Ramonet: Maduro, dame lo mío, y te reconozco por Víctor Suárez - Runrun
Ramonet: Maduro, dame lo mío, y te reconozco por Víctor Suárez

Víctor Suarez / Especial Madrid

Ignacio Ramonet y Nicolas Maduro

-Sé que te vas a reunir con Maduro, ¿nos podrías adelantar lo que le vas a decir?, desliza el meloso Vladimir Villegas, al final de su programa especial que le hizo el viernes de 8 a 9 de la noche al director de Le Monde Diplomatique, el español Ignacio Ramonet, por Globovisión.

Ramonet, biógrafo de Fidel Castro y de Hugo Chávez, propagandista de la revolución bolivariana en Europa, eludió la pregunta «por razones obvias», pero durante todo el programa demostró que conocía de punta a punta la travesía de Nicolás Maduro. Estaba preparado para su encuentro con el presidente venezolano. Lo describió como sindicalista que «siempre tiende la mano», como parlamentario, como canciller y como «garante» del chavismo en el poder.

Hizo evidente que el propósito de su visita a Venezuela tenía (tiene) como objetivo adelantar convenios para intentar salvar una brecha desde siempre existente: Maduro no tiene épica, no tiene currículum heroico, no es un líder duro, no concuerda con la tradición que en quince años ha querido imponer la maquinaria chavista, se encuentra en la sima del favor popular, no «le paran bola». Y se ofrece Ramonet para escribirle una historia conveniente que le convierta en el exterior del país en el cabal heredero de un Chávez, «al que admiro».

Ramonet ha disfrutado de gran éxito político y económico en Venezuela, con Chávez. Durante una década puso su franquicia francesa impresa, Le Monde Diplomatique, a la orden de los populismos latinoamericanos. Chupa, además, de Cuba, de Ecuador, de Bolivia, de Brasil. Contribuyó en gran medida a sostener el mito del «buen salvaje latinoamericano». Hizo escuela, junto con el mexicano-alemán Heinz Dieterich, en la internacionalización del «Socialismo del Siglo XXI», manantial asumido muy pronto por los jóvenes politólogos españoles que luego fundaron Podemos (Iglesias, Monedero, Errejón, Serrano, Alegre, que hoy son auscultados en su país por financiamiento ilegal y cuentas oscuras). Ramonet inventó una edición venezolana de su particular Le Monde, y cobraba cifras muchísimo más astronómicas que las facturadas por sus congéneres. Un editor venezolano, actualmente en desgracia, me dijo que había visto cheques (¿Cuánto?, pregunté. No bajaban de 260 mil euros, respondió) expedidos por Pdvsa por concepto de ediciones especiales en las que se contaban las maravillas de la revolución.

(En una oportunidad, por el simple hecho de que le habían robado la cartera y con ella el efectivo y las tarjetas de crédito durante un toque técnico en Barcelona, un antiguo amigo periodista se hospedó en mi casa en Madrid. Una especie de asilo, que no se le niega a ningún desvalido. En Bucarest, Rumania, había sido invitado a la reunión anual que congrega Le Monde Diplomatique con su red de corresponsales y negociantes en diversas capitales. Me habló de las dificultades que la dirección estaba encontrando en Venezuela. La edición local no pasaba de 3.000 ejemplares, distribuidos en los ministerios y en los locales del PSUV. Cuando se hicieron los balances, contaba, sentía que le presionaban, aun cuando no era responsable de los contratos sino de la edición de los contenidos. Los negocios no fluían con tanta presteza, como cuando vivía Chávez).

La mejor porción se la estaba llevando Podemos, con más de tres millones de euros facturados en poco tiempo. Dieterich había desertado y se había colocado en la trinchera contraria, al punto de haberle puesto fecha (abril 2015) a la caída del régimen. La estima por la revolución bolivariana había bajado de intensidad en Europa. La figura Chávez (y su legado) se había revertido. Ya no se le consideraba un líder emergente, por cuanto se había constatado in extenso que los resultados de sus políticas habían conducido a Venezuela al despeñadero. Nadie quiere ese esquema. Ramonet tenía que actuar. Lo está haciendo. Pero su argumentación en favor del mito arrollador anti-capitalista que representaba su apuesta inicial, ahora se refugia en «Diplomacia venezolana debe actuar con sutileza en EEUU», como resume Globovisión su participación en el especial nocturno de «Vladimir a la 1».

BIOGRAFIA URGENTE

Ramonet va a decirle hoy a Maduro que necesita ayuda internacional urgente, y que él se la puede proporcionar. Podemos ha recogido velas. No le interesa exponerse, aunque tenga facturas por cobrar. Le felicitará por haber sacado a su antiguo benefactor Rafael Ramírez (Pdvsa, fuente principal de sus alcancías) de la cancillería y colocado a Delcy Rodríguez, hermana del alcalde caraqueño. Le dirá que ha sido una buena decisión haber colocado a Mauricio Rodríguez al frente de la vice-presidencia de información internacional, en el entendido de que habrá una recontraofensiva bien fondeada en ámbitos principalmente europeos. Mauricio es hijo de un antiguo militante del MIR, mi fallecido amigo Mariano Rodríguez, sin parentesco con los otros Rodríguez. Los ascendientes vienen de luchas en Chile y Venezuela, en el caso de Mauricio, y de Jorge, gran líder universitario de los ´70, reventado hasta la muerte, en el caso de Delcy.

(El amigo, el que buscó mi cobijo, me dice: La lucha interna es fuerte. No queremos a Maduro. Nadie quiere a Maduro. Nuestro hombre para dirigir al partido es Jorge Rodríguez).

Ido Dieterich, espantados los españoles de Podemos, el gallego Ramonet busca una nueva oportunidad para mantener su vida chulesca. Oportunidad difícil, porque hoy la cuesta es más sinuosa que la transitada una década atrás. Su competidor más cercano en el ámbito de los hagiógrafos es Ignacio Serrano Mancilla, director del Celag (Ecuador), economista español que cobra directamente como director de línea del laboratorio social de GIS XXI, organización fundada por el actual presidente del Banco Central de Venezuela, Nelson Merentes, y hoy dirigida por Jesse Chacón, ministro de energía eléctrica. Un enemigo menor. Ramonet le gana, por peteneras, por capacidad envolvente, por sagacidad.

Serrano Mancilla ha escrito un libro sobre un tema harto inconcebible: El Pensamiento Económico de Hugo Chávez, al que ni siquiera van los chavistas a sus presentaciones. Ramonet ha cortado y pegado cientos de párrafos de la extensa verbalización de Fidel Castro y se ha posicionado como jalabola superior.

Maduro le va decir, dale, Ramonet. Lo necesito. Y Ramonet le responderá con lo que todos pensamos…