“Con Minsk elecciones no te metas” - Runrun
Alejandro Armas Ago 21, 2020 | Actualizado hace 4 semanas
“Con Minsk elecciones no te metas”

«Henri Falcón no hizo nada luego de que Lucena, como operadora electoral del chavismo, proclamara a Maduro ganador por última vez. Falcón no siguió el ejemplo que Minsk dio». Foto Derek Sewell en Pixabay / Comp. Runrunes.

@AAAD25

Es un patrón. Cada vez que el cabecilla de un régimen autoritario cae, cientos o quizá miles de venezolanos se preguntan “¿Por qué ellos y nosotros no?”. Reacción comprensible. Cuando se desea mucho algo que es difícil de conseguir, y se ve que súbitamente otro lo consiguió, naturalmente quien sigue con las manos vacías se pregunta qué hizo el beneficiado para lograrlo.

Lo que a menudo sigue a esta pregunta, en cambio, no suele ser tan razonable. Hablo de los intentos de responder la pregunta con explicaciones aventuradas que no solamente establecen comparaciones inapropiadas entre Venezuela y la nación donde acaba de ocurrir una sacudida política, sino que además, tal vez por la emoción del momento, dan por concluido un proceso foráneo que apenas empieza. Pasó con Sudán y con Zimbabue. Recuerdo a conciudadanos saludando a quienes depusieron a Robert Mugabe como “guerreros de la libertad”, ignorando evidentemente que se trataba de miembros de la misma elite autoritaria que Mugabe encabezó.

Ahora vemos lo mismo con Bielorrusia. Las protestas que han estremecido a la última dictadura de Europa son por supuesto impresionantes. Pero, asumiendo que se prolongarán, solo han comenzado y su éxito no está garantizado.

Ojalá lo logren. Me alegraría mucho ver al déspota Aleksandr Lukashenko tras las rejas o, en su defecto, desterrado. Pero el dictador se mantiene desafiante y la que ha pasado al exilio es Sviatlana Tsikhanouskaya, su contrincante en unos comicios presidenciales cuyo carácter fraudulento encendió las manifestaciones. Es imposible saber cuál será el desenlace del tumulto en el país de los “rusos blancos”.

A diferencia de los casos africanos referidos, fue un evento electoral el catalizador de las protestas. Ello ha llevado a los seguidores de la oposición prêt-à-porter del régimen (i.e. Falcón, Zambrano et. al.) a valerse de lo que sucede en Bielorrusia para reforzar su mantra: “siempre hay que votar, sin importar las condiciones”. Así pretenden justificar su participación en… Bueno, llamémoslo el proceso programado para diciembre, y cualquiera por venir con miras a simular democracia bajo la égida chavista. Estos sujetos sostienen que una elección, aunque viciada irremediablemente, puede ser el carburante que precipite un cambio de gobierno si la población enardecida por el fraude toma las calles y alza la voz. Adivinen. ¡Esto es totalmente cierto, en teoría! Pero además, dicen aquellos señores, los bielorrusos lo están demostrando de manera práctica y empírica, así que los venezolanos deben imitarlos. “¡Seguid el ejemplo que Minsk dio!”

No obstante, esta argumentación tiene varias fallas. Para empezar, he de repetir que no se sabe si las protestas en las riberas del Svislach cumplirán con su propósito. Pero asumamos por un momento que tenemos las facultades de la pitonisa délfica y, gracias a ellas, la certeza de que Lukashenko está perdido. En ese caso, lo correcto sería un riguroso ejercicio de política comparativa que establezca qué tienen en común, y qué no, las experiencias autoritarias venezolana y bielorrusa. No basta con asumir que si ellos llegaron a su meta por una ruta, nosotros podremos hacerlo exactamente igual. Ojalá el trazado de estrategias políticas fuera tan sencillo y universalmente aplicable.

Por último, y hablando de estrategias, si en Bielorrusia unos comicios grotescamente injustos precipitan una transición democrática, es porque la dirigencia opositora de ese país tenía un plan para lograr tal cosa. ¿Acaso la oposición prêt-à-porter criolla tiene su estrategia para hacer otro tanto? Nada lo indica. El precedente de las presidenciales de 2018 en tal sentido es muy, muy negativo. Henri Falcón no hizo prácticamente nada luego de que Tibisay Lucena proclamara a Nicolás Maduro ganador por última vez en su larga trayectoria como operadora electoral del chavismo. En otras palabras, Falcón no siguió el ejemplo que Minsk dio.

Dicho lo que hay que decir sobre el papel gris de la oposición prêt-à-porter, esta columna llegaría por hoy a su final de no ser por otra comparación, no menos infeliz, entre la nación eslava y la caribeña. Me refiero a esos venezolanos que ven la intensidad de las protestas en Bielorrusia y dicen cosas como “Es que esos sí tienen bolas. No son como este pueblo cobarde”. ¿Perdón? No seré yo quien ponga en duda el coraje de quienes se enfrentan a un engendro autoritario, vástago de la URSS por cuyas venas fluyen varias de las inmundicias tóxicas del vientre que lo parió.

Pero al momento de escribir estas líneas, los bielorrusos acumulan solo dos semanas en la calle. No hablemos de 2002, 2004, 2007 ni 2014. Limitémonos a 2017.

Fueron cuatro meses, señores. Todo ese lapso aguantando una represión indescriptiblemente salvaje y cruel. Más de un centenar y medio de muertos. Miles de heridos. Miles de detenidos. Eso no lo aguanta un “pueblo cobarde”.

Si en Bielorrusia se produce un quiebre de la elite gobernante a raíz de estas manifestaciones, no será debido a un temple del que los venezolanos carezcamos, sino a un nivel de putrefacción moral inferior entre quienes oprimen a la nación europea.

Los venezolanos no hemos podido recuperar nuestra democracia y tenemos que insistir. Pero intentos hemos hecho, que nos han llevado hasta los límites del deber cívico. Honremos el recuerdo del esfuerzo pasado. De eso saldrá el ánimo para el esfuerzo futuro.

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