No queda sino batirse por Francisco Ibarra Bravo
La frase no es mía, es del pendenciero y ficcionalizado Francisco de Quevedo de Pérez-Reverte en las Aventuras del Capitán Alatriste. El escritor y espadachín siempre pronunciaba esa frase antes de alguna refriega, siempre presto a desenvainar la espada, no frente a las cámaras como le gusta hacerlo a algunos sino de verdad en momentos donde se exponía la vida. El genial personaje nos recuerda que siempre hay que estar prestos a luchar y que siempre que se lucha se expone a la derrota.
La derrota siempre es una posibilidad pero con frecuencia ese no es el peor fracaso. En muchos casos lo peor es como reaccionamos ante el revés. Con demasiada frecuencia la reacción es de quien aprieta los dientes y obstinadamente guiado por el orgullo se empecina con lo que se le niega. En los peores casos decidimos emprenderla contra todos y buscar en otros las excusas de nuestro fracaso. El peor fracaso de las fuerzas democráticas no fue el salir derrotados en el referéndum de 2004, el peor fracaso fue el cúmulo de desatinos que siguió a esa derrota, donde las mismas fuerzas democráticas se encargaron de negar la realidad y autoinfligirse daño abandonando la lucha. Mucho tuvo que pasar para que reconociesen sus errores; para ser francos, reconociésemos nuestros errores.
El próximo domingo el país decidirá si continúa con un gobierno que desea un Estado que le controle hasta la forma de caminar a los individuos o comenzamos a construir una sociedad de ciudadanos. A esta elección llegamos con las fuerzas equiparadas, donde cualquier detalle puede representar ganar o perder la elección. De la victoria prefiero que otros escriban, yo prefiero evaluar como sería la derrota, no porque sea masoquista sino precisamente por lo contrario. Me interesa que en caso de salir derrotados tengamos la frialdad de ver que es lo que hemos avanzado hasta ahora y que es lo que nos falta. De hacer una correcta evaluación dependerá que nos podamos levantar para batirnos nuevamente el 16 diciembre y que no capitulemos como otras veces hicimos. En el año 2006, luego de haber perdido estrepitosamente las elecciones y de haberlo vivido de primera mano, escribí que la lucha por un gobierno digno no acababa nunca, no hubiese acabado aun así hubiese ganado nuestro candidato. Al igual que en ese momento, el 7 de octubre no acabará nuestra lucha por darnos un gobierno que nos trate como ciudadanos; quizás solo comencemos a transitar ese camino.
Sé que a muchos les caerá mal que velando armas se hable de la derrota como una posibilidad. Hemos sido educados ingenuamente creyendo que negarse a la posibilidad de la derrota nos prepara de mejor manera para la victoria. Mi experiencia ha sido lo contrario, negar la posibilidad de la derrota solo hace que una vez que esta ocurre tengamos pocas herramientas para enfrentarla. Creo que tenemos posibilidades reales de ganar y de ocurrir esto, lo que aquí escribo solo será una anécdota. De ocurrir lo contrario, quizás la idea central de lo que escribo tenga relevancia. Esa idea es que debemos seguir peleando por el país que queremos. Si debo agregar algo es que Capriles se ha ganado a pulso, cuando menos, ser el líder de la oposición, si pierde necesitará aún más de nuestro apoyo. Para mi se gane o se pierda, este es el comienzo del final del chavismo.
Francisco Ibarra Bravo