Entre rostros multicolores - Runrun
Antonio José Monagas Ago 29, 2020 | Actualizado hace 1 mes
Entre rostros multicolores

Jean Paul Gaultier lanzó mascarillas de alta moda a beneficio de la fundación Sidation. Foto en Velveteditorial.com

@ajmonagas

Desde el momento en que la Organización Mundial de la Salud sugirió medidas preventivas para minimizar el arrecio de la pandemia de covid-19, muchas cosas se vieron desviadas de su propósito originario. Luego de haber transcurrido los primeros tiempos de ser aplicadas, luce interesante pasearse por algunas. Particularmente, por la interpretación que las sociedades le han dado a aquellas ante las cuales ha sido posible su manipulación. Entre ellas, la de más inmediato acceso. Desde la perspectiva de la inventiva, o satisfacción en cuanto a adecuarla a la vestimenta en su relación con el color y combinaciones posibles.

Es así que esta disertación estará dedicada a referir lo que sucede con el uso del tapabocas, mascarilla, barboquejo o barbijo. Especialmente, toda vez que ha desdibujado no solo el rostro humano. También porque ha hecho del anonimato una condición pública y aceptada socialmente, habida cuenta de que la historia ha mostrado que aquellos que cometen alguna fechoría son quienes han usado máscara. Aunque en países del Oriente del mundo, ha sido tradicional el hecho de cubrirse la cara. Siempre a modo de confirmar respeto hacia el otro.

Aunque ordenada por las autoridades sanitarias, la mascarilla ha vaciado de identidad a quien lo porta. Afectando además el individualismo que exalta la costumbre de andar con la cara al descubierto.

Sin duda, que el uso de la mascarilla se volvió un tema de controvertido debate. Sobre todo al dejar de reconocer que lo más provechoso que tiene el ser humano para expresarse es su cara. Pero las contingencias de la actual crisis sanitaria abolieron tan categórica declaración. En ese sentido, la pandemia confinó el añejo paradigma sobre el cual descansa la aludida expresividad humana.

Ojos, pestañas, cejas

Ojos, pestañas, cejas

De todo esto devino en una extraña conjugación. Moda y salud. Ahora las mascarillas son confeccionadas según el gusto de cada quien.

Indistintamente de requerirse con filtros de grado médico para la protección de bacterias y virus, de alguna calidad en especial, o de alguna forma o tamaño en lo particular. Cada persona le imprime su toque de gracia, le agrega el adorno preferido o sello de su marca.

Solo busca que se sujete a lo elemental para evitar la propagación del coronavirus por quien estornuda al frente, sin tener idea de si es portador o no.

Reunir moda y salud se convirtió en la oportunidad que algunas empresas esperaban. Combinar un tapaboca de probada calidad sanitaria con lo que determina las preferencias efímeras de un mercado que no deja de ser exigente, se convirtió en una intención de alto desafío.

En el fragor de la pandemia, la moda pareciera no incomodar. Por lo contrario, se ha ajustado a las circunstancias haciendo ver colectivos a modo de una jungla embadurnada de todos los colores y combinaciones posibles con elementos de la geometría plana. Incluso, con alusiones a personajes de película.

El mundo es ahora un panorama de mascarillas con diseños llamativos o sugerentes que, en su afán de retar la pandemia ocasionada por el coronavirus, logró revolucionar el mercado. Tanto que muchos productores e inversionistas han apostado a apropiarse del correspondiente negocio y buscar el mayor provecho económico revirtiendo la crisis de la covid-19.

Vale acá el ejercicio de motivar la construir un escenario imaginario, a manera de extraña jungla. Algo tan fuera de lo común, que sus vertebrados cuadrúpedos, lejos de asirse a las imposiciones de la naturaleza, se prestarían al juego de la prolífica fantasía humana. De esa forma, se tendría un mundo especial donde habría que vivir entre “hocicos” multicolores.

 

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad y no comprometen la línea editorial de RunRun.es