de playa para el desembarco; los que colaborarían hincando “la pica en Flandes”; los iniciadores del foco guerrillero y tampoco consigue nada.

Estos guerreros de la guerra de Mambrú me hicieron recordar una anécdota de los años 80. Tomábamos un café en un pequeño local Carlos, mi hermano, alias el Nene (¡sí, se llama Carlos!) Moisés Moleiro y este escribidor. Aclaremos que cuando el MIR había decidido entrar a ese estruendoso error que fue la lucha armada, los hermanos Castillo teníamos 9 y 10 años. El evento que cuento ocurrió cuando ya el partido tenía años de haber abandonado esa política y había entrado en la vida democrática y nosotros, como dirigentes estudiantiles, pasamos a formar parte de esa arrolladora fuerza que lo hizo ganar casi todas las FCU del país.

Pues bien, junto a nosotros, en otra mesa, comenzó un señor (contemporáneo de Moisés) a despotricar en voz alta del abandono de la lucha insurreccional; de la “traición” que ello había significado. Lo hacía con la convicción del que siente que tiene la verdad de su lado y tiene que proclamarla. Carlos se levantó de la mesa y se dirigió al protestante. Yo me puse en guardia porque conozco su carácter y su afición a zanjar este tipo de discusiones de la manera más concluyente. Sin embargo, se sentó mansamente y comenzó a susurrar algo al gritón. A los pocos minutos regreso a la mesa y el acusador de todas las traiciones se quedó calladito y no volvió a gritar. ¿Qué le dijiste a ese hombre?, le preguntamos. Nos respondió: “Muy sencillo, le dije que el abandono de la lucha armada era una estrategia para engañar al gobierno y que en persona estaba comisionado para reclutar gente, así como él, para reiniciarla de nuevo. Que me diera su dirección y su teléfono para contactarlo”. El tercio obviamente le dijo que “ya no podía”, “que él ayudaba desde afuera”; que trabajaba en el IAN (infiltrado, por su supuesto) y que tenía dos hijos, bla, bla, bla…

Dicho en otras palabras, nuestro guerrero de marras también quería (como los de ahora) que otros le hicieran la guerra por la cual él suspiraba.

Dicho todo esto y constatado que ninguno de los derrocamientos ni las invasiones están programados, ni figuran en el orden del día de ningún grupo conocido, estamos entonces en la obligación de recurrir al doloroso, pedestre y nada apasionado expediente de tratar de hacer lo poco que podemos después de haber marchado, arriesgado el pellejo, pancarteado, reunido con nuestros pares convenciéndoles de que hay que luchar y ponernos a trabajar en lo que podemos: emborronar cuartillas, ir a los zoom que nos inviten; pasearse por las comunidades “lanza y tapaboca al ristre” como Alonso Quijano, tratando de convencer a la gente de que, a los que no tenemos balas, no nos queda más remedio que jugarle al quintico de que nos dejen expresar que somos mayoría.

¿Difícil? ¡Sí, muy difícil! A las dictaduras no les gustan las elecciones. Además compran “opositores” que les dicen amén a lo que ellos digan; crean especies y subespecies de alacranes que juegan el juego de Esaú de venderse por un plato de lentejas. Les ponen palos a las ruedas de la carreta de cualquier negociación y nos “guaralean” tratando de ganar tiempo.

Es muy difícil, pero es la que nos tocó. Todas las democracias decentes del mundo nos acompañan en esta titánica tarea, más parecida a la de Sísifo que a la de Aquiles, un héroe con su talón vulnerable, pero héroe al fin. Nos acompañan a eso y no para otra cosa. Que las otras son para ellos realismo mágico, que ya nos lo dijeron.

Hoy, hay condiciones para que esa ciclópea negociación pueda comenzar. Maduro tiene menos del 15 % de los venezolanos a su favor. Ya no tiene CLAP, ni bonos. Las vacunas lo atormentan y su tráfico aun más. Su único soporte, la FAN, esta resentida de desmoralización. Apure ha demostrado su nulo apresto operacional y se le han visto todas las costuras infames. También quiere que relajen las sanciones y que les quiten las de su círculo íntimo. No sabe cuándo una crisis le estalla en la cara ni cuando sus “aliados” de las FARC y el Coqui le dan la espalda.

Esos son sus incentivos para sentarse.

¿Pateara la mesa? Es probable. Es lo que ha hecho siempre. Pero es la alternativa que tenemos. Estar en esa mesa (si es que hay mesa) y acompañar a nuestra gente que sufre; que no tiene vacunas, ni agua, ni luz, y que casi cree que no tiene esperanzas, es nuestra única opción.

Felicitémonos de que, pasito a pasito, se incorpora gente y dirigentes al Acuerdo de Salvación Nacional. Cuidemos y pongamos la unidad entre algodones y aunque “no basta rezar”, como decía Ali Primera, oremos a José Gregorio para que nos ayude en este trance del que saldremos, más temprano que tarde.

POSTDATA: De todas formas, si alguien sabe de otro camino más rápido, por favor que mande un mensajito por WhatsApp o deslice un sobre por debajo de la puerta con las coordenadas. Se lo sabremos agradecer.

Mandela, beisbol y Venezuela

Mandela, beisbol y Venezuela

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