Amor y odio, entre Washington y Caracas por Luis DE LION
El pasado miércoles, Nicolás Maduro pidió la mediación de Ernesto Samper en su carácter de secretario general de Unasur ante los Estados Unidos. Caracas aspira un nuevo acercamiento con Washington, y así, tratar de ponerle fin a esa suerte de historia de amor y odio diplomático, que ha marcado la relación entre ambas naciones desde que la revolución castrochavista tomó el poder.
Altos y bajos que de forma invariable se han producido desde la presidencia de Clinton hasta la de Obama pasando por la del polémico George Bush.
Hoy en pleno 2015, Maduro insiste al igual que lo hacía Chávez, en señalar que desde Washington están conspirando para derrocarlo. Sin duda, es pura propaganda.
Dicho esto, ¿qué sentido puede tener aspirar un acercamiento con un gobierno que supuestamente está trabajando para sacarte del poder?
Así de contradictoria ha sido la diplomacia del chavismo durante estos muy largos 16 años.
En ésta ocasión, Maduro ha decidido valerse del escudo de protección internacional del castrochavismo, que constituye la UNASUR. Sin embargo, la respuesta de Washington no se hizo esperar y el Departamento de Estado instó a Caracas a comunicarse “directamente” con ellos, sin intermediarios.
No obstante, en medio de las contradicciones de la diplomacia chavista, en ésta oportunidad ha quedado en evidencia que acusar a Washington de conspirar es una excusa perfecta. Porque Maduro, quien de forma tácita ha aceptado las recientes sanciones contra personeros de su gobierno, sabe muy bien que, las llamadas sanciones inteligentes le dejan a las partes en conflicto márgenes de maniobra suficientes para mantener el diálogo.
No olvidemos que durante los años que Maduro fue canciller de Hugo Chávez, mantuvo muy buenas relaciones con agentes del alto gobierno estadounidense.
Con el paso del tiempo, el contexto ha variado mucho, no solo por el actual y marcado acercamiento entre Washington y La Habana, sino por la severa crisis que atraviesa Venezuela.
Al régimen de Maduro, ya bastante comprometido, no le conviene que además de las sanciones existentes por corrupción y violaciones a los derechos humanos, se apliquen nuevas y fuertes sanciones a sus más altos funcionarios por tráfico de drogas.
Las sanciones, han comprobado ser una solución intermediaria entre la inacción y la impotencia a veces de la diplomacia. Al tiempo que, el Congreso de los EEUU no solo demuestra su implicación en el caso venezolano, sino que está intentando convencer a la comunidad internacional para que apoye dicho esfuerzo. Por ello el intento fallido por parte de Caracas de implicar a UNASUR.
De tal modo que, al régimen de Maduro le va a tocar ponerse los pantalones largos y sentarse cara a cara con los EEUU, si de verdad quiere discutir un acercamiento que desemboque en una total y absoluta normalización de relaciones, tan necesarias en estos tiempos de crisis severa, con su principal socio comercial.