Llámela como la llame la inmoralidad se paga, por Armando Martini Pietri
Llámela como la llame la inmoralidad se paga, por Armando Martini Pietri

chavezmaduro

 

Sea reestructuración o refinanciamiento, las deudas no se perdonan. Se pagan. Con más tiempo, si es el caso, con intereses más o menos onerosos, aceptando desembolsos parciales o especiales. Muchas son las formas, pero todas llevan a cancelar, sólo Hugo Chávez perdonaba deudas de dinero a camaradas como algunos países sudamericanos, cuando en sus inexpertas e irresponsables manos sobraban los caros dólares de un petróleo que escaseaba; fueron favorecidos con la indulgencia en divisas que correspondían y eran patrimonio de todos los venezolanos. No piensen que lo hizo por campechana generosidad llanera, sino buscando, en su afán delirante de líder mundial con popularidad desbordante, prestigio lujuriante, simpatías vanidosas y aquello del padrino Don Corleone: “te hice un favor, me debes un favor”. Para más detalles, pregúntenle a los micro países que siguen beneficiándose a través de Petrocaribe.

 

Lo que Chávez perdonó, nadie se lo perdonará a Nicolás Maduro, ni a los venezolanos de los próximos años, que seguiremos, cancelando la apabullante deuda externa producto del asalto desvergonzado al tesoro público, que Chávez comenzó, Maduro ha continuado, y sinvergüenzas, bolichicos y cómplices han disfrutado.

 

Ambos, y sus compinches -enchufados, funcionarios favorecidos, amigos con oportunidades, aguantadores, testaferros afortunados, politiqueros, banqueros cómplices, que los hay- recibieron montañas de dólares petroleros (todas las demás industrias y actividades productivas generadoras de bolívares y divisas fueron ocupadas, estatizadas y ninguna volvió a producir, importar es mejor negocio, dicen) que fueron derrochados, malversados, gastados y dilapidados en importaciones con sobreprecios, facturas inexistentes, falsificadas y demás arcoíris del bandidaje que se ha permitido en Venezuela. En veinte años arruinaron al país a tal punto que el Presidente, hasta hace no muchos días aseguraba: Venezuela pagaría la parte de deuda, y anunció, con su habitual estilo triunfalista, que había “ordenado” a todos sus ministros -del sector económico, suponemos- dedicarse al refinanciamiento de la deuda, y solo le faltó decir, en combinación con la MUD.

 

Pero no son los oficialistas los únicos, porque todo el daño que han hecho, necedades, errores y corruptelas, lo han realizado en las narices de una oposición que a veces ha estado desunida, en algunos lapsos aliada, pero siempre sin originalidad, desbordada de egoísmos, crecida de soberbia y atiborrada de intereses. Han convocado a protestar en las calles, recibieron una inyección de lozanía universitaria tras la explosión juvenil como reacción al cierre de RCTV, han visto aparecer dirigentes nuevos, pero los partidos, los han manipulado, carcomido y transformado en ancianos políticos.

 

Esa oposición que parecía renovar, terminó siendo no sólo más de lo mismo, sino que ni siquiera ha logrado oponerse con eficiencia al chavismo, ni en sus mejores momentos emocionales, ni en su actual acelerada decadencia, ejemplo vivo de un aplastante fracaso.

 

Este diciembre 1 y 2, volverán a reunirse en Santo Domingo. Regresarán a “dialogar” -es decir, llegar a acuerdos- como ya lo han hecho tantas veces, aunque lo nieguen, en secreto, agazapados y sin que los problemas de quienes les votaron y comprensiblemente se han abstenido, les importen muy poco. Hablarán de “espacios” a repartir, el Gobierno impondrá su terquedad y desesperación por conservar el poder y control, los delegados opositores negociarán -o sea, aceptarán- las migajas que le dejen al ciudadano, pero regresaran triunfantes y orgullosos de haber cumplido el deber partidista haciendo uso chapucero y arbitrario de una apropiación indebida de la representación ciudadana.

 

Los acuerdos son cuestiones de poder, pero también y muy importante de dinero. Sólo que en esta nueva sesión de secreteo habrá una diferencia importante y espeluznante. El Gobierno necesita desesperadamente que la Asamblea Nacional, en desacato y a la cual le han dejado poco más que hablar, estampe su firma de aprobación en el refinanciamiento que un Gobierno quebrado necesita angustiosamente. Y lo certificarán, digan lo que digan, expliquen lo que expliquen, proclamarán ambos grupos la defensa de la patria y del pueblo, el Gobierno dirá que lo hace para defenderse de la guerra económica y cierta oposición afirmará que lo controlará y supervisará; mentiras y embustes. No tienen derecho ni legitimidad para comprometer e hipotecar a todo un país. Perdieron autoridad, carecen de Auctoritas que les permitan sumar la voluntad ciudadana de legitimación socialmente reconocida ni capacidad moral para emitir una opinión autorizada sobre una decisión. Asúmanlo ¡Métanselo en la cabeza!

 

Lo que estarán acordando, es decir, que usted y yo, nuestros hijos y nietos, vamos a estar pagando a costa de nuestra angustia, trabajo y esfuerzos, por décadas, la herencia que nos dejan el chavismo madurismo castrismo y el PSUV/MUD, es la miseria lograda y un país humillado.

 

Es la consecuencia de una inmoralidad masiva que los mismos venezolanos hemos venido aceptando con resignación, gruñidos, rabia mascullada y el aguante que para nuestra eterna desgracia tenemos. Usando el viejo refrán, reconozcamos que cada Gobierno tiene el pueblo que se merece.

 

La inmoralidad se paga, y no es ni fácil ni rápida de cancelar.

 

@ArmandoMartini