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Democratización

Militarización y escasez ponen en jaque al último reducto de la democracia: el voto
De la democracia nos gusta el voto, más aún si quien llega al poder garantiza aquello de a mí pónganme donde haiga. Y cuando hubo real, corrió a raudales. Viajes al exterior que dieron sentido a los abrigos de Zara, carros último modelo, crédito para vivienda, compras por internet y tetas nuevas por doquier. 70% de los venezolanos creyó, entre 2003 y 2006, que la democracia por fin funcionaba
Ese mismo período coincidió con el inicio de los ataques frontales del Gobierno a los principios democráticos: primeras expropiaciones amparadas en la recién aprobada Ley de Tierras, permisividad ante las invasiones, aprobación de la Ley de Responsabilidad Social en Radio y Televisión que cobró la primera la víctima con el cierre de RCTV. 75% de los venezolanos protestó absteniéndose de votar en las elecciones parlamentarias
Expertos consideran que hoy, en un contexto político de creciente militarización y precariedad económica, ese pragmatismo criollo que busca hacerse ya no de dólares baratos sino de un pollo y un paquete de harina nos coloca ante una encrucijada: defender un sistema en el que no creemos del todo o avalar un modelo autocrático que intenta suprimir lo único de la democracia que realmente nos gusta, el voto

 

@GitiW

“¿TE ACUERDAS CUANDO PEDIMOS LAS VACACIONES y nos fuimos a hacer las tetas con Krulig, con ¡Krulig!?”, rememora entre risas una de las dos mujeres. Corría 2007 y las manos del destacado cirujano plástico ya no estaban reservadas solamente para las misses. En ese entonces trabajaban en un call center y ganaban dos millones de bolívares de los de antes, unos cuatro salarios mínimo que estaba en 614.790 Bs. En esa misma oficina dos señoras compraron carro y otra, embarazada, viajó a Panamá a comprar las cositas del bebé.

La llegada de 2003 marcó el fin de la austeridad, ese eufemismo político para designar la vulgar peladera de bola. La renta petrolera finalmente había llegado a todos los bolsillos y las protestas de 2002 parecían hechos de un pasado remoto. El incremento de los precios del petróleo le permitió al Gobierno triplicar el gasto público en términos reales a 50,7% y los beneficios económicos fueron tangibles para todos los sectores de la población.

Quienes no disfrutaron directamente del acceso a dólares baratos recibieron ayudas a través de alguna de las 21 misiones sociales que creó Chávez en 2003, pero quizás el más beneficiado fue el propio presidente que en el lapso de un año pasó de superar un golpe de Estado a alcanzar el pico de su popularidad con casi 70% de aprobación. No se trató de un cambio de fortuna casual sino de una relación causa efecto comprobada: al menos 60% de las variaciones en la popularidad del presidente son explicadas por el nivel del gasto público real, solo 40% se atribuye a otros factores, afirma un estudio del Observatorio del Gasto Público de Cedice.

“La popularidad del presidente aumenta un 0,20% por cada 1,0% de incremento del gasto (en términos reales). Es decir, el incremento del gasto público de 57,0% en las elecciones de 2004 representó un incremento de la popularidad presidencial de 11,4 puntos porcentuales”, afirman los economistas Asdrúbal Oliveros y Gabriel Villamizar, autores del estudio.

 

El modelo de medición empleado por Oliveros y Villamizar también estimó que de los 11,1 puntos porcentuales de popularidad que perdió el presidente Maduro entre 2014 y 2015, 4,4 puntos se deben a la contracción de 20,8% en el gasto público. Este modelo sustenta la convicción del diputado Héctor Rodríguez, jefe de la bancada del PSUV, quien sostuvo en una entrevista a Runrun.es que de no haber bajado los precios del crudo los resultados de las elecciones parlamentarias habrían sido favorables al partido de gobierno.

El costo democrático de la bonanza

Entre 2003 y 2006 los venezolanos no solamente incorporaron a su léxico expresiones como “raspar la tarjeta”, “vender el cupo” o “inscribirse en la misión”, sino también comenzaron a hablar de “adquisición forzosa”, “estatización”, “expropiación”, “intervención” “ocupación temporal” y “estado comunal”, término que aunque no está en la Constitución, llegó a la legislación venezolana de la mano de la Asamblea Nacional elegida en 2005 cuando la oposición optó por llamar a la abstención como medida de protesta y, en consecuencia, todas las curules quedaron en manos del partido de Gobierno. Sin advertirlo dijimos adiós a la independencia de poderes.

El origen de los actuales niveles de desabastecimiento de alimentos, causa de los casi 400 saqueos registrados en Venezuela entre enero y julio de 2016, también hay que buscarlo en ese período, cuando con el argumento de garantizar la “seguridad alimentaria” el Gobierno dio inicio al proceso de expropiaciones de latifundios con el aval de la recién aprobada Ley de Tierras, mecanismo que permitió la adquisición forzosa de 26% del aparato productivo del sector agroindustrial. Cedice registra 306 violaciones a la propiedad privada entre 2005 y 2011 que afectaron específicamente el sector de alimentación.

Al control legislativo y productivo le siguió el cercenamiento al derecho a la propiedad privada. Durante esos años de bonanza económica se registraron 544 invasiones: 313 inmuebles y 186 terrenos. El área metropolitana de Caracas fue la más afectada con 146 invasiones, le siguió Zulia con 126 casos; Anzoátegui y Lara registraron 77 casos cada uno.

Y mientras una parte de los venezolanos aprendía a armar las carpetas de Cadivi y otros tantos pasaban a engrosar la nómina del Estado, el Gobierno puso coto a otro emblema de la democracia: la libertad de expresión. La entrada en vigor de la Ley de Responsabilidad Social en Radio y Televisión aprobada en diciembre de 2004 impuso límites de facto a la libertad de expresión e información a través del carácter punitivo de la legislación. El cierre de RCTV, en mayo de 2007, terminó de configurar un contexto de censura y autocensura cuyas consecuencias perduran hasta hoy.

El problema: vemos la democracia como un medio para alcanzar fines materiales

“La lógica fue que había más democracia porque había más igualdad en términos materiales. El foco del discurso oficial estuvo en que había más acceso a los programas sociales a diferencia de, como lo dijo Chávez, la anterior forma de democracia burguesa. Durante el mandato de Chávez entre 2004 – 2010, precisamente cuando tuvo más dinero, se registraron más ataques hacia la democracia. La gente dijo «qué importa si tenemos menos libertad de expresión, qué importa que estén persiguiendo a una gente por ahí si a mí me está llegando plata de la renta petrolera». Esa experiencia nos hizo creer que la democracia era recibir algún tipo de beneficio social y que lo demás estaba en un segundo plano; eso es bastante preocupante porque puede estar marcando la visión actual de la democracia que tienen los venezolanos”, argumenta el politólogo Juan Manuel Trak.

Aunque en teoría los niveles de apoyo a la democracia son altos, en la práctica los venezolanos sienten una profunda insatisfacción con el desempeño del sistema político, tanto, que una investigación del Barómetro de las Américas 2014 de la Universidad de Vanderbilt, en Estados Unidos, encontró que la relación de los venezolanos con la democracia era “instrumental”, es decir, es vista como un medio para alcanzar fines materiales y no como buena en sí misma.

El estudio reveló además que la evaluación de los venezolanos acerca del funcionamiento de la democracia es negativa debido a la poca confianza que tienen en las instituciones -TSJ, Ejecutivo, Asamblea Nacional y CNE-, tampoco hay confianza en los partidos políticos. No obstante, Trak enfatiza que la mayor frustración de los venezolanos con la democracia viene de la incapacidad de materializar la promesa de igualdad social.   

“La democracia tiene como promesa política que es posible tener una vida digna en la que uno puede aspirar a que los hijos vivan mejor que los padres. Desde los noventa la democracia venezolana ha fallado en materializar esas aspiraciones y es preocupante que cada vez más la gente mira a la democracia con desconfianza, como a una promesa inconclusa. Ante la falta de capacidad de respuesta de la democracia de cumplir con esas aspiraciones es posible que los venezolanos miren otros modelos alternativos que se dicen democráticos o que dejen los principios democráticos en un segundo plano con el fin de poder llenar esas expectativas”, argumenta Trak.

Que la democracia sea intrínsecamente valiosa independientemente del desempeño económico del país es una premisa que muchos están dispuestos a cuestionar ya que no se trata solamente de la defensa de derechos políticos, sino de tener un sistema que permita oportunidades para progresar. “En gran medida América Latina ha fallado en proveer ese insumo necesario que requiere la democracia para que sea reafirmada como un sistema político exitoso: acabar con las enormes desigualdades. La igualdad social supone que la gente pueda tener acceso a una educación de calidad, a buenos servicios de salud, a empleos y viviendas dignas; allí es donde la democracia tiene ese valor instrumental para el venezolano”, describe el politólogo.

La encrucijada: democratización o autocratización

Quizás los ciudadanos no están plenamente conscientes de esa vinculación pragmática con la democracia que los hace proclives a relajar la defensa de la Constitución y las leyes a cambio de beneficios materiales tangibles, pero quienes buscan los votos no solo lo saben sino que, elección tras elección, capitalizan esa debilidad.

Que los recursos del Estado sean empleados por el gobierno de turno como un catalizador de su popularidad fue una realidad en la cuarta y también lo ha sido en la quinta República,  pero lo que no tiene precedente es la enorme dependencia de los venezolanos a las acciones del Estado para garantizar el abastecimiento de bienes esenciales como alimentos y medicinas. Ya no se trata solamente de un gobierno controlando el sistema cambiario sino en control del acceso a las bolsas de comida que mensualmente reparten a través de los Comités Locales de Abastecimiento y Distribución (CLAP).

A la dependencia para el abastecimiento de bienes básicos se suma la creciente militarización del aparato productivo promovida desde el poder Ejecutivo, presentada además como la gran solución para superar la escasez. La cara más visible es la designación del ministro de la Defensa, general Vladimir Padrino, al frente de la “Gran Misión de Abastecimiento” que estará concentrada en los sectores agroalimentario, farmacéutico y agroindustrial.

Atrincherados en el último reducto democrático, 2015 cerró con una victoria contundente para la oposición agrupada en la Mesa de la Unidad Democrática, pero incluso desde antes de que los nuevos diputados pudieran asumir sus curules la voluntad popular se vio obstaculizada por las decisiones del Tribunal Supremo de Justicia que, una tras otra, ha vetado por inconstitucional todas menos una de las leyes sancionadas por el parlamento, la ley de cestatickets para los adultos mayores.

Las amenazas al voto como vía para la superación de los conflictos políticos también provienen del Consejo Nacional Electoral, ente que ha impuesto trabas y demoras al cronograma para la realización en 2016 del referendo revocatorio convocado por la MUD contra el presidente de la República, proceso que está sustentado en el artículo 72 de la Constitución. De las elecciones a gobernadores que también deben realizarse en 2016, ni el CNE ni la oposición han pronunciado palabra.

“Estamos en una encrucijada, en una lucha entre la sociedad civil y los factores que desean un cambio político frente a una élite que ha monopolizado el poder y que está defendiendo una serie de privilegios e intereses particulares que solo benefician su proceso político, pero no es una tarea fácil porque el Estado ha sido secuestrado”, sostiene Trak.

Democracia o autoritarismo

Entonces, ¿hacia dónde vamos? La pregunta fue el foco de una ponencia del historiador Ysrrael Camero en un foro organizado por la Universidad Católica Andrés Bello. Su respuesta fue clara: estamos ante una encrucijada y hay dos rutas posibles, democratización o autocratización. Partiendo de la renuencia del Gobierno a medirse nuevamente en una consulta popular, Camero definió el actual modelo político como “un autoritarismo competitivo, cada día más autoritario y menos competitivo”.

¿Qué determinará el rumbo político del país? El nivel de sacrificio al que esté dispuesta la sociedad venezolana, responde la historiadora Margarita López Maya. “A veces el venezolano es muy superficial en su evaluación de la envergadura de la crisis, muchos pensaron que bastaba con que el chavismo dejara de ser mayoría; decían que si la oposición pasaba a ser mayoría se solucionarían todos los problemas y eso no es así porque tenemos problemas agudísimos”.

López Maya enfatiza que “a la democracia solo se llega cuando las élites están dispuestas a hacer sacrificios. Por ejemplo, aquí los empresarios han perdido mucho durante estos años y quizás piensan que en el futuro eso va a cambiar y van a poder enchufarse otra vez en el Estado sin que les importe en qué condiciones eso se produzca. Los niveles de pobreza hoy son enormes, la gente está escarbando en la basura. Todos los venezolanos debemos entender que hay cosas que debemos deponer para construir una democracia”.

¿Deponer qué? La apatía, apunta la historiadora. “Tenemos que participar cada vez que nos llamen y respaldar un liderazgo más honesto. También debemos estar alerta a los peligros del mesianismo porque cuando uno está desesperado se aferra a cualquier cosa. Muchos están pensando que si viene alguien y resuelve la escasez qué importa quién sea y cómo lo haga. Ya tenemos esta experiencia lamentable encima y algo tenemos que aprender de ella; así estábamos en los 80 y 90, salimos buscando un líder carismático y mesiánico, militarista y personalista… ¿ahora vamos a salir a buscar otro igual para ver si se repite la historia?”.

“La democracia tiene su precio y si no estamos dispuestos a pagarlo terminaremos comprando otra cosa. Si queremos un régimen que nos trate con igualdad necesitamos instituciones fuertes y respetar la Constitución y las leyes. Ese es el compromiso de nosotros como ciudadanos, estar alertas para tratar de construir entre todos una salida hacia un sistema de mayor justicia e igualdad que ahorita no tenemos”, dice López Maya.

¿Defenderán los venezolanos el sistema democrático? Trak cree que sí. “Con el referendo revocatorio la gente ha empezado a tener una visión diferente sobre su capacidad de incidir sobre lo público; entienden que son protagonistas de su propio cambio. También hay que reconocer que, de alguna manera, el discurso de Chávez de empoderar a la gente para que participara políticamente tuvo resultados positivos que ahora juegan en contra de sus  herederos políticos. Es la gente la que está exigiendo que se realice el referendo que el propio Chávez puso en la Constitución. Creo que los venezolanos saben que la única forma de salir de este desastre es impulsando iniciativas democráticas en las que los ciudadanos tengan un rol protagónico”.

Tras ser llamados a participar en 19 elecciones durante los últimos 17 años, quién sabe si el el único legado de Chávez que defenderán unidos todos los venezolanos sea el derecho al voto.

La democratización del país requiere negociación y movilización de la sociedad

Politika UCAB

 

Expertos nacionales e internacionales debatieron el jueves 14 de julio en el foro “¿Democratización? La Dinámica del Cambio Político en Venezuela”, acerca de la necesidad de buscar acuerdos a través de procesos de negociación para encontrar solución a los problemas del país.

En el evento organizado por el Centro de Estudio Políticos de la Universidad Católica Andrés Bello (CEP-UCAB) participaron tres especialistas internacionales: José Woldenberg, expresidente del Instituto Federal Electoral de México durante la transición mexicana; Sergio Bitar, político e intelectual chileno, presidente del Consejo Chileno de Prospectiva y Estrategia; y Abraham Lowenthal, primer director general de América del Centro Woodrow Wilson y fundador de Diálogo Interamericano, experto en transiciones democráticas.

Los tres coincidieron en que la principal característica de los procesos de transición de sistemas autoritarios hacia una mayor democracia es la movilización de la sociedad y una dinámica de negociación entre las distintas fuerzas políticas.

Woldenberg afirmó que el estudio de distintas experiencias demuestra que los cambios políticos que dejan atrás sistemas autoritarios “son procesos donde la movilización social y la negociación se conjugaron de manera virtuosa. Las negociaciones entre las fuerzas políticas no hubiesen ocurrido sin las protestas que, a su vez, se caracterizaron por ser pacíficas y dirigidas por una oposición que siempre tuvo como norte impulsar reformas para garantizar pluralidad política y participación”.

Lowenthal destacó que el estudio de nueve casos de transición en distintos países señala que “se trató de procesos donde fue clave la participación de distintos sectores de sociedad, los sindicatos, la Iglesia y el liderazgo político. En todos hubo el reto de cómo unificar las fuerzas de oposición y marginar a quienes podían descarrilar el proceso y, al mismo tiempo, inducir a las fuerzas del orden autoritario a aceptar los cambios”.

Bitar indicó que “no hay transición sin negociación” y refiriéndose a Venezuela explicó que es vital alcanzar acuerdos que permitan enfrentar la crisis económica que no desaparecería con un simple cambio de gobierno: “Se necesita un piso para que la economía pueda estabilizarse en un contexto donde habría que avanzar hacia una economía post petróleo. Para eso es necesario un diálogo importante”.

Woldenberg plantea que Venezuela es un régimen híbrido que combina una Constitución democrática con prácticas autoritarias y en este sentido “tiene puntos de similitud con regímenes como el mexicano donde fue fundamental plantear la necesidad de la imparcialidad de órganos y procedimientos electorales, condiciones equitativas en cuanto al financiamiento de los partidos políticos y acceso a los medios masivos de comunicación. Además, se evaluó la fórmula de traducción de votos a escaños”.

“Por fortuna en Venezuela no se ha clausurado la vía electoral. Si se tuviera una normativa y una práctica electoral que llenara los requisitos de transparencia, participación, estoy convencido de que el mundo de la representación política sería otro y creo que allí hay una veta a explorar”, dijo Woldenberg.

Los venezolanos frente a la democracia: entre la ilusión y el pragmatismo

El foro también contó con la participación de Daniel Fermín, sociólogo e investigador del Centro de Estudio Políticos de la UCAB, quien indicó que en el momento actual que vive Venezuela es necesario tener en cuenta que “las transiciones no dependen únicamente de acuerdos de élites, aunque estos sean necesarios, la movilización de la sociedad también es importante y la experiencia demuestra que debe tratarse de una movilización no violenta”.

Fermín, quien apuntó que la efectividad de la movilización pacífica de la población es 60% más efectiva que los métodos violentos, confronta el argumento de que no es posible enfrentar un régimen autoritario con métodos democráticos. “Es posible y es más efectivo porque esos cambios tienden a ser duraderos. Cuando los cambios se producen de manera violenta quedan resquemores y lo que se logra en términos de democratización se revierte muy fácilmente”

Juan Manuel Trak, coordinador del Proyecto Integridad Electoral Venezuela del CEP-UCAB, abordó un tema medular: ¿cuán demócratas son los venezolanos? La respuesta partió de una investigación realizada en 2014, que reveló que los venezolanos sentían poco respeto por las instituciones y manifestaban un bajo nivel de tolerancia a las diferencias políticas.

“Para los venezolanos, la democracia es vista como una vía para alcanzar la satisfacción de necesidades materiales; así que cualquier proceso de democratización debe pasar por el fortalecimiento de la efectividad las instituciones”, afirma Trak.

El historiador Ysrrael Camero afirmó que el Gobierno se ha tornado más autoritario “al no contar con el liderazgo carismático de Hugo Chávez, el fracaso socioeconómico, la pérdida del orden público y el derrumbe de la popularidad. Venezuela está en una encrucijada: hay unas fuerzas que promueven a la democratización, pero también hay fuerzas que tienden a la autocratización”.

La historiadora y profesora de la UCV, Margarita López Maya, denominó como “ilusión de la democracia” el período en el cual la renta petrolera permitió complacer a todos los sectores sociales sin necesidad de hacer sacrificios ni establecer consensos reales. Explicó que la crisis actual requiere que los distintos sectores de la sociedad tomen conciencia de que ya no hay renta petrolera para tapar las divergencias y por tanto todos tienen que hacer sacrificios para tener una sociedad más justa y con más libertades.

“Cuando uno está desesperado se aferra a cualquier mesías”, apunta López Maya a propósito de la progresiva militarización de la política nacional. “La democracia tiene su precio: o se compra la democracia o se compra otra cosa. Ya tenemos una experiencia lamentable encima y algo tenemos que aprender de ella; ya tuvimos una crisis similar y salimos buscando un líder carismático; ¿ahora vamos a salir a buscar otro líder igual a ver si nos repite la historia?”.

Ronald Balza, economista, destacó las debilidades que podría enfrentar el país al momento de iniciar una transición que implique cambios en el modelo actual. “Hay grupos vulnerables que dependen del mantenimiento de los controles. Por otro lado habría que plantearse que tras el desmontaje de, por ejemplo, el control de precios, posiblemente la oferta no responda rápidamente por la quiebra de empresas y la falta de inversión que ha habido en los últimos años”.

Entre la audiencia se encontraba el abogado y político Eduardo Fernández. Afirmó que no es posible tener un régimen democrático sin consenso. “Donde no hay diálogo no hay democracia. Aquí hay una creciente militarización y la formación militar es incompatible con la democracia; los militares son formados en el arte de dar y recibir órdenes y la democracia no es eso sino dialogar, promover consensos, entendimientos y tolerancia”.

El rector de la Universidad Católica Andrés Bello, s.j. José Virtuoso, explicó que este tipo de encuentros impulsan la búsqueda de fórmulas para “institucionalizar nuestra democracia, crear canales efectivos para la participación a través de reformas electorales, compaginar la democratización con la inclusión y devolver a los civiles a un papel preponderante en la sociedad”.