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Realidades salpicadas de “imposibles”

@ajmonagas

El concepto de “caos”, ya no tiene la connotación intrigante que el oscurantismo quiso adosarle. Desde que la termodinámica estableció su segunda ley, adquirió razón el concepto de “entropía”. Si bien fue inventado para ayudar a la Física a describir ciertas observaciones que involucran la existencia de energía asociada a cambios de la materia, igualmente alcanzó connotaciones filosóficas. Particularmente, cuando se buscó indagar el comportamiento del Universo como un todo.

Es ahí cuando el “caos”, en un sentido riguroso, induce reacciones que se suceden en el mundo natural tal cual se conoce. Esto es causa de creaciones materiales que incitan cambios irreversibles en el Universo. Solo atendidos por la energía que se desplaza, disipa o provoca. Y por el incremento de temperatura que ocasiona. Por eso se ha dicho, que el Universo proviene del “caos”. Y que, de este, se forma vida.

De manera que el “caos” puede entenderse como una forma de energía capaz de forjar un cierto orden desde el mismo desorden que induce. Pero valiéndose de un particular proceso de desarreglo que incita sobre el contorno donde se acumula la energía.

El caos en la política

En política, el “caos” tiene una acepción no lejos de la que ha servido a la termodinámica para demostrar sus hipótesis. El ejercicio de la política busca desordenar muchas veces los factores que mayor incidencia tienen en el poder. Así procura crear el orden necesario que a su juicio conviene. No obstante, cuesta comprender su realidad. Mucho más, aceptar sus razones a primera vista. Empero, ese orden así inculcado opera en la dirección de hallar oportunidades que, no pocas veces, configuran rutas de solución a difíciles conflictos. Pero solo si es aprovechada la creatividad que motivan los hechos.

Posiblemente, fue razón para que Albert Einstein refiriera tres reglas básicas para la vida, que se le atribuyen: “1. En el caos está la sencillez; 2. En el conflicto está la armonía; 3. En el medio de la dificultad está la oportunidad”

Sin embargo, pese a todo cuanto justifica al “caos” como motivación del orden, siempre incita dudas sobre los efectos que puede generar. En política, esas dubitaciones han acompañado el devenir del hombre en su cotidiano trajín. Ante esta consideración, vale preguntarse si dicha desconfianza es provocada por problemas de actitud política, de (in)cultura política o de resignación ante la incertidumbre.

Todo esto pudiera revisarse desde la política. Pero considerándola en su afán por jugar a las ventajas, sin distinción de las ocasiones que se den. De ahí que el ejercicio de la política debería siempre evitar los extremos en su recorrido por las circunstancias que moldean su praxis. Poco reconoce que los extremos rayan con equivocaciones en que, generalmente, incurre. Sin siquiera advertirlas. Justo ahí yerra la política en su intención de procurar cambios prometidos.

Si acaso el ejercicio de la política tuviera en cuenta que “cuanto más oscura está la noche, más pronto está el amanecer” (adagio popular inspirado en la Biblia (Romanos 13;12), es factible que sus presunciones o aspiraciones apuntarían hacia realidades constructivas.

Deepak Chopra, médico y escritor indio, advirtió este tipo de problemas que confronta el hombre en su interrelación con otros. Así escribió que  “todos los grandes cambios están precedidos por el caos”. Razón para asegurar que luego de la tormenta sale el sol.

De manera que de indagarse (debidamente) lo que sigue al “caos”, quizás el ejercicio de una equilibrada y reflexiva política aseguraría la solución a buena parte de los entuertos contemplados entre sus objetivos a resolver. Es un problema que bien le calza al concepto de “revolución”. Solo que el endiosamiento que propicia el poder (mal concebido), desvía su praxis del camino correcto.

Pero si la obstinación o testarudez de quienes ejercen la política sigue apegada a obtusos criterios que buscan privilegios personales por encima de lo que configura el bienestar de toda una sociedad, el desarreglo nunca cerrará su ciclo de perversidad, egoísmo y conflictividad. Aun cuando valiera la pena caminar hacia el caos estructural de lo que envuelve al Estado “impropio”, al Estado “forajido”, al Estado “invertido”. O al Estado “fallido”.

Y aunque del “caos” procede el mismo Universo, no significa esto que el orden alcanzado haya sido el estimado a la luz de la relación cuantitativa entre “disipación de la energía y el incremento de la temperatura”. Porque la Física que corresponde a este problema, no es la física “dinámica”. Es la física “política”, bajo cuya sombra persisten y se atascan realidades salpicadas de “imposibles”.

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