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Granja Natalia en Galipán: la perfección de la sencillez

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Hace 14 años

La topografía de Caracas nos permite viajar en pocos minutos -de este a oeste y de norte a sur-, de planicies a lomas. El ícono fundamental de la ciudad es y será siempre el majestuoso cerro El Ávila, que con su belleza y verdor escolta el gran valle. La montaña, además, tiene la magia que a sólo pocos minutos les sirve a los caraqueños de pulmón vegetal, así como lugar tanto de esparcimiento como para la práctica de actividades deportivas.

Y es precisamente en el Ávila, concretamente en el poblado de Galipán, donde hace una década se emprendió una de las movidas gastronómicas más interesantes de Caracas y sus alrededores. Galipán comenzó a explotarse turísticamente cuando los galipaneros  iniciaron pequeños negocios de ventas de las flores y frutas que se cultivan arriba. Esto dio paso a puestos informales de sándwiches de pernil, fresas con crema y algunas galletas artesanales, ofrecidas a los caraqueños que subían a respirar aire puro. Pronto, los pobladores con más visión vieron la oportunidad de ofrecer opciones culinarias de más nivel.

Ángel Sánchez Medina y su esposa María Alejandra Gruber, fueron uno de los pioneros en comenzar a vender en Galipán productos gourmet. Su iniciativa comenzó como una granja autosustentable donde sembraban hortalizas y especias y criaban animales de granja. Vendían todo lo que salía de su huerto y de los animales, hasta que comenzaron a darle valor agregado a los productos, llegando a tener un jamón curado y terrinas de conejo que llegaron a ostentar muy buenas críticas.

Ángel, cuando estudiaba arte en la Escuela de Federico Brandt, tuvo su primer acercamiento a los fogones al inscribirse en un curso de cocina con el francés Mark Audivert en Caracas. Luego, el argentino José Luis Soldini, vecino de Galipán, le enseñó el arte del asado sureño, que nos dice “es una técnica que se enfoca en el combustible, sobretodo la leña, para llegar a la brasa y temperatura ideal”. Es, de esta forma, como comenzó a hacerse un restaurante de manera espontánea y en el año 1999, justo antes del fatídico deslave que causó tantos daños en el Ávila y su falda norte, formalizaron el proyecto, llamándolo “Granja Natalia”, en memoria a la bisabuela del promotor.

El proyecto Granja Natalia ha tenido distintas etapas, agregando y desagregando socios. Actualmente -nos cuenta Sánchez-, han vuelto a sus orígenes, ofreciendo la cocina con esos elementos naturales y propios de una granja que pretendió en sus inicios el sueño cada vez más utópico de ser autosuficiente. “Creemos en la comida de terruño. Nuestros ingredientes, fundamentalmente las hortalizas y hierbas, tratamos que sean cultivadas en casa. Con respecto a nuestra filosofía, creemos en la onda del slow food, el comenzal puede venir a Granja Natalia con calma, beberse un vino o un trago disfrutando de la vista, el clima y una buena charla -incluso con el mismo chef del local-, luego comiendo bien y con tranquilidad con un servicio lleno de detalles que marcan la diferencia”.

La carta que crearon Ángel y María Alejandra -creativos, cultos y apasionados como son-, es precisa, exquisita, justo lo necesario. Pocas entradas, pocos principales y tres postres, cualquiera de las opciones honestas, naturales, atinadas al gusto de cada comensal. Así, tapas sencillas, panes artesanales de especias, tomates secos, con hongos y tapenades de aceitunas multicolores.

De las entradas destacan la “Crema Natalia”, de tomates del huerto, espesa en sabores y frescura, en teoría que sencillo es hacer una crema de tomate pero a su vez que difícil llegar a la perfección que tiene esa. La Terrine de Cochino con su ensalada verde y cebollas confitadas. Los refrescantes Spring rolls de ensaladilla de lechugas con menta, camarones y salsa de thai con papelón. De los platos principales, las carnes del asador estilo argentino y el cordero, son irrepetibles, con sides sencillos y sabrosos, muy vegetales: manzanas confitadas, papas colombianas salteadas con mantequilla y finas hierbas. Para terminar, los postres, Crepe de frutas, Tarte Tatin o Brownies de chocolate con helado.

Adicional a esto, María Alejandra acaba de abrir su “Tiendita de Natalia”, donde ofrece en una cesta a los visitantes sus panes artesanales, únicos en Caracas; así como galletas de canela y de aceite de oliva, todas endulzadas con papelón, los tapenades de aceitunas, entre otros productos de exquisita manufactura casera.

Granja Natalia es una opción refrescante, natural, exquisita, sencilla pero con gran gusto y sazón. Que mejor forma que disfrutar de ese pulmón natural a pocos minutos de la convulsionada Caracas y, por si fuera poco, respirando aire fresco en un verdor increíble con una vista sin igual al Mar Caribe.

Granja Natalia, queda en Galipán.

Reservaciones: 04163082800/ 04142723005/ 0212-8315132 / granjanatalia@hotmail.com

www.granjanataliagalipan.com

Twitter: @granjanatalia

Texto Juan Pablo Sucre/ Gourmet Lounge

Fotografías: Andrés Neher/ E5tudio.com

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