Los Tiburones de La Guaira no han ganado un campeonato de la Liga Venezolana de Béisbol Profesional desde el año 1985; sin embargo, la inquebrantable fe de los seguidores de los Tiburones para con la franquicia es ampliamente conocida en nuestro país. Esa fe no se replica en la actualidad en los venezolanos en el ámbito político, al menos en cuanto a partidos políticos se refiere.
Para muestra un botón: en una encuesta realizada por la firma Datanalisis entre noviembre y diciembre del 2014 la data revela que más encuestados atribuyen los problemas del país al partido de gobierno y a los partidos políticos de la oposición que a la Asamblea Nacional, las fuerzas armadas, los cuerpos de seguridad y los gobiernos municipales.
Este fenómeno de descrédito pareciera ser contagioso, al punto que hay estudios que sugieren que los partidos políticos están sufriendo un desgaste importante a nivel mundial. Ya en el 2013 la ONG alemana Transparencia Internacional alertaba en su “Global Corruption Barometer” (Barómetro de Corrupción Global) que los partidos políticos son percibidos, a nivel mundial, como las organizaciones más corruptas dentro de un análisis comparativo que incluía a la policía, las fuerzas armadas, los medios de comunicación, el poder judicial, ONGs, el sector privado y las organizaciones religiosas. Vale destacar que el Barómetro recogía información de un total de 107 países, por lo que pareciera ser bastante representativo.
En los Estados Unidos los dos partidos tradicionales, el Republicano y el Demócrata, han visto un declive importante en cuanto a su credibilidad, al punto que en septiembre de 2014 un estudio de la firma Gallup indicó que la mayoría de los estadounidenses (alrededor del 58%) consideraba necesario que surgiera un tercer partido político. En España encontramos que ocurre algo parecido con la irrupción en escena del partido Podemos, para el pesar del Partido Socialista Obrero Español y del Partido Popular y, quizás, del propio Reino de España. Así lo señalaba el diario español El País, en fecha 2 de noviembre de 2014, sustentándose en datos de una encuesta conducida por Metroscopia, una firma consultora.
Volvamos a los Tiburones. Si los venezolanos podemos ser tan consecuentes con un equipo de béisbol, incluso en situaciones tan adversas, ¿cómo es que no somos capaces de mantener el mismo rigor respecto al partido político de nuestra preferencia? Sí, es cierto, hay algunos líderes políticos que pudieran tomar decisiones o hacer declaraciones con las que no estemos de acuerdo. Pero los peloteros hacen lo mismo. Adicionalmente, equiparar a un pelotero a título individual con el resto de la novena podría ser injusto. Lo mismo sucede con los dirigentes políticos y los partidos. Hay que distinguir entre unos y otros. Y, más importante aún, el hecho se mantiene que los partidos políticos son las organizaciones protagónicas de la democracia. Los equipos de béisbol, pues, juegan béisbol.
Pero sigamos con el ejercicio comparativo. En el equipo de béisbol que apoyamos es probable que haya jugadores que consideramos que no cuentan con el nivel que se necesita para jugar a nivel profesional. Lo mismo sucede en los partidos políticos cuando identificamos individuos que asumen rol de políticos sin contar con los credenciales – que consideramos – suficientes. Hay jugadores de béisbol que a lo largo de su carrera juegan para distintos equipos, incluso para equipos que son rivales. Es sabido que hay políticos que en su carrera llegan a militar en partidos con ideologías contrarias. En el equipo de béisbol a veces colocan a un jugador como bateador designado sin contar con la destreza requerida. En los partidos a veces ciertos políticos que no cuentan con el desempeño y/o la trayectoria deseable asumen posiciones de liderazgo. En los equipos de béisbol a veces nominan a jugadores a los juegos de las estrellas sin merecerlo. En los partidos a veces se postulan candidatos para cargos de elección popular sin ser una buena opción para el electorado. Pero a veces también surgen peloteros que nos animan a afirmar: “¡Ese es mi gallo!”. Lo mismo sucede con algunos líderes políticos. Varias analogías reflejan semejanzas con la salvedad que unos juegan béisbol y los otros nos representan a través de cargos de elección popular. ¿Cómo es entonces que estamos dispuestos a seguir con tanta garra a nuestros peloteros y equipos pero nos desentendemos con tanta ligereza de nuestros políticos y de nuestros partidos?
Existen coyunturas, incluso, en las que puede ser prudente apoyar a coaliciones de partidos políticos en lugar de a los propios partidos directamente. El equivalente podría ser, quizás, una selección nacional de béisbol con los más destacados. De esto los venezolanos hemos aprendido bastante en años recientes. Lo importante es recordar que esas coaliciones son, precisamente, coyunturales y no pueden ni tienen por qué desplazar a los partidos como los protagonistas en la dinámica de la representación democrática.
Y es que, además, ¿cuál es la alternativa a creer en la representación de los partidos y a apostarle a su fortalecimiento?
Una alternativa podría ser la que está desafiando al status quo en España y que podría replicarse en Estados Unidos, de conformidad con la información antes citada. Pero el hecho de que un partido sea nuevo no implica que vaya a ser inmune a los vicios que debilitan a los partidos existentes. Por otra parte, podría justificarse la creación de un partido nuevo si hay una corriente ideológica que no cuenta con representación partidista.
La otra alternativa es aún peor porque supone el rechazo a la misma existencia de los partidos con el discurso de la anti-política. A estas alturas los venezolanos deberíamos haber aprendido lo suficiente como para entender que, simplemente, esta no es opción. Los estragos de dicho discurso son los que atormentan hoy en día a todos los venezolanos, indistintamente de su ideología, clase social, profesión, sexo, raza, credo y pare usted de contar.
Pareciera entonces que lo sensato es abogar por el fortalecimiento de los partidos existentes y exigir permanentemente la rendición de cuentas. Así lo sugiere el Dr. Moisés Naím, ex-Ministro de Industria y Comercio de Venezuela, en su libro “El Fin del Poder” cuando señala que es necesario recuperar la confianza en el gobierno y en los líderes políticos. Esto, explica el Dr. Naím, se puede lograr modificando la manera en la que los partidos se organizan y operan, así como en la manera en que seleccionan, monitorean y fiscalizan a sus líderes.
En conclusión: (i) apoyar – sea por el voto o por otros medios – a un partido político es uno de los ejercicios ciudadanos básicos en democracia; (ii) militar en un partido político es pertenecer a las canteras de los protagonistas de la democracia (una suerte de materia prima para la misma); y, más importante aún, (iii) creer en el sistema de partidos políticos es una condición fundamental para que exista democracia. Pareciera pues, que todos tenemos mucho que aprender de los seguidores de los Tiburones.