Celeste* tiene 17 años y está cursando el quinto año de bachillerato. Aún no está clara de lo que desea estudiar en la universidad, de hecho, ni siquiera sabe si desea emplear cuatro o cinco años de su vida para después -según ella- salir a un mercado profesional deprimido y mal pagado.
La adolescente* dice que sus padres, ambos licenciados, difícilmente llegan a final de mes. Se les ha hecho la vida cuesta arriba en un país que atravesó por una escasez, una hiperinflación y donde el precio del dólar va a exceso de velocidad.
“Me gustaría irme del país porque aquí no veo futuro, pero entiendo que tampoco es fácil y así piensan la mayoría de mis amigos, el que está aquí es porque no tiene más opción”, expresó.
Si la decisión es trabajar en vez de estudiar, el camino tampoco es fácil.
Varios testimonios de jóvenes en la red Tik Tok denuncian atropellos laborales en tiendas por departamentos y demás empleos: horarios extendidos, sin días libres, sin respeto a los horarios para comer y sueldos muy bajos. El panorama para el joven en Venezuela es de sacrificio y resiliencia.
Con escuelas y universidades destruidas, con una canasta básica cerca de 500 dólares, con sueldos paupérrimos, sin crédito para adquirir vehículos y viviendas y miles de detenciones arbitrarias luego de las elecciones del pasado 28 de julio, así enfrentan los venezolanos este 12 de febrero, Día de la Juventud.
Aunado a esto, los jóvenes venezolanos encaran a diario la hecatombe de los servicios públicos, el transporte colectivo y las alcabalas con funcionarios policiales, que han sido señalados por denuncias de extorsión y de revisión ilegal de teléfonos.
A juicio de Eduardo Trujillo, investigador del Centro de Derechos Humanos de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), el joven venezolano en la actualidad se debate entre migrar y salir a trabajar.
“Hay una gran necesidad de trabajar, existe una desconexión importante en cuanto a los asuntos públicos porque el Estado no les resuelve sus problemas, por eso, han decidido ocuparse de otros menesteres”, dijo Trujillo.
El profesor universitario expuso que la crisis educativa empieza en la primaria y secundaria, ya que en escuelas y liceos públicos se ha optado por adoptar un horario mosaico, debido a las carencias en infraestructuras, electricidad, agua y maestros y profesores. “Eso influye mucho en la preparación que tienen los más jóvenes a la hora de aspirar a una carrera universitaria”, opinó.
Trabajar, estudiar o emigrar
Según las últimas cifras oficiales, la matrícula universitaria supera los 3 millones de jóvenes, informó Carlos Meléndez, director del Observatorio Venezolano de Universidades (OBU).
Meléndez informó que de acuerdo a la última encuesta Enobu 2023, cuando se trata de pensar el futuro, existe una preocupación entre la población joven en torno a la democracia y el bienestar.
“Por un lado, 29% piensa que en los próximos 5 años Venezuela pudiese ser un país con bienestar y democracia, este es el grupo de la juventud optimista, de alguna manera conservan el deseo genuino de quedarse en el país a desarrollar sus carreras”, precisó-
Meléndez sostuvo que, de igual forma, otro 30% ven un país sin democracia y sin bienestar en el próximo lustro. “Están entre trabajar, estudiar o emigrar”.
El investigador también se refirió a otro porcentaje de 28% que ni siquiera piensa en democracia ni bienestar.
“Vemos cómo ha aumentado la población de jóvenes que deben tener varios trabajos y además estudian”, sumó.
Meléndez informó que 58% ve con pesimismo lo que pudiese pasar en el país en los próximos años.
Por su parte, Trujillo expuso que en las universidades públicas y privadas el perfil del joven es distinto, básicamente separado por la evidente desigualdad social en el país.
“En las universidades privadas venezolanas el perfil del joven es de clase media o de clase media alta quienes, con dificultades, tienen la capacidad de pagar los costos de la educación privada actual, la cual es prácticamente impagable para la mayoría de la población. De hecho, este factor ha hecho que dentro de las universidades haya habido una reducción de la cantidad de alumnos”, explicó.
Añadió que en las universidades públicas los perfiles varían un poco más.
“En la públicas, las que no se encuentran en crisis de infraestructura o en alguna crisis importante de manejos administrativos, también vemos jóvenes de clase media y media alta, pero encontramos a personas de los estratos C y D de la población , evidentemente que en una menor proporción”, precisó.
El investigador de la UCAB sentenció que el hecho de no acudir a la universidad implica que alguien no va a producir recursos para mantener el hogar.
“En consecuencia, alguien tiene que asumir esa falencia para que la persona que no está formato productiva pueda asistir a la universidad”.
Trujillo indicó que esos factores económicos han hecho que haya menos personas graduadas en la universidad, en comparación con los últimos 30 o 40 años.
Laura Dib, directora del Programa de Venezuela en la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA por sus siglas en inglés), indicó que ha habido un colapso en la educación tanto a nivel de primaria y secundaria como universitario: “Son pocos los incentivos para el estudio y para el ejercicio de las profesiones”.
Trujillo agregó que la depresión del campo laboral es uno de los principales enemigos de la juventud venezolana.
“Cuando un joven se gradúa no hay suficientes trabajos y las capacidades de crecimiento individual desde el punto de vista económico y social no son rápidas”, lamentó.
Graduarse en la universidad no es garantía
El investigador del Centro de Derechos Humanos de la UCAB manifestó que el ausentismo en los salones de clase en todos los niveles de la educación venezolana obedece a múltiples factores.
“El proceso de migración ha reajustado la universidad, pero eso no es el mayor inconveniente, el mayor problema es que la mayoría de las familias venezolanas deben hacer grandes esfuerzos para que sus hijos puedan estar en universidades públicas o privadas”, abundó.
Trujillo sostuvo que el recorte de presupuesto a las universidades que aún pueden considerarse autónomas influye en la cantidad de personas que asisten al campus: “Es complicado mantener un alto estándar de calidad de esa manera”.
Trujillo indicó también que existe una merma importante en las vocaciones, especialmente en las que tienen que ver con el campo educativo.
“Esa merma en el corto y mediano plazo va a tener un impacto en la calidad de profesores que estarán en las aulas de clases y eso, sin duda, influirá en la calidad del sistema educativo”, alertó.
El investigador de la UCAB sostuvo que, una vez graduado, el joven venezolano no suele conseguir un norte promisorio.
“No hay suficientes trabajos y aun cuando la persona lo encuentre, las capacidades de crecimiento individual desde el punto de vista económico no son rápidas, porque entre otras cosas, no hay crédito bancario y porque aunque muchos salarios están dolarizados, el gasto suele llevarse buena parte del salario”, detalló.
Estancados económicamente
Dib indicó que el contexto en el que se desenvuelven los jóvenes actualmente en Venezuela es hostil.
“Es un ambiente en el que hay salarios muy bajos y el costo de la vida es muy alto y en el que se ha dolarizado de facto la economía, todo esto sumado a un colapso de los servicios públicos”.
Según Trujillo, mientras no se tomen los correctivos, la crisis continuará: “Hay una estabilidad política y económica que genera efectos en la población joven”.
Dib aseveró que cada para el joven que decide emigrar las condiciones también son adversas.
“Tiene que enfrentarse a las dificultades para el acceso a documentos en Venezuela, sumado a las exigencias de visas y documentos para la regularización en los países de acogida y una elevada xenofobia”, recordó.
Para la directora de WOLA, ser joven en Venezuela implica insistir con creatividad y resiliencia.
“En este momento se requiere cultivar un pensamiento crítico en la juventud y la capacidad de construir tejido social a nivel más local y buscar formas nuevas de resistir al autoritarismo, en una relación de armonía y de apoyo entre quienes están en la diáspora y quienes resisten dentro del país”, sostuvo.
¿Sí hay futuro?
A juicio de Carlos Meléndez igualmente existe un grupo de 13% que piensa que en los próximos años Venezuela puede ser un país con bienestar, pero sin democracia: “Estamos hablando de una población que maneja cierto optimismo”.
El economista Luis Oliveros indicó que, pese a la inflación, migración desbordada, fuga de talentos y crisis estructural, el joven venezolano posee las herramientas para surgir.
“Hay mucho por hacer, hay mucho por recuperar, el joven venezolano tiene un espíritu emprendedor, hay empresas que están dando oportunidades, tenemos universidades de calidad con excelentes profesores”, comentó.
Oliveros aseveró que el joven debe entender que le tocó vivir en una realidad compleja, una que va más allá de nuestras fronteras.
“Esto está pasando también en Estados Unidos, a los jóvenes les diría que entendieran que tienen que trabajar en su marca personal, en formarse, que no se pueden quedar en sus estudios de pregrado, que tienen que seguir formándose para diferenciarse, el mercado es muy competitivo y tienen que buscar en la universidad no sean solo elementos teóricos sino prácticos”, concluyó.
*El periodismo en Venezuela se ejerce en un entorno hostil para la prensa, con decenas de instrumentos jurídicos dispuestos para el castigo de la palabra, especialmente las leyes “contra el odio”, “contra el fascismo” y “contra el bloqueo”. Este contenido está siendo publicado teniendo en consideración las amenazas y límites que, en consecuencia, se han impuesto a la divulgación de informaciones desde dentro del país.
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