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Escocia aprueba negociar con Londres nuevo referéndum de independencia

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Nicola Sturgeon, la ministra principal escocesa, ha obtenido este martes la autorización para pedir a Londres la celebración de un nuevo referéndum de independencia con los votos favorables del Partido Verde. La votación se aplazó la semana pasada tras el atentado en Londres, donde murieron cinco personas, incluido el atacante. La moción de Sturgeon ha sido aprobada con 69 votos a favor y 59 en contra.

La moción, presentada por Sturgeon el pasado martes, pide buscar el permiso de Westminster para convocar una consulta entre el otoño del próximo año y la primavera de 2019. La propuesta parlamentaria llama a sacar las urnas a la calle «una vez haya claridad sobre el resultado de las negociaciones sobre el Brexit«, que comenzarán a partir del miércoles, cuando May active el artículo 50 del Tratado de Lisboa.

May ha insistido en que “ahora no es el momento” para una segunda consulta. Pero Sturgeon ha señalado que, si May cuenta con que el acuerdo de salida esté listo para otoño de 2018, no podrá oponerse a su plan para celebrarla. En 2014, el 55,3 % de los votantes escoceses optaron por permanecer en el Reino Unido.

Sturgeon, que este lunes se reunió durante una hora en Glasgow con May, afirmó este martes al abrir el debate en Holyrood, Edimburgo, que si el Parlamento aprueba la moción tratará de negociar con Londres «no a partir de la de confrontación, sino a través de un diálogo razonable». La ministra principal escocesa afirmó que, por «respeto a la importancia y el significado de lo que ocurrirá mañana» [en referencia a la activación del artículo 50 del Tratado de Lisboa], no tiene intención de iniciar ese diálogo hasta finales de esta semana.

Gobierno de Colombia y guerrilla ELN listos para negociar la paz

dialogocolombia

 

Colombia y el ELN, última guerrilla de ese país, lanzarán este martes en Ecuador diálogos para superar un conflicto armado de más de medio siglo, con miras a lograr la «paz completa» tras el pacto con las FARC.

Después de tres años de contactos secretos y varios meses de demora, delegados del gobierno de Juan Manuel Santos y del Ejército de Liberación Nacional (ELN) instalarán la mesa de negociaciones en la Hacienda Cashapamba, una propiedad de los jesuitas a unos 30 km de Quito.

«La fase pública de conversaciones (…) nos permitirá alcanzar la paz completa», afirmó días atrás el presidente Juan Manuel Santos, Nobel de Paz por sellar un histórico acuerdo con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), principal y más antiguo grupo insurgente del país.

En una ceremonia de una hora y media, los jefes negociadores del gobierno, Juan Camilo Restrepo, y de la guerrilla, Pablo Beltrán, abrirán el proceso de paz ante los representantes de los países garantes (Ecuador, Brasil, Chile, Cuba, Noruega y Venezuela), 150 invitados y unos 60 medios de comunicación nacionales e internacionales.

En Ecuador se celebrarán la primera y la última ronda de negociaciones. El resto será en los otros países garantes.

Alzado en armas desde 1964 e inspirado en la revolución cubana y en la Teología de la liberación, el ELN es la única guerrilla activa en Colombia con unos 1.500 combatientes, según cifras oficiales.

Colombia, que implementa el pacto firmado con las FARC en noviembre, busca poner fin a una cruenta conflagración interna que ha involucrado además de guerrillas, a paramilitares y agentes del Estado, dejando 260.000 muertos, 60.000 desparecidos y 6,9 millones de desplazados.

 

Un «buen ambiente»

La mesa con el ELN debía haberse instalado en octubre. Pero Santos exigió antes la liberación de un excongresista, en poder de los rebeldes desde abril, y éstos reclamaron a cambio que dos compañeros presos fueran indultados y otros dos fueran nombrados facilitadores de paz.

Con la entrega de Odín Sánchez, el indulto a Nixon Cobos y Leivis Valero, y la designación de Tulio Astudillo y Wigberto Chamorro, se allanó el camino hacia los diálogos.

La liberación este lunes por parte de la guerrilla del militar Fredy Moreno Mahecha, capturado el 24 de enero en el departamento de Arauca (fronterizo con Venezuela), refuerza la confianza en este proceso.

«Es un hecho que genera un buen ambiente», declaró a la AFP el senador de izquierda Iván Cepeda, facilitador de los diálogos con las FARC, que llegó a Quito este lunes.

Dialogar para ser sometido, por Alejandro Armas

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El anuncio sorpresivo de reuniones paralelas en República Dominicana de los mediadores promovidos por la Unasur con representantes de los cuatro mayores partidos opositores por un lado, y con la máxima jerarquía oficialista por el otro, desató lo que tal vez sea el mayor aguacero de críticas sobre la oposición desde el triunfo en las parlamentarias del pasado 6 de diciembre. Más aún después de que la Organización de Estados Americanos votara en bloque a favor de un curso de acción alterno a la aplicación de la Carta Democrática a Venezuela, mucho menos severo para el Gobierno. No fue una consecuencia sorprendente. La mayoría de las naciones siempre evitará tomar una posición contundente ante líos ajenos si percibe el menor indicio de voluntad de diálogo entre las partes enfrentadas.

Como siempre, surgieron los señalamientos de puñaladas traseras, traiciones y pactos de complicidad con el opresor para ganar o mantener privilegios, sin pruebas, claro está. Pienso que más que un complot entre sectores de la MUD y del chavismo para preservar el statu quo, el verdadero problema fue un manejo sumamente torpe de la situación por parte de la dirigencia opositora. En primer lugar, por el secretismo del encuentro, algo que inevitablemente generó suspicacia. Una vez develada y admitida la reunión, los voceros de la alianza en general han tocado el tema de forma ambigua y poco clara. Ese mensaje, así como hizo dudar a la OEA, también elevó el escepticismo de los venezolanos, con el agravante de que son estos últimos los que padecen la crisis y exigen una vía para salir de ella.

El planteamiento de la MUD actual parece resumirse en algo así como: “Nos interesa el diálogo, pero solo si hay un compromiso por permitir la realización del referéndum revocatorio este año”. Es una premisa válida, aunque la proclamaron muy tarde y no siempre con las mejores palabras. Es válida porque conversar con el adversario, per se, no es una claudicación de principios. La política, en condiciones ideales, es un diálogo constante, un intento de un grupo por convencer a otro de que adopte o al menos no se resista a sus intereses para la acción pública dentro de una sociedad.

Pero esta no es una situación política normal. El mando chavista, en fiel seguimiento a la visión de su fundador, concibe la política como lo que, según Hannah Arendt, es su opuesto: la guerra. En la confrontación militar, aquella para la que Chávez fue formado, la lucha no es axiológica, sino existencial. No hay adversarios, hay enemigos. Con los enemigos no se dialoga; deben ser sometidos por la fuerza o destruidos.

Ahora bien, la oposición no es militarista, excepto en esos casos de personas que se encomiendan a los uniformados para que sean ellos quienes defenestren a Maduro  y “pongan orden” (una solución bonapartista propugnada por quienes, aparentemente, no han aprendido nada en estos 17 años). Y aunque la MUD se fuera por este lado, no tiene armas, condición indispensable para cualquier enfrentamiento militar. Por lo tanto, debe buscar otras formas de lucha.

Ahí aparece el diálogo. No obstante, hay que insistir, no se puede conversar con quien solo tiene en mente esperar la primera oportunidad para subordinar a su interlocutor con un rifle. Antes de sentarse a negociar, es necesario obligar al Gobierno a que renuncie a su pretensión de no convertir el diálogo en un monólogo de órdenes.

Usé la palabra “negociar”, que estoy seguro de que crispará los ánimos de uno que otro vengador que reclama un asalto a Miraflores y demás epicentros del poder rojo, con captura y pena máxima inmediata para todo el que sea pillado con una gorra del 4F. Pues sí, aunque a algunos les indigne, incluso con un chavismo que se sepa derrotado habrá que dialogar y ofrecer ciertas garantías. Lo contrario sería una prolongación del conflicto que, aun con el desalojo del PSUV del poder como conclusión, implicaría pérdidas perfectamente evitables. ¿Acaso los alemanes no negociaron, aunque sea en condiciones sumamente desfavorables, luego de su rendición en la Primera Guerra Mundial? Si los del bando contrario se hubieran propuesto ignorar el pedido de una paz negociada y eliminar al contrario, ¿el resultado no habría sido un mayor desperdicio de vidas y recursos?

Si la oposición atiende el llamado al diálogo sin que se cumpla esta circunstancia, nada permite prever que el resultado no será el mismo que en 2014, cuando el Gobierno lo usó para blindarse contra la presión internacional sin hacer una sola concesión. En vez de una negociación efectiva, habría un intento de apaciguamiento, como subrayó en un artículo reciente el analista político Miguel Ángel Martínez Meucci. Ello significaría que, en aras de evitar la conflictividad, la oposición cedería su objetivo (que de paso es un derecho constitucional de todos los venezolanos) de una oportunidad de cambio democrático, pacífico y electoral este año.

Viendo hacia atrás, “apaciguamiento” es una palabra asociada a varias instancias, pero hay una que resuena más que otras en la memoria. Se trata del intento de las potencias europeas liberales por aplacar la sed de guerra y conquista de la Alemania nazi en la década de 1930. Quisieron evitar a toda costa otra contienda armada como la registrada veinte años antes, aunque eso se tradujera en hacerse la vista gorda sobre las atrocidades que Hitler y compañía comenzaron a perpetrar contra habitantes “indeseables” de Alemania, y sobre la expansión territorial del  Reich, añadiendo pueblos bajo su yugo.

En 1936, tropas teutonas marcharon sobre la región fronteriza de Renania, iniciando así su remilitarización, una violación del Tratado de Versalles. Dos años después Hitler se anexiona Austria, otra violación del acuerdo. También en 1938 ocurrió el episodio de apaciguamiento más bochornoso de todos. Neville Chamberlain, primer ministro británico, se reunió con el  Führer en Múnich. Acordaron que, a cambio de evitar un conflicto, el Reino Unido y el resto de la Europa democrática permitirían a Alemania arrebatar a Checoslovaquia los Sudetes, una región habitada principalmente por hablantes de la lengua germana.

Dos fotografías de lo que pasó después, ambas con manos alzadas, muestran las dos caras de la moneda. Una muestra al propio Chamberlain radiante, a su regreso a Londres, esgrimiendo ante el público que lo recibió el pacto con Hitler, en el que se aseguraba que sus naciones nunca volverían a estar en guerra. La otra fue tomada en un pueblito en los Sudetes. Una mujer checa hace el saludo fascista, entre otros cientos en igual posición, para aclamar a los soldados alemanes que marchan por primera vez por la localidad. Pero no mira al frente. Tiene la cabeza baja y se lleva con la otra mano un pañuelo a la cara para disminuir su llanto.

Ella sabía lo que venía. Chamberlain, no. Él pensó que podía detener a Hitler con diálogo, ignorando que nada pararía el afán del nazi por expandir las fronteras de su imperio sobre el Lebensraum (“espacio vital”), e incluso imponer a toda Europa una suerte de Pax Germanica fascista, ambos objetivos necesarios para cumplir con su siniestro propósito de purgar el continente de judíos, gitanos y otras “alimañas”. Para eso estaba dispuesto a valerse de la ingenuidad de su dialogante, por el que también iría tarde o temprano. Una caricatura de la época muestra a un tigre, con rallas en forma de esvásticas, justo después de devorar al jefe de gobierno inglés, dejando  solo su sombrero, su paraguas y un papel con la inscripción “apaciguamiento”.

Hitler irrespetó el pacto a los pocos meses y siguió apropiándose de territorio, primero con la incorporación del resto de Checoslovaquia y luego con la invasión de Polonia. Esto último fue lo que finalmente convenció a Gran Bretaña y Francia de la futilidad del falso diálogo y la necesidad de tomar acción contra los nazis (Chamberlain fue sustituido por Winston Churchill, crítico desde hacía tiempo del apaciguamiento). Pero en el transcurso, Alemania había ganado tiempo y preparado sus próximas agresiones, algo que pudo evitarse si desde un principio se hubiera identificado la intención de quien solo pretendió ser interlocutor.

La MUD debe mirarse en el espejo de Chamberlain y no volverse otra apaciguadora. La crisis en Venezuela se agrava a un ritmo aceleradísimo. Es necesaria una posición clara y firme para prevenir un desenlace innecesariamente trágico. Esta semana ha dado señales de que dio pasos por esta senda, a partir de declaraciones de Capriles, López, Ramos Allup, Torrealba, Machado y otros. Ojalá hayan entendido.

 

@AAAD25

Jugar a la guerra no es juego, por Carlos Blanco

MaduroyChávez

 

Chávez tenía liderazgo. Era un bravucón, pero sabía retroceder cuando no tenía opción. El 4-F de 1992 se rindió; el 11-A de 2002 renunció; en 2007 aceptó la derrota en el referéndum constitucional y así en otras oportunidades. Luego, cuando recuperaba fuerzas arremetía con todo, sin importar nada. El hombre del crucifijo del 13 de abril a partir de allí arrasó con Pdvsa, la FAN, el TSJ y el BCV. De 2008 en adelante impuso su reforma constitucional a los porrazos. En 2005 –cuando las fuerzas democráticas se abstuvieron– hizo lo que le dio la gana con la Asamblea; en 2010 –cuando las fuerzas democráticas participaron y obtuvieron un buen trozo– hizo lo que le dio la gana con la Asamblea. Retrocedía para avanzar, pero sabía retroceder. Maduro, en cambio, no tiene idea de la táctica política y así se encamina a un paroxismo represivo sin precedentes.

Maduro no puede negociar. Cualquier amago en esa dirección no es más que artimaña y emboscada. No lo dejan sus pares. No lo deja su rusticidad ideológica. No lo deja su visión plana del poder. Negociar es ceder algo para conservar algo. Sus amigos, chantajistas cercanos, y la cáfila de aprovechadores, no lo dejan. Cree que se traiciona, sin advertir que sólo se traiciona quien cree de verdad en algo.

La libertad de los presos políticos y el regreso de los exiliados, el cese de la represión, la renuncia o el referéndum revocatorio, un gobierno de transición acordado entre el gobierno y la oposición, serían del tipo de medidas para un aterrizaje menos calamitoso que el que se anuncia. Sin embargo, nada de esto se muestra probable. Maduro ve el iceberg y acelera en su dirección. Retroceder para él no es un movimiento táctico sino traición. Así lo obligan los que se piensan causahabientes de la hecatombe.

Esa visión ha conducido a los ejercicios de guerra. Los militares estudian la guerra y una de sus principales destrezas –cuando son diestros– es saber evitarla. No es de dudar que algunos, tan envenenados como Maduro y su horda, se lancen al mar para suicidarse como ciertas ratas nórdicas; pero, es presumible que los reflejos institucionales que todavía quedan no lo permitirán. Lo preocupante es que centenas o miles de civiles armados en la jarana dizque revolucionaria, producto de las múltiples resacas de la izquierda cien veces derrotada, se apresten a un jaleo armado de impredecibles aunque inevitablemente sangrientas consecuencias.

La locura hay que pararla a tiempo. Maduro no lo puede hacer porque es ingrediente esencial de ésta. Entonces hay que parar a Maduro.

 

 

@carlosblancog

El Nacional