Runrun.es: En defensa de tus derechos humanos

Opinión

Diálogos noruegos en perspectiva

Alejandro Armas
31/05/2019

CREO QUE NO AMERITA DISCUSIÓN que el intento de negociación en Oslo entre el régimen chavista y la oposición ha acaparado completamente la atención de los venezolanos en cuanto a política se refiere durante las últimas dos semanas. Los encuentros han producido discusiones álgidas y no pocas veces amargas sobre la conveniencia o inconveniencia de la aproximación. Parte de las mismas se ha enfocado en la naturaleza del mediador nuevo. Estoy convencido de que todo el mundo es libre de opinar sobre lo que quiera, pero para tener una opinión sólida es necesario informarse primero. Llama la atención que de pronto Venezuela sea el lugar del mundo con la mayor cantidad de especialistas en Noruega y sus autoridades. Los “noruególogos” están tan seguros de sus posiciones que a quienes no concuerdan las pueden espetar con una furia mayor que la de una banda de vikingos saqueando París.

Algunas de las observaciones hechas al respecto son francamente bastante ridículas, como que “el gobierno noruego es de izquierda” (en realidad desde 2013 es controlado por el Partido Conservador, miembro de la Unión Internacional Demócrata junto con el Partido Republicano de EE.UU.). Otras apuntan a temas un poco más complejos y dignos de polémica. A mi juicio, el más controvertido es la eficacia de Noruega como mediadora. Independientemente de quién gobierne, Noruega ha asumido como una política de Estado mediar en conflictos extranjeros a lo largo y ancho del globo. Dado que Venezuela se ha vuelto la más reciente receptora de sus servicios, cabe preguntarse cuán efectivos han sido los nórdicos en ayudar a resolver disputas de forma pacífica. Ese ejercicio es el motivo de la presente entrega de esta columna. En su sitio web, el Ejecutivo noruego provee una lista con un total de diez querellas violentas en las cuales ha intercedido dese 1993. Las revisaremos una por una.

 

Afganistán: El rol de Noruega en el “cementerio de los imperios” ha sido un tanto marginal. Se limita a colaborar con el Proceso de Estambul, una iniciativa dirigida a apoyar la seguridad y estabilidad en la nación asiática y la cooperación con sus vecinos. A pesar del carácter muy restringido de sus actividades, por lo cual a duras penas se le puede atribuir responsabilidad por el resultado, Afganistán sigue siendo una nación devastada por una guerra intestina entre el gobierno, apoyado militarmente por Estados Unidos, y los talibanes y otros extremistas musulmanes.

Colombia: Este el caso que los venezolanos mejor conocen, por razones obvias. Noruega fue, junto con otros Estados, uno de los mediadores en el proceso de paz con las FARC, el cual efectivamente terminó con el fin de la rebelión armada por parte de la más grande de las guerrillas colombianas. Creo que es muy temprano para juzgar si el acuerdo logrado perdurará. Que Juan Manuel Santos haya sucedido en el Palacio de Nariño por Iván Duque, quien aboga por una mano mucho más dura hacia los ex guerrilleros, pone a prueba la fortaleza del pacto. Noruega también ha mediado entre el gobierno colombiano y el ELN, un proceso que no ha marchado muy bien, incluso antes del regreso del uribismo.

Filipinas: En este archipiélago las autoridades tienen problemas con movimientos armados tanto comunistas como islamistas. Noruega empezó a mediar en 2001, pero según su propio sitio web, no fue sino hasta 2016 que las conversaciones de paz fueron retomadas. Las rebeliones siguen, aunque el gobierno desde Manila sostiene que se encuentran muy mermadas.

Guatemala: Las guerras civiles centroamericanas están entre las más cruentas del hemisferio occidental. Por eso, su fin en los años 90 fue uno de los más grandes logros diplomáticos de la época. En cuanto a Guatemala, Noruega estuvo entre los mediadores que colaboraron en la firma de varios pactos (tres en territorio noruego) que pusieron fin a décadas de hostilidad entre el gobierno y las guerrillas de izquierda. Desde entonces no ha habido más alzamientos bélicos. Hoy Guatemala es uno de los países más violentos del mundo, pero gracias al crimen organizado, que no es política ni objeto de la diplomacia escandinava.

Myanmar: En la nación del sureste asiático, que ha estado sacudida por violencia entre grupos étnicos al menos desde su independencia en 1948, el gobierno noruego dice haber apoyado armisticios y una iniciativa de paz entre 2012 y 2014. Asegura seguir apoyando el proceso de pacificación en curso. Myanmar hoy sigue inmersa en conflictos étnicos.

Nepal: Nuestro mediador en este caso ofreció su territorio como sede de encuentros informales entre el gobierno de la nación de los Himalayas y una guerrilla maoísta que llevaba 10 años alzada. En 2006 se firmó un acuerdo de paz y desde entonces no ha habido más guerra.

Somalia: No hay mucho qué discutir acá. Noruega es parte de un Grupo Internacional de Contacto que desde 2006 ha intentado reconciliar a las partes enfrentadas en este arquetipo de Estado fallido. La violencia y el caos siguen.

Sri Lanka: Doce años de mediación noruega entre el gobierno cingalés y los Tigres del Tamil, un grupo que buscaba la creación de un Estado aparte en la isla. El papel de Noruega terminó en 2008, luego de que el gobierno pusiera fin a un alto al fuego. Al año siguiente la guerra terminó, pero porque los rebeldes claudicaron.

Sudán y Sudán del Sur: Noruega empezó a mediar en este lío africano en 2002. Tuvo un papel bastante activo que llevó a varios acuerdos de paz a lo largo de más o menos una década y que finalmente terminaron en la creación del más joven de los Estados soberanos hoy. Luego volvió a mediar en un conflicto interno de Sudán del Sur. Se firmó un acuerdo de paz en 2015, pero desde entonces ha habido focos de violencia.

 

Notarán que los casos están ordenados alfabéticamente y que falta el más célebre de todos: los Acuerdos de Oslo de 1993 entre Israel y Palestina. Guardé este para el final para explayarme un poco más con respecto a detalles que creo pertinentes. Es obvio que la paz no se ha logrado. Ya a nadie le sorprende leer sobre violencia entre israelíes y árabes en la prensa. Fatá, la facción palestina que firmó los acuerdos y que por años monopolizó la representación de los palestinos, protagonizó un conflicto cruento con Israel entre 2000 y 2005. Desde entonces, sobre todo tras la muerte del belicoso Yasser Arafat, se ha abstenido en general de recurrir a la violencia, aunque sus relaciones con Israel siempre han sido tensas. Hamas, la facción palestina que tomó el poder en la Franja de Gaza hace quince años, es la que ha mantenido el enfrentamiento armado hasta hoy. En honor a la verdad, no se puede culpar a los noruegos por el ascenso de un grupo que nunca creyó en los Acuerdos de Oslo.

Ahora bien, la historiadora noruega Hilde Waage publicó en 2005 una investigación sobre el papel mediador de Noruega en los acuerdos. En resumen, sostiene que el gobierno noruego mantuvo una posición parcial a favor de Israel. Ello no se debió a intenciones viciadas, sino a un problema de capacidad. Sencillamente, Noruega estaba entre dos partes asimétricas y no tenía el poder de obligar al lado fuerte, Israel, a considerar las necesidades del lado débil. En términos hobbesianos, Oslo no contaba con una espada para imponer justicia y asegurar así un juicio en el que ambos querellantes tuvieran la misma oportunidad de presentar sus alegatos, como haría un soberano juez. Terminaba, según Waage, siguiendo una pauta que Israel marcaba.

Esto es importante por dos razones. En primer lugar, niega que Noruega siempre se preste como “colaboradora de entidades de izquierda” en sus procesos de paz, como han querido hacer ver algunos venezolanos opuestos a las negociaciones. Ciertamente, el árabe-israelí no es un conflicto entre fuerzas de derecha y de izquierda (el venezolano tampoco, por cierto), pero es bien sabido de qué lado del espectro ideológico suelen caer los apoyos de la opinión pública mundial tanto para Israel como para Palestina. En segundo lugar, si las debilidades de Noruega no le permiten hacer valer los intereses de la parte débil en un conflicto altamente asimétrico, cabe preguntarse si ello ocurriría con respecto a Venezuela. Convengamos en que esta, aunque no sea armada, es una querella altamente desigual y que de momento la parte fuerte es el régimen, pues es el que puede emplear la coerción dentro del territorio venezolano. Solo si la oposición cuenta con una capacidad de coerción que no conocemos esto deja de ser un problema. En fin, si distinguimos el conflicto entre Sudán y Sudán del Sur de la guerra interna en este último, tenemos que de los once casos revisados, cuatro terminaron en paz política consolidada: Guatemala, Nepal, Sudán/Sudán del Sur y Sri Lanka, aunque esta última no gracias a la mediación. Entonces, ¿hay razones para ser escéptico con respecto a Venezuela y Noruega? ¡Por supuesto! La principal ni siquiera ha sido mencionada en este artículo: el fracaso de los diálogos anteriores entre el chavismo y la oposición. ¿Las negociaciones están condenadas a fracasar por incapacidad del mediador? La historia dice lo contrario. También está bastante lejos de garantizar su éxito. Para variar, la realidad es mucho más complicada y menos maniquea de lo que los sectores de la oposición, en su sempiterno intercambio de ofensas y recriminaciones, asumen. Estas personas harían bien en pensar dos veces antes de pontificar con arrogancia y descalificar la opinión contraria en un tema que requiere debate de altura. Sería ingenuo de mi parte asumir que a partir de ahora esta será la conducta generalizada, pero si estas líneas convencen a un puñado de personas a deponer su actitud hostil, me consideraré un mejor corrector de entuertos que los noruegos.

 

@AAAD25 

Una base de datos de mujeres y personas no binarias con la que buscamos reolver el problema: la falta de diversidad de género en la vocería y fuentes autorizadas en los contenidos periodísticos.

IR A MUJERES REFERENTES