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Capriles: “Si el Gobierno no da señales de cambio en el primer trimestre, el país impulsará un desenlace”

@diegoarroyogil

MARITZA DICE QUE PUEDE LLEGAR unos minutos tarde al trabajo, da a entender que no importa demasiado una pequeña demora. Vive en el sector El Winche, en filas de Mariche, Caracas, en una casita discreta, pequeña pero llena de muebles y de corotos. Para donde sea que uno mire hay un adorno, una olla, un reloj, un trasto. Para donde sea que uno mire en casa de Maritza encuentra asimismo un afiche, una tarjetita, un souvenir con el rostro de Hugo Chávez. En el estrecho descansillo que conduce al segundo piso, inclusive, sobre el muro interior cuelga una boina roja. En torno a ella hay cartulinas dispuestas más o menos armónicamente en las que la cara del difunto expresidente sonríe ante la evidencia de una devoción un tanto excesiva. ¿Y Maduro? ¿No hay ni una fotito de Nicolás Maduro? No. Maduro es el gran ausente.

Converso con Maritza y le pregunto dónde trabaja. En el Metro, dice. En el mantenimiento de la estación La California. Estamos ambos de pie, en el umbral de la cocina, viendo la escena. La mujer está algo enrarecida porque hace 10 o 15 minutos le tocó la puerta Henrique Capriles y ella, asombrada de verlo en persona, le dio acceso y le permitió que la saludara y le diera un abrazo.

Capriles está en El Winche para hacer entrega de unos certificados para compra de materiales de construcción. De camino al lugar en el que está pautado el encuentro con los vecinos de la zona, ha parado aquí. Tiene un gusto intencionado el gobernador: allí donde ve que hay un afiche de Chávez colgado de una ventana, allí entra. Hoy le ha tocado a Maritza. Ayer, a otra. Mañana, a otros.

Son las 12 del mediodía del 15 de diciembre de 2015. Se cumplen 16 años de la tragedia de Vargas y de la aprobación de la Constitución de 1999. Así lo recuerda Capriles sentado en la sala de Maritza, quien le ha permitido que transmita desde allí su mensaje radial diario de esa hora, por RCR 750AM. “Aquí el problema más grave que tenemos es la falta de agua –dice Maritza mientras el gobernador hace su transmisión–. Así no se puede seguir, ¿no? Yo solo vivo para mantener a los dos hijos que me quedan. Los otros ya se fueron y tienen su propia vida”, y señala a una adolescente que responde con una mirada tímida, el cuerpo inmóvil entre la gente que se ha asomado para echarle un ojo el visitante.

Concluido el pase de radio, el gobernador se levanta y se acerca al umbral de la cocina, desde donde Maritza ha estado observando la escena. Viene a conversar con él un vecino que ha aprovechado el momento para hacerle una solicitud y, también, para dar su opinión sobre lo que se debe hacer nada menos que con Chávez. “Yo creo que hay que dejarlo descansar en paz”, dice el hombre. Maritza guarda silencio. Sigue enrarecida pero de ninguna manera hace muecas de antipatía. Todo lo contrario: es una mujer hospitalaria. Nos presta el comedor de su casa para que hagamos la entrevista.

—¿Está aclarando la mañana en Venezuela, como dice la canción?

—La canción no ha perdido vigencia —dice Capriles—. Se usó en una campaña, pero sigue vigente. Esa canción salió solita otra vez. Creo que hemos dado un paso importante para el cambio de rumbo en Venezuela.

—Pero la oscurana sigue siendo muy grande. La gente está pasando hambre.

—Cuando está más oscura la noche es cuando más cerca está el amanecer. Por supuesto, el panorama económico del país es tan complejo que decirle a la gente que ya resolvimos los problemas sería mentirle. Hay que ser muy cuidadoso para que el nivel de expectativa no genere algún tipo de frustración. El haber ganado la Asamblea Nacional es un paso en el cambio de rumbo, pero estemos claros de que tenemos el mismo Gobierno, que es el causante de que se haya acentuado la crisis económica.

–Ha dicho que el 6D mucha gente optó por el voto-castigo, y que ese voto-castigo hay que sumarlo a un proyecto. ¿Cuál es ese proyecto y cómo se le suma el voto-castigo?

—Los resultados hay que verlos sin caerse a coba… –Capriles baja un poco la voz–: La señora Maritza, como te habrás dado cuenta, es una activista del PSUV y seguro votó por ellos, pero esta comunidad es 90/10, 80/20. Aquí hubo voto-castigo porque la situación económica es muy dura. ¿A quién la crisis no le ha tocado la puerta?

—El hambre vota.

—Yo no lo diría así. Es la crisis económica. Lo he dicho desde hace dos años, y no porque tenga una bola de cristal: “Señores, aquí viene una crisis económica sin precedentes en nuestra historia, es una oportunidad para organizar el país de abajo hacia arriba y de que esa mayoría se exprese a pesar de todos los inconvenientes”. La mayoría que se expresó el domingo (6D) está conformada por varios sectores, y uno de ellos es el del voto-castigo. Ahora hay que convertir a ese sector en una fuerza militante del cambio.

—¿Cómo se hace eso?

—Pasa por explicar muy bien todo, por seguir haciendo lo que están haciendo hoy nuestros diputados, como Adriana D’Elia y Rafael Guzmán. Esto no es común en Venezuela: que tú veas a unos diputados que fueron electos y que sigan haciendo recorridos después de las elecciones. Yo estoy físicamente agotado, porque este es un ritmo que desgasta, pero después del domingo siento que tengo más compromiso y más trabajo, que tengo que responderle a la gente. Me preguntas cómo se logra: ¿no tienes medios de comunicación?, entonces tienes que ir en persona a llevarle los proyectos de ley a la gente y explicar: “Vamos a dar títulos de propiedad”, “Vamos a aprobar la ley candado”, “Vamos a revisar el presupuesto nacional para atender las prioridades de los venezolanos”. Hay que acercarse más a la gente.

—“Estoy muy preocupado por la actitud de Nicolás Maduro”. La frase es suya. La dijo a propósito del comportamiento que ha tenido el presidente luego del 6D. ¿Es que usted esperaba gestos de magnanimidad de parte de Maduro?

—Quiero que quede claro: yo no juego al estallido social en Venezuela, no juego a la explosión del país. Para mí lo importante no es dónde quedo yo políticamente. Nosotros no somos el médico que viene a salvar al Gobierno. No. Nosotros somos el médico que puede salvar al país. Porque el país no es el Gobierno. Hay una distancia larguísima entre ambos. Son kilómetros de distancia: es como desde Santa Elena de Uairén hasta La Goajira. ¿Por qué digo que estoy preocupado? Porque las condiciones económicas y sociales del país son peores que en el momento del Caracazo. Estamos llegando casi al 80% de pobreza de ingreso. Cuando hablo de pobreza de ingreso me refiero a que si bien tú puedes tener una casa, no tienes cómo vivir. Con un resultado como el del domingo, era como para escuchar decir a Nicolás, y no porque sea magnánimo: “Vamos a un diálogo”. La situación económica del país hoy lo obliga. Así fuese una farsa, así eso quedara en nada. ¡Pero esta actitud…! Él está forzando una explosión en el país y nosotros no jugamos a eso. Al menos, yo no. La impresión que tengo es que el Gobierno está forzando un desenlace político. Ellos quieren presionar, provocar para que la respuesta nuestra sea poner el problema económico a un lado para irnos de nuevo a la confrontación política, cosa con la cual yo no estoy de acuerdo.

—Pero hay un sector de la oposición que puede pisar ese peine.

—No hay “La Salida, segunda parte”. No la hay. No la vamos a acompañar. No va a pasar lo que pasó el año pasado. Me refiero a que nos faltó, yo diría, más firmeza para salir y levantar la voz: “Señores, o ustedes cambian la política que están planteando, o hay una ruptura”. Te lo digo clarito.

–¿Una ruptura dentro de la MUD?

—Dentro del cambio. No podemos circunscribir al país que quiere cambio a la Mesa. Si nosotros hubiésemos acompañado “La Salida” el año pasado, no hubiéramos llegado al 6 de diciembre: hubiésemos enterrado la política. “La Salida” mataba la vía electoral. Había voceros de “La Salida” que decían: “Esto no sale con votos”, “Las elecciones son una farsa”, “Capriles solo plantea la vía electoral”. Ya se les olvidó. No vivo de hacer alusiones al pasado como el Gobierno, pero lo cierto es que el pasado tiene que haber dejado un aprendizaje. Ese “Ya”, alimentado artificialmente por las redes sociales… ¿te acuerdas de eso? ¿Cuál fue el resultado? Me parece que hace falta hacer una reflexión profunda sobre eso durante estos días navideños. En esta victoria (del 6D) tiene que haber humildad, madurez y serenidad. Son tres cosas que se requieren en este momento. La falta de respuesta del Gobierno a la situación económica va a generar un desenlace. No hay forma de que no haya un desenlace, pero ese desenlace lo va a terminar impulsando el propio Gobierno. ¿A qué están jugando? A que la oposición se monte en una agenda política: “¡Ah, Maduro, ¿tú estás en esa actitud?! Bueno, chico, vamos a salir a recoger firmas”. No, hermano, aguante ahí. La gente está esperando de nosotros iniciativas que permitan comenzar un proceso de recuperación del país. Si el Gobierno las tranca, quedará en evidencia de que no quiere una solución a los problemas económicos del país.

—¿Pero no cree que es evidente que el Gobierno no quiere ningún cambio?

—Todavía no se ha instalado la nueva Asamblea Nacional.

—¿Qué lapso tiene el Gobierno para corregirse?

—Yo le daría un trimestre. El primer trimestre del año que viene es decisivo en términos económicos. Estás hablando de un primer trimestre donde habrá un problema muy duro en los inventarios. El Gobierno tiene que comenzar el año dando señales de rescate de la economía, poniendo orden en el problema cambiario, por ejemplo. Si el Gobierno no da señales en el primer trimestre del año, el país mismo, sin locuras, el país del centro, el que no está en los extremos, va a impulsar un desenlace.

—¿De qué tipo?

—Constitucional.

—¿Un revocatorio, una Constituyente?

—No hablaría de una Constituyente. Si tienes las dos terceras partes de la Asamblea, ¿para qué una Constituyente? ¿Tú sabes el poder que tiene la Asamblea Nacional en términos de la reinstitucionalización del país? ¿Para qué vas a someter al país a una Constituyente para elaborar una nueva Constitución?

—Cuando usted era candidato presidencial anunció que ya sabía quién sería su ministro de la Defensa…

—¡Sí, está ahí! ¡Está ahí!

—…y dijo que era un oficial activo. ¿Qué le dice hoy ese hombre sobre la situación que se vive puertas adentro en la Fuerza Armada?

—No hemos hablado. Se cortó el canal de comunicación.

—Entre periodistas se decía que ese oficial era Padrino López.

—No, no, no. Ese es un secreto de Estado.

—¿Tiene usted alguna información que nos ayude a confirmar o a negar los rumores de que el 6D el ministro Padrino se le plantó al Gobierno para obligarlo a reconocer los resultados?

—Para mí son puros chismes. Lo que yo sí afirmo y reafirmo una y otra vez es esto: la solución a la crisis venezolana jamás será un golpe militar. Nunca, nunca. Un golpe militar sería la peor solución a la crisis venezolana. La Fuerza Armada tiene un rol muy importante que cumplir y ese rol está previsto en el texto constitucional. Con el discurso de salutación a la Fuerza Armada Maduro irrespetó a la Fuerza Armada. Un comandante en jefe no se manda un discurso como ese. Ese no es el discurso de un hombre que calce como comandante en jefe. Fue un discurso politiquero que para nada contribuye con la situación que vive el país, un discurso que más bien alienta la división interna dentro de la Fuerza Armada, porque esa división interna existe. Es imposible que los soldados de la patria no estén afectados por la crisis, porque los soldados de la patria no son los enchufados. Enchufados son los que tienen camionetotas y 50 escoltas, pero esos no son los soldados. Con ese que iba a ser mi ministro de la Defensa mis conversaciones no fueron para desestabilizar, porque los civiles no damos golpes de Estado. Mi comunicación con él se debía a que había que tener una visión de cuál sería el equipo que le íbamos a presentar al país, y porque a mí me interesa que haya institucionalidad en la Fuerza Armada. En cuanto a los rumores de estos días… Mira, en Venezuela hay extremos, y los extremos se necesitan. Ya este extremo empieza a activar al otro, ¿y cómo lo activa? Con la campaña de que fueron las armas las que obligaron a Maduro a aceptar el resultado. Este extremo que está aquí anda diciendo: “Maduro no va a aceptar lo que pasó el domingo”, “Maduro no aceptó la derrota electoral sino el dictamen de la Fuerza Armada”… ¿Y sabes por qué? Porque hay un sector al cual la salida electoral lo mata. Hay gente en Venezuela que hoy celebra la salida electoral pero que no cree en ella. No se olviden de eso.

—¿Pero cree usted que esos dos extremos están conversando?

—Yo no sé si conversan, honestamente. No tengo pruebas de que lo hagan, pero es que no necesitan conversar: se retroalimentan. El año pasado fue un ejemplo de eso. ¿Quién terminó alimentando las guarimbas? ¿Quién las necesitaba? El Gobierno. Sin embargo, hay gente a la que le dices eso y te responde que no, que el problema fue que no hubo más guarimbas. Son sectores que juegan a confundir. Ahora están escondidos, disfrazados detrás de la victoria electoral. ¿No has visto cuántos padres tiene la victoria del 6D? Impresionante. Ahora algunos salen a decir que fue producto de un operativo que montaron en defensa del voto. Yo no sé, pero aquí en El Winche no los vimos. ¿Dónde los defendieron? ¿Allá en el colegio donde yo voto, allá en el Santo Tomás de Villanueva? Quizá fue allá. Lo que más celebro del domingo es la victoria de una forma de hacer política que ha dicho que tenemos un Gobierno tramposo, irregular, capaz de cualquier cosa, pero que si nosotros logramos articular una fuerza con todas las clases sociales, con arraigo popular, las cosas cambian. Porque aquí hay liderazgo para llegar a los barrios. No es el liderazgo que vemos en el Twitter. La paciencia es amarga, ¿a quién le gusta esperar?, pero a veces hay que esperar. Creo que el tiempo nos dio la razón. Aguantamos y aguantamos. Hay que tener coraje para que cuando te dicen: “Por aquí es”, y tú estás seguro de que por ahí no es, tú le digas a la gente: “No”. Yo me acuerdo cuando el país pedía la abstención (en 2005). A nosotros no estaban crucificando. ¡Crucificando! Nos dijeron, incluso: “Si ustedes no se suman a la abstención en alguna pantalla de televisión, más nunca van a salir, más nunca”. Y se fracturó Primero Justicia y nos quedamos solos. Ahí había que decir que no, pero éramos muy inmaduros todavía. Entonces hoy me vienen con “La Salida, segunda parte” y no, señor. Por ahí no, compañero.

—Quiere decir que sería usted más firme, entonces.

—Absolutamente. Ya lo fui antes de la victoria del domingo, algunos lo habrán visto a pesar de la censura que hay sobre mí, cuando dije: “¡Cuidado con atajos!”.

—Porque en 2014 los desacuerdos se manejaron muy por debajo.

—Sí, aquello de “Vamos a evitar que se divida la cosa”, etcétera. Ahora no. No existe esa posibilidad. ¿Te acuerdas de las pataletas que armaron con la tarjeta única? Uno después se ríe solo, y todo el mundo cantando: “¡Abajo, a la izquierda, en la esquina, la de la manito!”.

Al terminar la entrevista, Capriles se despide de Maritza y sale a la calle a recibir a un grupo de vecinos que lo esperan. Son sobre todo mujeres que quieren hacerse fotos con él. Maritza se queda en casa. En un rato sale rumbo a su trabajo. El Metro la espera.

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@diegoarroyogil

MARITZA DICE QUE PUEDE LLEGAR unos minutos tarde al trabajo, da a entender que no importa demasiado una pequeña demora. Vive en el sector El Winche, en filas de Mariche, Caracas, en una casita discreta, pequeña pero llena de muebles y de corotos. Para donde sea que uno mire hay un adorno, una olla, un reloj, un trasto. Para donde sea que uno mire en casa de Maritza encuentra asimismo un afiche, una tarjetita, un souvenir con el rostro de Hugo Chávez. En el estrecho descansillo que conduce al segundo piso, inclusive, sobre el muro interior cuelga una boina roja. En torno a ella hay cartulinas dispuestas más o menos armónicamente en las que la cara del difunto expresidente sonríe ante la evidencia de una devoción un tanto excesiva. ¿Y Maduro? ¿No hay ni una fotito de Nicolás Maduro? No. Maduro es el gran ausente.

Converso con Maritza y le pregunto dónde trabaja. En el Metro, dice. En el mantenimiento de la estación La California. Estamos ambos de pie, en el umbral de la cocina, viendo la escena. La mujer está algo enrarecida porque hace 10 o 15 minutos le tocó la puerta Henrique Capriles y ella, asombrada de verlo en persona, le dio acceso y le permitió que la saludara y le diera un abrazo.

Capriles está en El Winche para hacer entrega de unos certificados para compra de materiales de construcción. De camino al lugar en el que está pautado el encuentro con los vecinos de la zona, ha parado aquí. Tiene un gusto intencionado el gobernador: allí donde ve que hay un afiche de Chávez colgado de una ventana, allí entra. Hoy le ha tocado a Maritza. Ayer, a otra. Mañana, a otros.

Son las 12 del mediodía del 15 de diciembre de 2015. Se cumplen 16 años de la tragedia de Vargas y de la aprobación de la Constitución de 1999. Así lo recuerda Capriles sentado en la sala de Maritza, quien le ha permitido que transmita desde allí su mensaje radial diario de esa hora, por RCR 750AM. “Aquí el problema más grave que tenemos es la falta de agua –dice Maritza mientras el gobernador hace su transmisión–. Así no se puede seguir, ¿no? Yo solo vivo para mantener a los dos hijos que me quedan. Los otros ya se fueron y tienen su propia vida”, y señala a una adolescente que responde con una mirada tímida, el cuerpo inmóvil entre la gente que se ha asomado para echarle un ojo el visitante.

Concluido el pase de radio, el gobernador se levanta y se acerca al umbral de la cocina, desde donde Maritza ha estado observando la escena. Viene a conversar con él un vecino que ha aprovechado el momento para hacerle una solicitud y, también, para dar su opinión sobre lo que se debe hacer nada menos que con Chávez. “Yo creo que hay que dejarlo descansar en paz”, dice el hombre. Maritza guarda silencio. Sigue enrarecida pero de ninguna manera hace muecas de antipatía. Todo lo contrario: es una mujer hospitalaria. Nos presta el comedor de su casa para que hagamos la entrevista.

—¿Está aclarando la mañana en Venezuela, como dice la canción?

—La canción no ha perdido vigencia —dice Capriles—. Se usó en una campaña, pero sigue vigente. Esa canción salió solita otra vez. Creo que hemos dado un paso importante para el cambio de rumbo en Venezuela.

—Pero la oscurana sigue siendo muy grande. La gente está pasando hambre.

—Cuando está más oscura la noche es cuando más cerca está el amanecer. Por supuesto, el panorama económico del país es tan complejo que decirle a la gente que ya resolvimos los problemas sería mentirle. Hay que ser muy cuidadoso para que el nivel de expectativa no genere algún tipo de frustración. El haber ganado la Asamblea Nacional es un paso en el cambio de rumbo, pero estemos claros de que tenemos el mismo Gobierno, que es el causante de que se haya acentuado la crisis económica.

–Ha dicho que el 6D mucha gente optó por el voto-castigo, y que ese voto-castigo hay que sumarlo a un proyecto. ¿Cuál es ese proyecto y cómo se le suma el voto-castigo?

—Los resultados hay que verlos sin caerse a coba… –Capriles baja un poco la voz–: La señora Maritza, como te habrás dado cuenta, es una activista del PSUV y seguro votó por ellos, pero esta comunidad es 90/10, 80/20. Aquí hubo voto-castigo porque la situación económica es muy dura. ¿A quién la crisis no le ha tocado la puerta?

—El hambre vota.

—Yo no lo diría así. Es la crisis económica. Lo he dicho desde hace dos años, y no porque tenga una bola de cristal: “Señores, aquí viene una crisis económica sin precedentes en nuestra historia, es una oportunidad para organizar el país de abajo hacia arriba y de que esa mayoría se exprese a pesar de todos los inconvenientes”. La mayoría que se expresó el domingo (6D) está conformada por varios sectores, y uno de ellos es el del voto-castigo. Ahora hay que convertir a ese sector en una fuerza militante del cambio.

—¿Cómo se hace eso?

—Pasa por explicar muy bien todo, por seguir haciendo lo que están haciendo hoy nuestros diputados, como Adriana D’Elia y Rafael Guzmán. Esto no es común en Venezuela: que tú veas a unos diputados que fueron electos y que sigan haciendo recorridos después de las elecciones. Yo estoy físicamente agotado, porque este es un ritmo que desgasta, pero después del domingo siento que tengo más compromiso y más trabajo, que tengo que responderle a la gente. Me preguntas cómo se logra: ¿no tienes medios de comunicación?, entonces tienes que ir en persona a llevarle los proyectos de ley a la gente y explicar: “Vamos a dar títulos de propiedad”, “Vamos a aprobar la ley candado”, “Vamos a revisar el presupuesto nacional para atender las prioridades de los venezolanos”. Hay que acercarse más a la gente.

—“Estoy muy preocupado por la actitud de Nicolás Maduro”. La frase es suya. La dijo a propósito del comportamiento que ha tenido el presidente luego del 6D. ¿Es que usted esperaba gestos de magnanimidad de parte de Maduro?

—Quiero que quede claro: yo no juego al estallido social en Venezuela, no juego a la explosión del país. Para mí lo importante no es dónde quedo yo políticamente. Nosotros no somos el médico que viene a salvar al Gobierno. No. Nosotros somos el médico que puede salvar al país. Porque el país no es el Gobierno. Hay una distancia larguísima entre ambos. Son kilómetros de distancia: es como desde Santa Elena de Uairén hasta La Goajira. ¿Por qué digo que estoy preocupado? Porque las condiciones económicas y sociales del país son peores que en el momento del Caracazo. Estamos llegando casi al 80% de pobreza de ingreso. Cuando hablo de pobreza de ingreso me refiero a que si bien tú puedes tener una casa, no tienes cómo vivir. Con un resultado como el del domingo, era como para escuchar decir a Nicolás, y no porque sea magnánimo: “Vamos a un diálogo”. La situación económica del país hoy lo obliga. Así fuese una farsa, así eso quedara en nada. ¡Pero esta actitud…! Él está forzando una explosión en el país y nosotros no jugamos a eso. Al menos, yo no. La impresión que tengo es que el Gobierno está forzando un desenlace político. Ellos quieren presionar, provocar para que la respuesta nuestra sea poner el problema económico a un lado para irnos de nuevo a la confrontación política, cosa con la cual yo no estoy de acuerdo.

—Pero hay un sector de la oposición que puede pisar ese peine.

—No hay “La Salida, segunda parte”. No la hay. No la vamos a acompañar. No va a pasar lo que pasó el año pasado. Me refiero a que nos faltó, yo diría, más firmeza para salir y levantar la voz: “Señores, o ustedes cambian la política que están planteando, o hay una ruptura”. Te lo digo clarito.

–¿Una ruptura dentro de la MUD?

—Dentro del cambio. No podemos circunscribir al país que quiere cambio a la Mesa. Si nosotros hubiésemos acompañado “La Salida” el año pasado, no hubiéramos llegado al 6 de diciembre: hubiésemos enterrado la política. “La Salida” mataba la vía electoral. Había voceros de “La Salida” que decían: “Esto no sale con votos”, “Las elecciones son una farsa”, “Capriles solo plantea la vía electoral”. Ya se les olvidó. No vivo de hacer alusiones al pasado como el Gobierno, pero lo cierto es que el pasado tiene que haber dejado un aprendizaje. Ese “Ya”, alimentado artificialmente por las redes sociales… ¿te acuerdas de eso? ¿Cuál fue el resultado? Me parece que hace falta hacer una reflexión profunda sobre eso durante estos días navideños. En esta victoria (del 6D) tiene que haber humildad, madurez y serenidad. Son tres cosas que se requieren en este momento. La falta de respuesta del Gobierno a la situación económica va a generar un desenlace. No hay forma de que no haya un desenlace, pero ese desenlace lo va a terminar impulsando el propio Gobierno. ¿A qué están jugando? A que la oposición se monte en una agenda política: “¡Ah, Maduro, ¿tú estás en esa actitud?! Bueno, chico, vamos a salir a recoger firmas”. No, hermano, aguante ahí. La gente está esperando de nosotros iniciativas que permitan comenzar un proceso de recuperación del país. Si el Gobierno las tranca, quedará en evidencia de que no quiere una solución a los problemas económicos del país.

—¿Pero no cree que es evidente que el Gobierno no quiere ningún cambio?

—Todavía no se ha instalado la nueva Asamblea Nacional.

—¿Qué lapso tiene el Gobierno para corregirse?

—Yo le daría un trimestre. El primer trimestre del año que viene es decisivo en términos económicos. Estás hablando de un primer trimestre donde habrá un problema muy duro en los inventarios. El Gobierno tiene que comenzar el año dando señales de rescate de la economía, poniendo orden en el problema cambiario, por ejemplo. Si el Gobierno no da señales en el primer trimestre del año, el país mismo, sin locuras, el país del centro, el que no está en los extremos, va a impulsar un desenlace.

—¿De qué tipo?

—Constitucional.

—¿Un revocatorio, una Constituyente?

—No hablaría de una Constituyente. Si tienes las dos terceras partes de la Asamblea, ¿para qué una Constituyente? ¿Tú sabes el poder que tiene la Asamblea Nacional en términos de la reinstitucionalización del país? ¿Para qué vas a someter al país a una Constituyente para elaborar una nueva Constitución?

—Cuando usted era candidato presidencial anunció que ya sabía quién sería su ministro de la Defensa…

—¡Sí, está ahí! ¡Está ahí!

—…y dijo que era un oficial activo. ¿Qué le dice hoy ese hombre sobre la situación que se vive puertas adentro en la Fuerza Armada?

—No hemos hablado. Se cortó el canal de comunicación.

—Entre periodistas se decía que ese oficial era Padrino López.

—No, no, no. Ese es un secreto de Estado.

—¿Tiene usted alguna información que nos ayude a confirmar o a negar los rumores de que el 6D el ministro Padrino se le plantó al Gobierno para obligarlo a reconocer los resultados?

—Para mí son puros chismes. Lo que yo sí afirmo y reafirmo una y otra vez es esto: la solución a la crisis venezolana jamás será un golpe militar. Nunca, nunca. Un golpe militar sería la peor solución a la crisis venezolana. La Fuerza Armada tiene un rol muy importante que cumplir y ese rol está previsto en el texto constitucional. Con el discurso de salutación a la Fuerza Armada Maduro irrespetó a la Fuerza Armada. Un comandante en jefe no se manda un discurso como ese. Ese no es el discurso de un hombre que calce como comandante en jefe. Fue un discurso politiquero que para nada contribuye con la situación que vive el país, un discurso que más bien alienta la división interna dentro de la Fuerza Armada, porque esa división interna existe. Es imposible que los soldados de la patria no estén afectados por la crisis, porque los soldados de la patria no son los enchufados. Enchufados son los que tienen camionetotas y 50 escoltas, pero esos no son los soldados. Con ese que iba a ser mi ministro de la Defensa mis conversaciones no fueron para desestabilizar, porque los civiles no damos golpes de Estado. Mi comunicación con él se debía a que había que tener una visión de cuál sería el equipo que le íbamos a presentar al país, y porque a mí me interesa que haya institucionalidad en la Fuerza Armada. En cuanto a los rumores de estos días… Mira, en Venezuela hay extremos, y los extremos se necesitan. Ya este extremo empieza a activar al otro, ¿y cómo lo activa? Con la campaña de que fueron las armas las que obligaron a Maduro a aceptar el resultado. Este extremo que está aquí anda diciendo: “Maduro no va a aceptar lo que pasó el domingo”, “Maduro no aceptó la derrota electoral sino el dictamen de la Fuerza Armada”… ¿Y sabes por qué? Porque hay un sector al cual la salida electoral lo mata. Hay gente en Venezuela que hoy celebra la salida electoral pero que no cree en ella. No se olviden de eso.

—¿Pero cree usted que esos dos extremos están conversando?

—Yo no sé si conversan, honestamente. No tengo pruebas de que lo hagan, pero es que no necesitan conversar: se retroalimentan. El año pasado fue un ejemplo de eso. ¿Quién terminó alimentando las guarimbas? ¿Quién las necesitaba? El Gobierno. Sin embargo, hay gente a la que le dices eso y te responde que no, que el problema fue que no hubo más guarimbas. Son sectores que juegan a confundir. Ahora están escondidos, disfrazados detrás de la victoria electoral. ¿No has visto cuántos padres tiene la victoria del 6D? Impresionante. Ahora algunos salen a decir que fue producto de un operativo que montaron en defensa del voto. Yo no sé, pero aquí en El Winche no los vimos. ¿Dónde los defendieron? ¿Allá en el colegio donde yo voto, allá en el Santo Tomás de Villanueva? Quizá fue allá. Lo que más celebro del domingo es la victoria de una forma de hacer política que ha dicho que tenemos un Gobierno tramposo, irregular, capaz de cualquier cosa, pero que si nosotros logramos articular una fuerza con todas las clases sociales, con arraigo popular, las cosas cambian. Porque aquí hay liderazgo para llegar a los barrios. No es el liderazgo que vemos en el Twitter. La paciencia es amarga, ¿a quién le gusta esperar?, pero a veces hay que esperar. Creo que el tiempo nos dio la razón. Aguantamos y aguantamos. Hay que tener coraje para que cuando te dicen: “Por aquí es”, y tú estás seguro de que por ahí no es, tú le digas a la gente: “No”. Yo me acuerdo cuando el país pedía la abstención (en 2005). A nosotros no estaban crucificando. ¡Crucificando! Nos dijeron, incluso: “Si ustedes no se suman a la abstención en alguna pantalla de televisión, más nunca van a salir, más nunca”. Y se fracturó Primero Justicia y nos quedamos solos. Ahí había que decir que no, pero éramos muy inmaduros todavía. Entonces hoy me vienen con “La Salida, segunda parte” y no, señor. Por ahí no, compañero.

—Quiere decir que sería usted más firme, entonces.

—Absolutamente. Ya lo fui antes de la victoria del domingo, algunos lo habrán visto a pesar de la censura que hay sobre mí, cuando dije: “¡Cuidado con atajos!”.

—Porque en 2014 los desacuerdos se manejaron muy por debajo.

—Sí, aquello de “Vamos a evitar que se divida la cosa”, etcétera. Ahora no. No existe esa posibilidad. ¿Te acuerdas de las pataletas que armaron con la tarjeta única? Uno después se ríe solo, y todo el mundo cantando: “¡Abajo, a la izquierda, en la esquina, la de la manito!”.

Al terminar la entrevista, Capriles se despide de Maritza y sale a la calle a recibir a un grupo de vecinos que lo esperan. Son sobre todo mujeres que quieren hacerse fotos con él. Maritza se queda en casa. En un rato sale rumbo a su trabajo. El Metro la espera.

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