¡Tercera carta de un empresario a su hijo! por Carlos Dorado
En la época en que “pateaba calle” leí una frase de Antoine De Saint que me inspiró muchísimo: “Si quieres construir un barco, no empieces por buscar madera, cortar tablas o realizar planos; sino que primero, has de evocar en ti el anhelo de querer navegar en un mar libre y ancho”.
Yo no tenía ni madera, ni tablas, ni nada. Pero si tenía un deseo profundo de ser empresario, de ser libre. ¡Tenía una meta!, y esto me motivaba a tener la perseverancia para hacerla realidad; ya que en ese largo camino por recorrer, se encuentran muchísimas desilusiones y muchísimos motivos para abandonarla. Yo mismo, a veces cuando entraba en algunos sitios buscando captar un cliente y me trataban mal, me sentía como si me hubiesen dado un gancho al ojo, dejándome casi ciego, y me decía: ¡abandono! Así, golpeado, trataba de agarrar un segundo aire, y entraba al siguiente negocio, lograba un poco de atención, y conseguía un nuevo cliente, y gozaba de esa pequeña victoria, y me decía: “Carlos, un round más”. Un round más, de una pelea que nunca termina. Por eso hijo, debes siempre buscar el lado positivo y agradable; hasta de las situaciones más complicadas y dolorosas, pues éstas, te ayudarán a pasar más fácilmente los momentos difíciles de la pelea de tu vida empresarial, y a convertir los problemas en experiencias, que terminarán convirtiéndose en oportunidades.
“Quien tiene la voluntad, tiene la fuerza”, decía mi madre, y quizás unos acierten a la primera; lo que en mi caso no se cumple, pues no suelo acertar, sino después de muchísimos intentos. Pero es precisamente con esa voluntad férrea, que poco a poco va aflorando la disciplina, la variable quizás más importante en el éxito de un empresario. La disciplina es precisamente el precio a pagar, para hacer realidad esa meta. Es abordar los hechos duros, pragmáticos y brutales de la realidad y hacer lo que haga falta para que ocurran las cosas. ¡La disciplina surge cuando la visión se une al compromiso!
La disciplina es el puente entre las metas y el éxito; y todos sin excepción, tenemos que sufrir uno de los dos dolores: el dolor de la disciplina o el dolor del pesar. La diferencia está en que la disciplina pesa unas cuantas onzas, y el pesar; toneladas, y si en ese momento difícil abandonas, después te arrepentirás, pues una vez que tiras la toalla; el combate ya terminó, y sólo habrá un resultado: ¡Perdiste!
Los ganadores son precisamente aquellos individuos que hacen, lo que los fracasados no están dispuestos a hacer, aunque tampoco sea de su gusto, y sufran en los momentos difíciles; pero aguantan, con disciplina para hacer lo que saben que es importante y correcto en su vida, en lugar de lo que es fácil y divertido. Por eso hijo, la desesperación en los momentos difíciles no sirve para nada, y es en ese instante cuando la pasión y la disciplina tienen que permanecer intactas, por mucho que no haya herramientas. Es cuando tienes que apelar a la herramienta más importante que tienes: ¡Tú mismo, tu meta y siempre adelante!, ya que el progreso no tiene límites, y el mayor peligro no es que nuestra meta sea demasiado alta y no la alcancemos, sino que sea demasiado baja y la consigamos.
Sin embargo; después de años descubrí que una meta sirve simplemente como objetivo; ya que apenas logras alcanzar una, inmediatamente te planteas una nueva. ¡Esa es la vida de un empresario; una búsqueda constante de objetivos y metas a lograr, con trabajo y disciplina!, lo cual te hace tremendamente feliz, a pesar de todos los golpes.
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