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Rusia y sus sueños de grandeza por Omar Hernández

 

Atrás quedaron los tiempos en los que el nombre de la Unión Soviética, no sólo evocaba el recuerdo de las purgas stalinistas y los infames “gulags” donde los disidentes eran condenados a la muerte por extenuación o hipotermia -lo que viniese primero-, sino también, la crisis de hambruna que azotó al más grande los países en cuanto a su extensión territorial, en medio de una economía centralizada al extremo y un aparato industrial obsoleto.

Además, la URSS era objeto recurrente de análisis estratégicos y el foco de atención de los centros de inteligencia de Occidente a la par que era vista con recelo e incluso temor, por quienes estaban convencidos de que el enorme poderío nuclear de Moscú era una amenaza a la seguridad internacional.

Tras la caída de la URSS, la economía rusa sufrió notables avances y el desarrollo fue evidente. Pero el poder sigue concentrado en unos pocos, a la par que la pobreza sigue extendida, en un marco de ineficiencia gubernamental generalizada, corrupción endémica y notable presencia de la mafia en las altas esferas.

Esa misma Rusia acudirá en pocos días a las urnas en medio de un invierno siberiano, para elegir con toda certeza, al actual premier Vladimir Putin como nuevo -o renovado- Presidente. Es un enroque perverso que da al traste con las legítimas aspiraciones democráticas del pueblo ruso, aderezado con amenazas a la libertad de prensa y un fraude cantado, en términos similares al visto en los comicios parlamentarios de hace ya varias semanas. El ventajismo oficialista es tan burdo y evidente que ya ni es foco de estudio.

Una de las estrategias de captación del electorado ingenuo, es el exaltar el nacionalismo, que en muchos rusos está latente como un virus dormido. Un delirio de grandeza, diríamos, en psicología de las naciones.

Rusia busca retomar el pasado que no fue más. Hacer política internacional en pretérito como si el mundo de hoy fuese el mismo que le tocó vivir a la otrora URSS.

De lo anterior se explica razonablemente, por qué el interés de Rusia en ampliar sus lazos con ciertos países ideológicamente afines (aunque eso de la ideología es discutible) en América Latina. Ello, porque Rusia perdió prácticamente toda su órbita o zona de influencia en su campo natural de acción: Europa del Este, que ahora abraza a la Unión Europea y la OTAN.

Esto explicaría también la causa del férreo apoyo de Moscú a los regímenes sirio e iraní, ambos condenados internacionalmente por la represión de las libertades fundamentales y por su programa nuclear, respectivamente. No se trata sólo de salvaguardar sus intereses comerciales sino de a propósito servir de obstáculo para que se valore su “importancia geoestratégica”. Es como un déficit de atención solapado.

Por último, explicaría el porqué de las arengas anti-estadounidenses en los mítines oficialistas rusos. Putin de hecho prometió “rearmar” Rusia. Para pelear contra su sombra, contra un enemigo inexistente.

Para desgracia de sus habitantes, Rusia padece de delirio de grandeza.

 @OmarhUN

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Atrás quedaron los tiempos en los que el nombre de la Unión Soviética, no sólo evocaba el recuerdo de las purgas stalinistas y los infames “gulags” donde los disidentes eran condenados a la muerte por extenuación o hipotermia -lo que viniese primero-, sino también, la crisis de hambruna que azotó al más grande los países en cuanto a su extensión territorial, en medio de una economía centralizada al extremo y un aparato industrial obsoleto.

Además, la URSS era objeto recurrente de análisis estratégicos y el foco de atención de los centros de inteligencia de Occidente a la par que era vista con recelo e incluso temor, por quienes estaban convencidos de que el enorme poderío nuclear de Moscú era una amenaza a la seguridad internacional.

Tras la caída de la URSS, la economía rusa sufrió notables avances y el desarrollo fue evidente. Pero el poder sigue concentrado en unos pocos, a la par que la pobreza sigue extendida, en un marco de ineficiencia gubernamental generalizada, corrupción endémica y notable presencia de la mafia en las altas esferas.

Esa misma Rusia acudirá en pocos días a las urnas en medio de un invierno siberiano, para elegir con toda certeza, al actual premier Vladimir Putin como nuevo -o renovado- Presidente. Es un enroque perverso que da al traste con las legítimas aspiraciones democráticas del pueblo ruso, aderezado con amenazas a la libertad de prensa y un fraude cantado, en términos similares al visto en los comicios parlamentarios de hace ya varias semanas. El ventajismo oficialista es tan burdo y evidente que ya ni es foco de estudio.

Una de las estrategias de captación del electorado ingenuo, es el exaltar el nacionalismo, que en muchos rusos está latente como un virus dormido. Un delirio de grandeza, diríamos, en psicología de las naciones.

Rusia busca retomar el pasado que no fue más. Hacer política internacional en pretérito como si el mundo de hoy fuese el mismo que le tocó vivir a la otrora URSS.

De lo anterior se explica razonablemente, por qué el interés de Rusia en ampliar sus lazos con ciertos países ideológicamente afines (aunque eso de la ideología es discutible) en América Latina. Ello, porque Rusia perdió prácticamente toda su órbita o zona de influencia en su campo natural de acción: Europa del Este, que ahora abraza a la Unión Europea y la OTAN.

Esto explicaría también la causa del férreo apoyo de Moscú a los regímenes sirio e iraní, ambos condenados internacionalmente por la represión de las libertades fundamentales y por su programa nuclear, respectivamente. No se trata sólo de salvaguardar sus intereses comerciales sino de a propósito servir de obstáculo para que se valore su “importancia geoestratégica”. Es como un déficit de atención solapado.

Por último, explicaría el porqué de las arengas anti-estadounidenses en los mítines oficialistas rusos. Putin de hecho prometió “rearmar” Rusia. Para pelear contra su sombra, contra un enemigo inexistente.

Para desgracia de sus habitantes, Rusia padece de delirio de grandeza.

 @OmarhUN

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