Little is beautiful - Runrun
Julio Castillo Sagarzazu May 12, 2020 | Actualizado hace 4 semanas
Little is beautiful

@juliocasagar 

En los últimos años, las sociedades han conocido una peculiar tendencia en su evolución. Por una parte, un movimiento hacia la globalización de las relaciones y, a la vez, un movimiento hacia la descentralización de las decisiones políticas y las que tienen que ver con la vida diaria de los ciudadanos.

Europa es un buen ejemplo: mientras avanza (no sin contratiempos) la voluntad para fortalecer la Unión Europea, renacen los sentimientos nacionales en Cataluña, en Euskadi, en Escocia, en Irlanda.

Reaparecen también (lo cual es más peligroso) los viejos ultranacionalismos en respuesta a los problemas no resueltos por el proyecto europeo y como alternativa defensiva de esos nuevos “espacios vitales” ante la inmigración masiva de africanos y asiáticos que huyen de las penurias y las guerras de su países. Un desafío inmenso que podría ser objeto de otra nota.

Nos interesa en esta, con un criterio un poco más parroquial, tratar de postular la idea de que una de las posibles salidas a las crisis de dirección política, que es consustancial a casi todo el planeta, sea la reivindicación de pequeños fenómenos de expresión política que espontáneamente han venido apareciendo, como brotes verdes, en casi todos los países.

¿De qué premisas partiríamos?

Primero

Como ha quedado dicho, lo cierto es que existe una tendencia natural a la globalización y que esta es indetenible. Los mercados y la división internacional del trabajo marcan, en este sentido, una tendencia prácticamente irreversible.

La pandemia nos ha mostrado, entre muchas otras cosas, que la movilidad social y urbana cambiará rotundamente. Que ya no es necesario ir a trabajar, por mencionar un ejemplo, tomando el automóvil o el metro para ir de un lado a otro de la ciudad. El fenómeno del teletrabajo, está haciendo posible que podamos laborar en una empresa de Singapur, desde nuestra habitación en Naguanagua.

Las plantas físicas industriales que son necesarias para producir bienes se están concibiendo de manera que puedan deslocalizarse en cuestión de días si la rentabilidad así lo requiere. En pocos años lo que las leyes llaman simulación de contrato de trabajo, es decir, el mecanismo por el cual una empresa convertía en “empresario” a un simple repartidor, registrándole una firma personal y se libraba de las obligaciones laborales, se convertirá en un fenómeno mundial.

Los países y los organismos multilaterales serán grandes foros para discutir normas que uniformen (si ello es posible) las leyes para que el sistema pueda seguir funcionando. Sera imposible que organizaciones como la FAO, la UNESCO, la OIT intenten dar respuesta a estos nuevos problemas globales.

Muchos temas focales de atención cambiarán: el de la conservación del ambiente y el calentamiento global, por ejemplo, tendrá que ser de los que concentren la atención de los Estados o de lo que quede de ellos. La paz y la seguridad conocerán nuevos desafíos. Las guerras y los conflictos no terminarán nunca, pero ya no se harán como antes. La cuarta y quinta generación de los enfrentamientos nos encontrarán en escenarios de guerras telemáticas, hackeos masivos, agresiones biotecnológicas.

La globalización y esa deslocalización que hemos descrito han venido para quedarse.

Segundo

Los problemas sociales, los que ya existen y los que generará el nuevo modelo, deberán tener nuevas respuestas para los liderazgos políticos y los gobiernos, aun cuando asuntos como las inequidades, la vulnerabilidad de los más pobres, las nuevas formas de desempleo y la atención de las administraciones para proveer servicios públicos a los ciudadanos seguirán estando presentes.

Temas como la educación y la sanidad no podrán, por más que las cosas cambien y se globalicen, dejarse como asuntos que lo resuelvan ni la mano invisible del mercado, ni la propia gente con sus recursos. Es natural que los contenidos y la manera de gerenciarse será distinta, pero por varias generaciones seguirán siendo foco de la atención pública y del público.

Tercero

Otro tema que será imprescindible abordar es el de la representación política de los ciudadanos y una redistribución de las competencias de los órganos públicos en relación con las materias de las que deben ocuparse. No cabe ninguna duda de que, cada vez más, los Estados nacionales se irán ocupando de temas de trascendencia nacional como la seguridad, la política internacional, el comercio mundial y también, por supuesto, dictar lineamientos en materia de educación, de salud y atender las infraestructuras de interés para toda la nación.

Cuarto

El resto de los problemas que tienen que ver con la vida diaria de los ciudadanos, los que hoy son de competencia regional o municipal, deberán ser considerados de exclusiva gerencia de los poderes descentralizados y de la comunidad organizada.

La concurrencia de competencias será la excepción y no la regla, como hasta hoy. El gran reto será definir el alcance de la autoadministracion local. Sera inevitable la proliferación de entes como las alcaldías para atender a localidades muchos más pequeñas que las de los municipios actuales. Francia, por ejemplo, tiene más de 30 000 alcaldes. Esa será la tendencia en el mundo nuevo.

Quinto

¿Y los partidos políticos?, ¿cómo serán? Pues, deberán plantearse el reto de adecuarse a toda esta nueva realidad. El paradigma de la toma del poder político se relativizará y con ello la lucha por obtenerlo. La revolución de los balcones, la aparición de liderazgos provenientes de la sociedad civil tendrán cada vez más importancia.

Estas manifestaciones, a diferencia del movimiento de los indignados en Europa, que devinieron o “degeneraron” en partidos como Podemos con el fin de tomar el poder político para sustituir las viejas direcciones, se ha estado expresando teniendo como banderas la solidaridad, la integración y el ejemplo ciudadano. Obviamente, deberán conseguir maneras de integración y organización para que sus postulados y sus logros no se pierdan.

Podríamos continuar emborronando cuartillas, haciendo ejercicio de futurología, lo cual no es evidentemente el objeto de esta nota. Cualquier cosa puede ocurrir, hasta que retrocedamos si no sabemos interpretar estos signos de los tiempos.

Lo que sí parece cierto es que la política y la relación de los ciudadanos entre sí se hará cada vez más en ámbitos pequeños. Estos, los del barrio, la urbanización, la cuadrilla de amigos, que se ha repotenciado en estos días, pasarán a jugar un rol importante seguramente en la próxima etapa que nos tocará vivir. Lo pequeño se hará más importante y bonito de lo que ha venido siendo hasta ahora.

Veremos qué ocurre.

 

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