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Opinión

Peor que una traición es una estupidez

Armando Martini Pietri
19/09/2019

COMO EVADIRLO, IGNORARLO, prescindir de opinar y no hacerlo en términos contundentes. Los rumores se concretaron en la Casa Amarilla entre cotillones, serpentinas, bambalinas y promesas de 30 monedas de plata. Asombro que muere al nacer, no representa ni tiene legitimidad, no será reconocido, un circo inmoral para deleite de incautos y menguados infelices.

Son políticos venezolanos, ¿por qué negarlo? que tenían si no nuestra fe, sí nuestra expectativa, veteranos de la política que, si bien han venido cayendo en el olvido y pequeñez, llegaron a ocupar posiciones de cierta preponderancia en el liderazgo nacional. Tres de ellos, incluso, llegaron a donde pocos alcanzan, la candidatura presidencial. Han sido luchadores esforzados y captado el interés de numerosos venezolanos.

Opositores al caos ideológico y desvergüenza castrista que han vapuleado al país en los últimos veinte años; uno de ellos destacado estudiante en universidades del extranjero y luego profesor en Venezuela. Otro que mercantilizando la palabra del evangelio produjo negociados non santos. Y quien creció desde modestos niveles de sargento hasta posiciones destacadas de la dirigencia política y social del país.

Y ahora nos salen con el disparate que venden sus almas por una oportunidad en la Asamblea Nacional, caminando a contramarcha de toda la oposición, tanto de los muy cercanos a Juan Guaidó como de quienes lo respaldan, pero ejercen con pasión y razón su derecho irrenunciable a cuestionar actitudes y decisiones, que acompañan solidarios un gran movimiento que empuja para dar un cambio drástico, radical al desastre de parásitos castro-maduristas, heredero de la previa calamidad de inútiles castro-chavistas. 

Sin embargo, estos políticos profesionales, devenidos en politiqueros marginales, no marcan ruta propia, han renunciado a ese derecho y compromiso, transitando en la vía que señalan corruptos titiriteros, bolichicos, enchufados, violadores de los Derechos Humanos, opresores de la ciudadanía, que se apolillan y corroen mintiendo, trampeando, agarrándose con uñas y dientes a un poder fundamentado en el control, represión, hipocresía y bayonetas que el Presidente usurpador califica de bolivariana, pero no se atreve a ir, dar la cara, defender sus acciones y principios, en la cumbre mundial que es la Asamblea General de las Naciones Unidas, y envía a subalternos incapaces de producir más impacto, que algo de complicidad y mucha repugnancia.

Es a ese tan inseguro sentido del poder y responsabilidad real con los ciudadanos a quienes estos antes opositores ponen hombros y lomos a disposición. De la envidia, fracasos y frustraciones pueden surgir grandes hombres, pero también grandes canallas. Winston Churchill, soldado de poco lucimiento, se transformó en un gran hombre; Adolfo Hitler, militar de bajo rango, pintor mediocre, se transformó en un gran canalla.

Más que traicionar a una oposición que con exclusiones, prepotencias, azares, errores y fracasos lucha hacia un objetivo que los convertirá en párrafos destacados de la historia, cometen la bobería majadera de perder la fe en sí mismos, auto convencerse de que el camino seguido, y el que deben seguir, son menos importantes que la carretera al infierno, grata y tentadora hasta que se hace irreversible. Los niveles de servilismo y degradación ético/moral, causan repulsión ciudadana. 

No logran comprender que a quienes están traicionando, si no les seguían al menos los respetaban, es a sí mismos, sus trayectorias y propias posibilidades. Peor que traidores, diría ese extraordinario político que fue el Príncipe de Talleyrand, son estúpidos. Eso es lo más triste, y aún más cuando se den cuenta de que a nadie le importan, el régimen los utilizará sólo como un ardid adicional de su disfraz.

 

@ArmandoMartini

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