Navidad en el amor por Mario Guillermo Massone

¡Cómo hemos luchado los venezolanos por rescatar al país! ¡Cuánto y cuántos lo hemos hecho! ¡Y cuanto camino rocoso y empinado nos falta aún por recorrer!
Y así, nos ha llegado la Navidad. Tiempo de sosiego, de tranquilidad del alma, de ataraxia, como diría un estoico. Porque a pesar de lo que nos circunda, en cuanto polis, necesitamos recogernos a nosotros mismos, ensimismarnos con amor propio, para luego desbordarnos en amor al alter ego, a tu otro yo, a mi otro yo. Porque sin la otredad no existe la mismidad.
Son días de reflexión. De reflexus: reflejo. Es tiempo de vernos en el espejo, de conocernos más a nosotros mismos, siguiendo la máxima del Templo de Delfos acogida por Sócrates como forma y fin de vida. Son días para existir vitalmente desde el amor, para el amor, en el amor y por el amor.
El bien humano, el verdadera y radicalmente bien humano, el que es y existe, radica su entidad en la morada metafísica del amor. Porque el amor es parte del ser. Se hace realidad cuando se hace acto, cuando deja de ser solo potencia para concretarse en tiempo y espacio personal. Amor de amistad, erótico…. Familiar. Universal y multiversal. El amor: fuente y origen de la justicia.
Navidad en el amor debiera redundar, pero nunca está de menos redundarlo por doquier, en las almas que cantan sus versos sin cesar, con voces o en perfecto silencio, el amor vuela mientras aterriza sin dejar de volar.
Es mucho, es demasiado lo que habremos de hacer, en medio de tormentas y huracanes, navegaremos juntos hasta alcanzar las aguas pacificadas que nos permitan vernos de nuevo como una comunión humana llamada Venezuela. Sin dejar de lado nuestro compromiso, el mío, el tuyo, el de ella, el de él… el amor no se puede abandonar en un mientras tanto o en un hasta tanto.
Desde la vitalidad anímica, la batería amorosa nos exige constante y recurrente carga y recarga. Y aun así, quien da amor no se queda con menos del que tenía antes de darlo, como sí ocurre con la materia (llámese dinero, propiedad, artefacto…) Como con todas la cosas invisibles (como el saber, la prudencia, el valor…), el amor no se disminuye sino que, por el contrario, se engrandece y crece y recrece cuando lo damos, terminando todos con más de lo que había el instante anterior a ese dar. De lado y lado.
Ocupémonos de cultivar la superioridad de lo invisible, lo que San Juan Pablo II llamó nuestra vida interior. Este en mi mensaje de navidad a Venezuela, a Latinoamérica, al mundo… a la humanidad. ¡Ámense! ¡Amemos! ¡Amémonos!
Feliz Navidad en el amor.
@massone59