El otro día, me encontraba en una amplia sala de reuniones, y mientras esperaba a que llegasen los demás participantes, me llamó la atención el hecho de que en las paredes había frases pintadas. Algunas de ellas, me quedaron grabadas por la profundidad de su contenido: “Muchas leyes, muchas miserias”, “El derecho puede ser la más noble de las profesiones, como también la más ruin”. Pero de todas, ésta me pareció la mejor: “Los pueblos sin dignidad y sin principios son rebaños, los individuos esclavos”.
La dignidad y los principios, son el valor intrínseco y supremo que tiene cada ser humano; independientemente de su situación económica, social y cultural, así como de sus creencias o formas de pensar. Son esos ingredientes los que hacen que se forme el respeto que una persona tiene de sí misma; y como único beneficio, el saber que no tiene nada de qué avergonzarse ante sus ojos, y menos aún ante los ojos de los demás.
Sin embargo; para tener dignidad y principios se requiere ser muy valiente, ya que cuando el miedo, el dolor, la rabia y la impotencia acechan; las únicas armas de lucha y consolación son: ¡Tengo una gran dignidad y principios!; unos activos de gran valor para quien los posee; pero de escasos méritos para la gran mayoría. ¡Ahí radica ese principal mérito y su gran dificultad, que sólo son apreciados por quien los tiene!
“Casi siempre hay más dignidad en el que sirve, que en quien es servido”, solía decirme mi madre. Hay dignidad y principios cuando se trabaja, cuando se triunfa, cuando se fracasa, cuando se gana, cuando se pierde, cuando se manda, cuando se obedece, cuando te humillan, cuando hay injusticia.
Pero la dignidad y los principios, al contrario de las cosas materiales; no tienen precio, son gratis; y quizás por ello, pocas personas están interesadas en tenerlas, porque todo lo gratis, diese la impresión de que no tiene valor, siendo ésta precisamente la gran tragedia de la dignidad, y por lo tanto también para la humanidad.
Mis padres, eran personas muy humildes, con escasos recursos materiales y económicos, pero eso sí; ganados honrada y limpiamente. Eran pobres en cosas, pero millonarios en dignidad y principios, donde sus principales activos eran: El trabajo y la honradez; una gran riqueza para los tiempos que corren.
Por esto, una buena educación, cumpliría su objetivo únicamente si lograse enseñar a distinguir entre lo esencial y lo importante, lo superficial de lo inútil. Pero lamentablemente en el mundo actual no sólo no se enseña, sino que se confunde a las personas, llegando a tal extremo que el otro día me comentaba uno de mis hijos, que entre las cinco noticias “Top” del día en Facebook, se destacaba los problemas que había tenido una actriz con su vestido largo, subiendo las escaleras del teatro donde se celebró el festival de Cannes (Francia). Si está entre los “Top” leídos, es precisamente porque mucha gente lo ha leído, pensando y creyendo que ese hecho es importante, y merece su tiempo y atención.
¡El problema no es el dinero, sino la dignidad y los principios!; y cuando estos fallan, pasamos a ser un pobre rico mundo, o un pobre rico país, o una pobre rica persona. Pretender hacer futuro sin dignidad y principios, es como querer saltar la sombra de uno mismo.
Por eso la gran tragedia, no es que haya escasez de comida o medicinas en un momento de la historia; es que no haya dignidad y principios; y tristemente, es justo en estos momentos en los que más se necesitarían.
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