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Laureano Márquez P. Jul 30, 2019 | Actualizado hace 1 mes
Al maestro Cruz-Diez

SON TIEMPOS DE APOYARSE en eso que Augusto Mijares denominó “lo afirmativo venezolano”. Los venezolanos olvidamos con frecuencia, en medio del pantanal de nuestras cotidianidades, el rico inventario de tantas vidas maravillosas que han hecho que nuestra patria sea floreciente, mejor, más culta e inteligente. Uno de esos seres virtuosos, que esta tierra nuestra ha producido para la humanidad toda, es el maestro Carlos Cruz-Diez, quizá el más universal de nuestros artistas, cuya vida y trayectoria nos hace sentirnos particularmente orgullosos de ser venezolanos.

El mundo es combinación de color y fenómenos ópticos. El arte también puede engañarnos, hacernos parte de él y hasta marearnos. Caminamos por las obras de Cruz-Diez, las pisoteamos sin que él se moleste, porque así las pensó. Nos involucra hasta hacernos formar parte de ellas, como si fuese un dios del color que nos hace a su imagen y semejanza, nos vuelve luz y nos hace pasar por un prisma para decirnos que nuestra propia vida puede ser luminosa y colorida. El mundo de Cruz-Diez cambia cada segundo. Quizá quiere hacernos tomar conciencia de que, las más de las veces, las cosas no son lo que efectivamente parecen, que lo real también puede ser incomprensible y que nuestro entendimiento, como diría Kant, constituye su objeto, que los colores solo están en nuestro mirar.

“El discurso de un artista está dirigido al espíritu de sus semejantes”. Es una frase suya. Nuestro espíritu es mejor, solo por el hecho de su existencia creativa.

Venezuela también tiene alma, hay un espíritu nacional que se nutre de la riqueza de los artistas, de la inteligencia creativa, de la fuerza de la cultura cuya fe en ese proyecto que se inició hace poco más de 200 años sigue intacta a pesar de los desatinos de nuestro devenir.

Si algo nos enseña la larga historia de la Humanidad es que de los tiempos dolorosos van quedando relegados como un mal recuerdo y que lo único que prevalece es el arte. Los museos son los templos de la reconciliación del alma humana consigo misma, donde el ser humano guarda el arte, que es lo mejor de lo que somos, la fe inmortal en que podemos y debemos ser buenos y felices. El arte es la prueba de que el hombre no ha perdido todavía la fe en sí mismo.

Cruz-Diez fue siempre un niño, comenzó su vida jugando con el color y la forma y no paró ya nunca más. Para los venezolanos, él es motivo de orgullo y esperanza. Nos da la certeza de que la excelencia entre nosotros es posible y a veces más frecuente de lo que nosotros mismos imaginamos. Su trayectoria y su vida hacen particularmente válida esta dolorosa reflexión de Mijares en “lo afirmativo venezolano”:

“Pero la verdad es que, aun en los peores momentos de nuestras crisis políticas, no se perdieron totalmente aquellos propósitos de honradez, abnegación, decoro ciudadano y sincero anhelo de trabajar para la patria. Aun en las épocas más funestas puede observarse como en el fondo del negro cuadro aparecen, bien en forma de rebeldía, bien convertidas en silencioso y empecinado trabajo, aquellas virtudes. Figuras siniestras o grotescas se agitan ante las candilejas y acaparan la atención pública; pero siempre un mártir, un héroe o un pensador iluminan el fondo y dejan para la posteridad su testimonio de bondad, de desinterés y de justicia”

Gracias querido maestro, gracias por estar en el fondo, iluminando la posteridad. Ojalá que también nosotros –siguiendo su ejemplo– podamos aportar nuestro rayito de luz, como si el universo todo fuese una obra suya.

 

@laureanomar

El cinetismo de Cruz-Diez toma el Centro Cultural Chacao de abril a junio

Cruz-Diez

 

Este domingo 17 de abril se inauguró la exposición “Efímeras” del máximo representante del arte óptico venezolano, Carlos Cruz-Diez, en La Caja del CCCH-Centro Cultural Chacao. La muestra es posible gracias al Taller Articruz Panamá y la Fundación Taller Cruz-Diez Caracas, y se mantendrá abierta al público hasta el domingo 5 de junio.

“Efímeras” es la nueva y estimulante exposición de Cruz-Diez, que fue completamente enviada por email y será destruida al finalizar –de allí su título. La muestra hace de lo efímero una guía sensible y conceptual. Ingeniosamente, el maestro privilegia con ella el tiempo y lugar de la sala para proponer un diálogo crítico a partir de la mirada, desde la condición propia del breve lapso que dura la muestra y de la inminente caducidad material de las obras que la componen.

“Mi idea es utilizar todo lo que la época me da. El Centro Cultural Chacao tiene prototipos de mis últimas líneas de investigación que serán destruidos cuando finalice la exposición. Antes no teníamos esas posibilidades”, explica el maestro.

Carlos Cruz-Diez es un creador que ha investigado y revisado los principios esenciales de la pintura. Su propuesta, centrada fundamentalmente en el estudio del color, lo condujo a cuestionar la dualidad que ha prevalecido en las artes visuales, según la cual el color se halla supeditado al predominio de la forma. Para superar el anclaje formal y lograr una actividad cromática plena, se planteó suprimir las convenciones técnicas de la pintura en cuanto a soportes y materiales y concentrarse en la condición del color entendido como un fenómeno.

CinetismoCruzDiez

Mediante la organización más simple de los estudios disponibles acerca de la visión humana y el fenómeno cromático, el maestro creó un sistema de conocimiento visual que actuó como eficaz estructura de su obra. Allí surgieron nociones perceptivas como la postimagen, la reflexión de la luz, la síntesis aditiva y sustractiva del color y otras que se refieren a la forma en que el cerebro procesa los estímulos lumínicos. Estos vocablos se incorporaron a su trabajo a medida en que de manera intuitiva y racional se fue conformando su mensaje artístico.

La invitación es pues para disfrutar, del 17 de abril al 5 de junio, de martes a jueves de 1:00 pm a 7:00 pm y los domingos de 11:00 am a 5:00 pm, de la exposición de Carlos Cruz-Diez “Efímeras”, La Caja del CCCH-Centro Cultural Chacao, Av. Tamanaco, El Rosal. La entrada es libre.

Esta artista recopila el inventario cromático de Caracas y el resultado es increíble

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The Caracas Pantone Experience es el nombre de un Tumblr que recopila los de los elementos más icónicos de Caracas, desde detalles tan insignificantes como una guayaba o una empanada, hasta lugares característicos como el Río Guaire, el Mural Jardín Lumínico de la Autopista Prados del Este o Las Torres de Parque Central, pasando por el Barrio de Petare y Plaza Venezuela. Es un proyecto desarrollado por la artista visual y fotógrafa Flavia Rainone.

Para ver el portafolio completo puedes visitar thecaracaspantoneexperience.tumblr.com. A continuación algunas de las fotografías:

 

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Experiencia Pantone.

Nombre: Basílica Menor Santa Capilla, 1883.

Ubicación: Esquina de Santa Capilla, Avenida Urdaneta. 

Autor: Juan Hurtado Manrique.

Fotografía: Flavia Rainone.

Caracas, Venezuela.

2015.

 

 

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Experiencia Pantone.

Nombre: Paso peatonal Cinético, 2014. 

Ubicación: Avenida Bolivar.

Autor: Carlos Cruz Diez.

Fotografía: Flavia Rainone.

Caracas, Venezuela.

2015.

 

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Experiencia Pantone.

Nombre: Barrio de Petare. (Barrios Obreros, populares)

Ubicación: Parroquia de la Gran Caracas, Capital del municipio Sucre.

Fotografía: Flavia Rainone.

Caracas, Venezuela.

2015.

 

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Experiencia Pantone.

Nombre: Fragmento de Lluvia para Caracas, 2014.

Ubicación: Autopista Francisco Fajardo.

Autor:  Carlos Medina.

Fotografía: Flavia Rainone.

Caracas, Venezuela.

2015.

 

 

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Experiencia Pantone.

Nombre: Ministerio de Cultura.

Ubicación: Avenida Mexico.

Fotografía: Flavia Rainone.

Caracas, Venezuela.

2015.

Estas guacamayas dan armonía y color al caos de Caracas (Fotos)

Guacamayas

CARACAS, Venezuela (AP) — En una ciudad como Caracas, donde el ensordecedor ruido de miles de vehículos en las calles crispa los nervios, de basura acumulada por doquier, delincuencia desbordada y el frenético desplazamiento de millones de personas al día, pocos podrían pensar que con sólo levantar la cabeza se pueden deleitar con la espectacular vista del montañoso parque nacional El Ávila.

O con el vuelo de las guacamayas que armonizan y dan color a esta caótica urbe.

A diferencia de las islas del Caribe, incluida Cuba, donde seis especies originarias se extinguieron, la guacamaya, un ave tropical de la familia de los loros; 14 especies de origen americano, cuatro de las siete especies que hay en el país parecen estar bien adaptadas a la capital venezolana como estarían en su hábitat natural que va desde las selvas de México, pasando por el delta y río Orinoco, uno de los más caudalosos del mundo, en Venezuela, hasta los bosques del noreste de Argentina.

Entre las especies de guacamayas que se pueden ver en Caracas están la azulamarillo (Ara ararauna), que parece prevalecer particularmente tras su introducción fortuita en la capital en la décadas recientes. Su presencia aumentó vertiginosamente gracias a su capacidad reproductiva y a la cada vez más amplia practica de personas que las adoptan como mascotas.

Las azulamarillo «han conseguido una situación bastante buena de verdor en la ciudad. Adaptándose… a la disponibilidad de alimentos que la gente les está ofreciendo continuamente y tener sitios donde reproducirse como son las palmas de los chaguáramos (Roystonea oleracea)», dijo Miguel Lentino, director científico de la Colección Ornitológica Phelps, un referente para estudiantes, aficionados y ornitólogos en Venezuela.

«Afortunadamente… estos sitios de reproducción no han sido destruidos por la comunidad sino que más bien hay una actitud de defensa y protección porque a todo el mundo le gusta ver su guacamaya cerca de su casa, no quieren que estén enjauladas», dijo Lentino, coautor junto a Robin Restall y Clemencia Rodner del libro ‘Las Aves del Norte de Suramérica’.

Debido a esa condiciones favorables, las guacamayas están en un proceso de expansión y se pueden ver ahora en zonas urbanizadas como la azotea del apartamento de Ivo Contreras, estilista del certamen Miss Venezuela, quien se ha convertido en el anfitrión de decenas de guacamayas, al amanecer y la puesta del sol.

«Para mi es una satisfacción verlas todos los días llegar… compartir con ellas un espacio donde uno se carga de energías y es algo en armonía», dijo Contreras, de 44 años, quien se inspiró en el helipuerto de una torre cercana para construir una plataforma circular con 58 tazones dispuestos como comedero.

Contreras es uno de más de 2.000 personas que se han organizado el grupo «Guacamayas en Caracas» para compartir experiencias y promover la protección de aves que llegan a sus balcones.

Científicos y aficionados coinciden en que en la introducción de las guacamayas en Caracas jugó un papel importante Vittorio Poggi, un inmigrante italiano, quien en la década de 1970 sorprendía a sus vecinos de una barriada de clase media del este de Caracas, desplazándose en motocicleta acompañado de una guacamaya azulamarillo que volaba libre su lado.

En 1973 «empezó todo», cuando «llegó una guacamaya perdida», dijo Poggi, de 70 años.

Por un tiempo las compró «después la gente que me conocía me la regalaban, me las llevaban heridas, me nacían», comentó.

Al recordar a la guacamaya que volaba a su lado, Poggi resaltó que «esas cosas no se enseñan, era el apego que tenía el animal conmigo. Son aves… muy inteligentes. Por eso tenerlas encerradas es un crimen».

La vista de aves fuera de lo común no es casual en Venezuela. El inventario oficial de especies iniciado en julio de 1799 por el geógrafo y naturalista alemán, Alexander von Humboldt, famoso por sus exploraciones científicas en Sudamérica, suma 1.463 especies de aves, lo que representan «15% del total conocido en el mundo».

Muchas de esas especies están protegidas en 43 parques nacionales que suman 14 millones de hectáreas o 15% del territorio venezolano.

«Cuando estaba por la calle y las veía volando, yo decía ‘¡Ay que bonitas!»’, dijo Vanessa Silva, de 38 años.

«Estando de vacaciones, con más tiempo aquí en casa, vi que pasaban por aquí cerca, que se paraban acá en casa de una vecina, hasta que, bueno, la soborne con un camburcito (un banano)… y llegaron a mi ventana», dijo traviesamente Silva, mientras daba de comer de su mano, justo después que la guacamaya, asomó su cabeza en la ventana de su apartamento como preguntando: «¿Hay alguien en casa?».

Poco después de saciarse de semillas, a la puesta de sol, el ave voló para unirse a la bandada para ir a cobijarse y dormir.

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