El estado de ánimo de los venezolanos se hunde en una situación deplorable. Es una crisis de confianza que golpea el corazón y el alma y que nos llena de incertidumbre.
Dos bandos
El paÃs está dividido en dos bandos. Uno claramente mayoritario y que confronta a diario problemas tales como la inseguridad, la inflación, la escasez … y una frustración creciente.  Muchos se han ido. Como el nuestro nunca fue un paÃs de emigrantes, esa diáspora está golpeando duramente la conciencia nacional,  porque los que se están yendo son jóvenes bien preparados que en condiciones normales deberÃan ser el remplazo generacional del liderazgo de una sociedad.
Hay desde luego otro bando. Es un bando que en pocos años se ha transformado en una ostentosa nueva oligarquÃa, entendiendo como tal a una clase que controla simultáneamente el poder polÃtico y el poder económico. Es un grupo que alguna vez tuvo ideales y, en nombre de de ellos llegaron al poder, pero este les carcomió el alma. Para colmo  llegaron en momentos de una abundancia inusitada donde el cielo parecÃa el lÃmite y los valores y principios comenzaron a diluirse en medio de un torrente de recursos que aportaba una industria petrolera construida por otros y cuya renta comenzaron a disfrutar sin entender que se trataba de una ilusión pasajera. En el camino perdieron los ideales y sus dogmas se transformaron en palabras huecas.
El temor al futuro
Pero en este segundo bando el temor al futuro es aún mayor. Saben que el suyo es un poder vacÃo porque perdieron el apoyo popular. Saben que sólo pueden conservarlo mediante la fuerza y a través de triquiñuelas de toda Ãndole donde la constitución y las leyes son torcidas y retorcidas sin ningún pudor. Saben también  que su permanencia sólo es posible gracias a una guardia pretoriana que les cuida el sueño, pero que al igual que todas las guardias pretorianas a lo largo de la historia son las que deciden si el César debe seguir o no.  Y, como alguna vez tuvieron conciencia, tampoco el sueño les llega fácil y sobreviven haciendo gala de un cinismo sin lÃmites que les corre las entrañas y les enturbia el alma. Muchos de ellos quisieran que esta farsa se acabe para seguir en paz con sus vidas.  Otros no tienen alternativas  y piensan que hasta el final deben seguir con las botas puestas y solo intimidando a otros calmen sus propios miedos.
Lo anterior describe lo que ocurre en nuestra patria.  Es una situación de desasosiego generalizado; es una sociedad en condición bipolar.  Pero pasemos ahora de lo emotivo a lo racional. ¿Qué está pasando en realidad en Venezuela?
¿Cuál es la realidad?
Pues bien, la realidad es que la economÃa del paÃs ya colapsó. Nos dice el FMI que la inflación en el 2016 alcanzará al 720% y el PIB caerá en un 10%. Lo ilustra con una frase lapidaria: “La economÃa peor administrada del mundo”. El gobernante sin embargo creyó que podrÃa superar esa situación porque tanto la OPEP como la Agencia Internacional de la EnergÃa coincidÃan en vaticinar un aumento de los precios del petróleo para el segundo semestre de este año. Pero ahora ambas organizaciones cambiaron de parecer y anuncian que la caÃda en el precio de los hidrocarburos se profundizará a casi todo lo largo del 2017.
¿Y la escasez? ¡Empeorará porque el aparato productivo está destruido! ¿A qué podrá recurrir entonces el gobierno? ¿A nuevos empréstitos? … ¡No! Ya nadie quiere prestarnos porque las empresas calificadoras le atribuyen a Venezuela el peor riesgo soberano del mundo. ¿Nuevos impuestos? … ¡No!  Porque nuestra economÃa es como una esponja seca. Por más que la exprimas ya nada se le puede sacar. ¿Producir más petróleo? … ¡No!  Porque habrÃa que invertir y ya nadie se atreve. De hecho, nuestra producción petrolera se está viniendo a pique. Más aún, incapaz de cumplir con compromisos vitales para seguir produciendo, PDVSA trata desesperadamente de canjear  unos 7.000 millones de dólares en bonos que vencen este año y el próximo. Sin embargo, el mercado la percibe con tal desconfianza que no sólo le exige un rendimiento impagable, sino que como garantÃa pide el 51% de las acciones de CITGO que es el principal brazo comercializador de nuestro petróleo. ¡Qué locura!
El único camino que le queda al gobierno es el más empobrecedor de todos: Que el BCV financie el gasto mediante la emisión de dinero sin respaldo; es decir, clavarle una puntilla en la nuca a los más pobres, en momentos en que la inflación y la escasez están sumiendo al paÃs en una crisis humanitaria reconocida por todos menos por el gobierno.
Y en medio de esta situación la gente se pregunta: ¿Habrá Revocatorio? La verdad es que es una pregunta retórica. Ya no importa. La realidad es tan apabullante que el cambio resulta inevitable, por una vÃa o por otra, porque lo que ocurre dejó de ser viable. Aplazar el referendo despertarÃa la ira del pueblo y agravarÃa el aislamiento internacional.