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Investigación de AP revela torturas en caso de los 43 estudiantes de Ayotzinapa

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En las semanas siguientes a la desaparición de 43 estudiantes universitarios en septiembre de 2014, las autoridades mexicanas detuvieron a decenas de sospechosos y dijeron que habían resuelto el caso.

En una apresurada conferencia de prensa los fiscales mostraron videos de supuestos traficantes de drogas que confesaban haber recibido a los estudiantes de manos de la policía, haberlos asesinado, incinerado sus cadáveres en un basurero y tirado los restos a un río.

Dos equipos independientes de expertos pusieron en duda la versión oficial. Y ahora esa versión ha sufrido otro golpe: denuncias de tortura.

En documentos obtenidos por The Associated Press, a los que no se había dado difusión hasta ahora, 10 de los sospechosos relataron un guion casi idéntico: primero vinieron los interrogatorios, después los golpes, las descargas eléctricas, asfixias parciales con bolsas de plástico y finalmente amenazas de que matarían a sus seres queridos si no hacían confesiones que sustentasen lo que decía el gobierno.

Algunos dijeron incluso que les dieron evidencia preparada o les indicaron lo que tenían que decir.

Informes médicos publicados el mes pasado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos parecen confirmar las versiones de que hubo torturas. De los diez archivos conseguidos por la AP, la organización revisó cinco y encontró pruebas verosímiles de torturas en todos ellos.

«En el transcurso del camino me iban dando electricidad en los testículos y en todo el cuerpo», declaró uno de los sospechosos, Patricio Reyes Landa, quien fue detenido un mes después de la desaparición de los estudiantes.

«En todo ese tiempo, que fue como dos horas y media de camino, llevé los ojos tapados y me fueron golpeando todo el camino», dijo el hombre a un juez en julio de acuerdo con los documentos obtenidos por la AP. «Recuerdo que se acercó una persona y me quitó la venda de los ojos y me mostró una fotografía de mi familia, de mis dos niñas, de mi esposa y mi hermano, y me dijo que si no hacía todo lo que me dijeran iban a violar a mis niñas… Le dije que yo iba a hacer lo que ellos me dijeran».

La declaración de Reyes Landa es clave para el gobierno porque fue uno de los primeros que confesó haber matado a los estudiantes y quemado sus cadáveres en un basural de Cocula, para luego arrojar los restos al río San Juan.

Aparte de esas confesiones y de un fragmento de hueso perteneciente a uno de los estudiantes, según se comprobó mediante análisis de ADN, los fiscales casi no tienen otras pruebas.

Bajo las leyes mexicanas, las confesiones obtenidas mediante torturas no son admisibles.

«Si desechan la confesión y no hay más pruebas, básicamente, no hay caso», dijo Denise González, especialista en derechos humanos y derecho internacional de la Universidad Iberoamericana de México.

La creencia generalizada de que las fuerzas de seguridad mexicanas recurren a torturas al investigar los delitos cometidos por los traficantes de drogas se reforzó con el video de un caso separado que circuló el mes pasado en las redes sociales. Mostraba a una mujer soldado y un oficial de la policía federal interrogando a una mujer joven a la que le colocaron una bolsa de plástico en la cabeza hasta que perdió el conocimiento. El ejército confirmó la autenticidad del video que, dijo, se filmó durante un enorme despliegue de soldados en febrero de 2015 para combatir a los carteles.

En relación con los estudiantes desaparecidos, las denuncias de torturas involucran a los miembros de la policía federal o de las fuerzas armadas que arrestaron a individuos sospechosos de tener vínculos con el sanguinario cartel Guerreros Unidos.

La Procuraduría General de la República, como se conoce a la fiscalía en México, dice que miembros de esa banda mataron a los estudiantes después de que se los entregó la policía, que los había arrestado en la ciudad de Iguala.

Hay evidencias médicas que corroboran las denuncias de torturas.

Un informe de médicos de la fiscalía mexicana, preparado dos meses después de la detención de Reyes Landa, dijo que tenía moretones, rasguños y «lesiones puntiformes semejantes a las ocasionadas por la aplicación directa de dispositivos eléctricos (como picanas o «chicharras») en abdomen y muslos».

Igual de escalofriante es el testimonio del supuesto líder de Guerreros Unidos, Sidronio Casarrubias, quien dijo que un detective de la procuraduría abusó de él horas después de su detención en febrero del 2015.

«El señor aquí presente fue un uno de los primeros que me torturó y se sentó en mi estómago, y fue el que me asfixió con bolsas negras de plásticos, que además me violó con una pieza metálica», dijo Casarrubias mientras apuntaba hacia el detective Gabriel Valle Campos, según los documentos.

«Me amenazó que iba torturar a mi familia, a mis hijos de la misma forma en que lo estaba haciendo conmigo».

Eber Betanzos, subprocurador que supervisa el caso del gobierno, dijo que no puede comentar las denuncias de torturas y que le corresponderá a los jueces analizar una serie de evaluaciones físicas y mentales que se le está haciendo a unos 90 sospechosos que dicen haber sido torturados.

Betanzos indicó que 32 detenidos dicen que fueron torturados. Las denuncias involucran «mayoritariamente a agentes aprehensores distintos a la PGR», (Procuraduría General de la República).

Señaló que la Procuraduría General inició nueve investigaciones de torturas y que la mayoría de las denuncias abarcan «heridas que dejan huella», como moretones, cortes y esquimosis (moretones).

Últimamente la atención se enfocó en Agustín García Reyes, el primer sospechoso que identificó el sitio donde los restos de los estudiantes incinerados habían sido tirados al río San Juan y donde se encontró la única evidencia vinculada con los estudiantes.

El grupo de expertos internacionales de la Comisión Interamericana expresó dudas sobre su testimonio luego de que circularan fotos y videos en los que García Reyes aparece caminando junto al río con Tomás Zerón, investigador jefe de la Procuraduría General, el día antes de que los fiscales dijeran que habían sido hallados fragmentos de huesos.

Eso hizo pensar que la evidencia había sido colocada allí. En medio de acusaciones de manejos irregulares, Zerón dio a conocer un video propio en el que aparece en la escena del crimen con García Reyes, pero no se lo ve escarbando la tierra ni encontrando huesos. Eso daría crédito al argumento de los procuradores, que dicen que los restos fueron encontrados al día siguiente por buzos.

En los documentos obtenidos por la AP, García Reyes dice que fue torturado por horas, durante las que se le dijo lo que tenía que confesar cuando fue llevado al río aproximadamente un mes después de la desaparición de los estudiantes.

«Me pusieron la bolsa en la cabeza y me comenzaron a pegar; yo les dije que no sabía nada», relató García Reyes, de acuerdo con los documentos. «Me decían más vale que me digas adónde están porque si no vamos a matar a tu esposa y tu hijo y a ti también».

«Me siguieron pegando hasta que les dije que yo les iba a decir lo que ellos quisieran», agregó. «Me llevan al río y me dicen en la camioneta ‘ahorita tú vas a hacer como si tú hubieras tirado las bolsas al río y si no lo haces te vamos a seguir golpeando’. Llegamos a ese lugar y estaban grabando ellos y yo hice como si tirara las bolsas al río y me llevaron enseguida donde ya tenían una bolsas de plástico, las señalé como diciendo que yo las conocía».

A pesar de la denuncia de que fue torturado, no obstante, a García Reyes se lo ve caminando normalmente en un video de la fiscalía, sin signo alguno de haber sido maltratado.

González, la especialista universitaria en derechos humanos, admitió que es posible que algunos sospechosos inventen historias sobre malos tratos.

Pero agregó que, «en el contexto de México, donde la tortura es generalizada… toda denuncia debe ser investigada, y a partir del contexto, es muy posible que sea cierto».

 

INTERACTIVO: Revelan casos de desaparecidos por policía mexicana

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TELOLOAPAN, México (AP) — Carlos Sánchez y su familia casi habían terminado el horrible trayecto tras avanzar esa noche a toda velocidad por la sinuosa carretera desde las montañas con rumbo al hospital, cuando chocaron con una camioneta de la policía atravesada en el camino y las luces apagadas.

Antes de saber qué pasaba, fueron arrastrados desde su carro hasta el vehículo policial. La esposa de Sánchez, su hermana y su primo fueron metidos y tirados en el asiento trasero. No vieron a Carlos, quien horas antes había recibido tres disparos afuera de su casa en Teloloapan, sino hasta que llegaron a un complejo amurallado en las montañas.

Todos habían sido secuestrados por la policía.

En abril de 2013, Sánchez y su primo Armando de la Cruz Salinas se convirtieron en dos más de los casi 26.000 desaparecidos en México desde 2007. El rapto de 43 estudiantes en la ciudad sureña de Iguala el 26 de septiembre de 2014 a manos de agentes locales atrajo la atención a un hecho notable en la vida de México: la policía es responsable de varias desapariciones.

El subprocurador de Derechos Humanos, Eber Betanzos, dijo a The Associated Press en agosto que la policía municipal había participado en varios secuestros alrededor de Iguala durante el gobierno del alcalde José Luis Abarca, quien enfrenta cargos relacionados con el caso de los 43 estudiantes.

Miembros de la familia Sánchez aceptaron hablar con la AP sobre sus desaparecidos con la condición de no ser identificados. Querían contar la historia de violencia que los rodea como el aire que respiran y cómo la policía está detrás de muchos casos de quienes ahora son conocidos como «Los Otros Desaparecidos». Sin embargo, tienen pánico de sus captores y los policías que aún viven entre ellos y operan con impunidad, a veces incluso volviendo para abusar o amenazar a aquellos que se atrevan a hablar.

Sánchez, un vendedor de tacos y padre de tres niños, regresaba del mercado junto con su esposa la tarde del 2 de abril de 2013 cuando un carro blanco se detuvo afuera de su casa. Dos hombres salieron y uno le apuntó con una pistola. Intentaron forzarlo a entrar al auto, pero se resistió. Entonces le dispararon tres veces antes de irse y lo dejaron ahí tirado.

En el hospital de Teloloapan, una ciudad de unos 55.000 habitantes en la zona montañosa de Guerrero, le vendaron las heridas, le pusieron oxígeno y suero, pero dijeron a su familia que no había ningún cirujano disponible y que debían ir a Iguala para operarlo. Le escribieron una carta para garantizar su paso por los tres retenes militares y uno de la policía instalados entre ambas ciudades.

Sin embargo, una ambulancia lo llevaría sólo si conseguían una escolta armada. Los soldados se negaron a hacerlo.

Después de que en una clínica privada también se negaron a atender a Carlos, su primo Armando se ofreció a llevarlos. Iban en camino al hospital en Iguala cuando cayeron en las manos de la policía.

En el complejo al que los llevaron, iluminados sólo con la luz de los celulares, la familia rápidamente se dio cuenta que no eran los únicos. Entre 15 y 20 personas más estaban sentados en el piso del cuarto, con los ojos vendados y atados de las muñecas y tobillos.

La policía les quitó los zapatos, cinturones y cualquier cosa de valor; les jalaron las playeras para cubrir sus cabezas, pero por la luz de los celulares alcanzaron a ver a través de la tela cuando arrastraron a Carlos dentro de la casa. A excepción de las vendas, estaba desnudo; la bata de papel del hospital se había perdido.

Estaban rodeados por entre 10 y 15 hombres armados con fusiles, la mayoría usaban el mismo uniforme policial oscuro.

Uno de los secuestradores se acercó a Carlos con una libreta. Le preguntó su nombre, de dónde era, cuántos hijos tenía, y qué hacía. Carlos contestó todas las preguntas, pero de todos modos lo golpearon y patearon.

El hombre acusó a Carlos de robarse caballos de un rancho en Teloloapan. Le dijo que había estado en ese lugar, pero sólo para vender tacos a los albañiles que construyeron los establos. Y les recitó la variedad de sus tacos.

Unos seis hombres se abalanzaron sobre Carlos y lo patearon con furia. Cuando se detuvieron, Carlos volteó hacia su esposa, respiró profundamente y dijo el nombre de su hijo más pequeño, Santiago. Después cerró sus ojos.

Los hombres armados metieron al vendedor de tacos en un sleeping bag verde y lo sacaron. Los otros escucharon cómo caía su cuerpo en la parte trasera de alguna camioneta. Era el turno de Armando, a quien golpearon y luego lo sacaron de la casa. Nunca más lo volvieron a ver. Las dos mujeres fueron liberadas 10 días después.

Después de que la noticia de la desaparición de los 43 estudiantes desatara una tormenta nacional, un vecino que buscaba a su hijo dijo a los Sánchez que familiares comenzaban a reunirse en una iglesia de Iguala para presentar denuncias ante las autoridades federales y dar muestras de ADN. Aceptaron unir sus nombres a las de cientos de otras familias, muchas de las cuales también revelaron historias de policías que se llevaron a sus seres queridos.

Las familias se organizaron para ir a las montañas alrededor de Iguala en busca de los cuerpos de sus desaparecidos. Al paso de las semanas y meses, equipos gubernamentales recuperaron los restos de al menos 104 cuerpos de fosas clandestinas localizadas por las familias, aunque sólo 13 de ellos han sido identificados por pruebas de ADN y pedazos de ropa.

En enero, la familia Sánchez fue informada que habían exhumado una bolsa de dormir verde con un esqueleto adentro. Al lado, hallaron una sonda de suero y una cánula de oxígeno.

 

 

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Esta fotografía del 1 de octubre de 2015 muestra el número 43 pintado en un muro del palacio municipal de Iguala, México.

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Retrato enmarcado de Cárlos Sánchez con dos ciervos muertos en la casa de un pariente en Teloloapan, estado de Guerrero, México, el 2 de octubre de 2015.

México: Fiscalía no siguió consejos de la CNDH en caso de estudiantes desaparecidos

 

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La Comisión Nacional de Derechos Humanos, un organismo oficial mexicano, criticó a la fiscalía nacional por no atender las recomendaciones que le hizo hace más de un año sobre la investigación de los 43 estudiantes desaparecidos en Iguala, en el sur de México.

Según un documento divulgado el domingo, la Comisión consideró que la respuesta de la Procuraduría General de la República a sus peticiones fue «insuficiente e imprecisa» y que «en muchos casos» la fiscalía «trató de justificar su observancia con la mención de diligencias no vinculadas al planteamiento específico», citó AP.

La entidad defensora de los derechos humanos presentó en julio un informe en el que denunció fallos y omisiones de la investigación y en el que cuestionó por primera vez la versión oficial sobre la desaparición de los 43 estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa, «el más grave conjunto de violaciones a los derechos humanos en la memoria reciente del país», dijo entonces.

De las 26 observaciones hechas entonces por la Comisión a la fiscalía mexicana _también había recomendaciones para autoridades locales y estatales_ dos «fueron atendidas parcialmente; una fue atendida parcialmente con avance mínimo; tres se encuentran en vías de atención y 20 no fueron atendidas», denunció el organismo.

Asimismo, consideró que dar respuesta a esas recomendaciones contribuiría a saber qué pasó en Iguala la noche de los ataques a los estudiantes, un requisito «indispensable para materializar el derecho de las víctimas a la verdad, a la justicia y a la reparación integral del daño, aspectos que, a su vez, son necesarios en la aspiración a la no repetición de los actos».

Seis personas murieron y 43 estudiantes de magisterio desaparecieron el 26 de septiembre de 2014. Según la versión oficial, policías municipales de la ciudad de Iguala y del vecino municipio de Cocula secuestraron a los jóvenes por orden del alcalde de Iguala, los entregaron a miembros de un grupo de la delincuencia organizada Guerreros Unidos, y sicarios de esta organización los llevaron a un basurero de Cocula, donde los quemaron y arrojaron sus restos al cercano río San Juan.

Solo se localizó un puñado de huesos calcinados en muy mal estado y solo se pudo identificar plenamente por ADN un fragmento óseo, que sí correspondía a uno de los estudiantes desaparecidos. Después hubo otra identificación pero que no puede darse por certera al cien por ciento.

Entre otros puntos, el informe de julio de la Comisión pedía establecer con claridad si los restos encontrados en el río San Juan y que el gobierno dijo que eran de los estudiantes «son o no de origen humano», cuestionó la recreación de los hechos realizada por la fiscalía e instó a interrogar a 16 personas clave para la investigación que no habían rendido declaración hasta ese momento.

Esa fue la primera vez que una entidad oficial exhibía las carencias de una investigación que después, en septiembre, fue cuestionada duramente por un grupo de expertos independientes que tumbaron definitivamente la versión oficial y denunciaron obstrucción a la justicia por parte de algunos funcionarios.

Desmienten versión oficial sobre los 43 estudiantes desaparecidos en México

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MEXICO (AP) — Un estudio de un grupo de expertos independientes desacreditó la investigación del gobierno de México sobre la desaparición de 43 estudiantes en 2014 y aseguró que la principal hipótesis oficial de que habrían sido calcinados en un basurero nunca pasó, lo que desató el enojo e indignación de los familiares de los jóvenes por lo que consideran un engaño de la autoridad.

El reporte del grupo de expertos de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos señaló que en las horas previas a la desaparición en la ciudad de Iguala, los estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa fueron blanco de ataques coordinados por parte de policías de al menos dos municipalidades, bajo el posible mando de una persona aún desconocida y ante la pasividad de agentes federales y militares que supieron en todo momento lo que sucedía y no intervinieron.

Tras seis meses de revisiones a la investigación oficial y de indagatorias propias, el reporte del grupo señaló que aunque no tiene datos para informar con precisión qué pasó con los estudiantes desaparecidos, sí encontró elementos para cuestionar las tesis oficiales y sugiere una nueva: que el ataque pudo ser porque los jóvenes interfirieron sin saberlo con el traslado de un cargamento de drogas que habría ido en uno de los camiones que ellos habían tomado ese día para transportarse.

«No tenemos indicios que podamos sustentar de dónde están los desaparecidos», dijo Carlos Beristain, doctor español y uno de los cinco expertos del grupo.

Los expertos refirieron que hay investigaciones que señalan que algunos autobuses son usados para traficar heroína, cocaína y dinero entre esa localidad del estado sureño de Guerrero y Chicago. Por eso, añaden en el texto de más de 400 páginas, «el negocio que se mueve en la ciudad de Iguala podría explicar la reacción extremadamente violenta y el carácter masivo del ataque».

Los padres de los estudiantes arremetieron contra la autoridad y en particular contra el ex procurador general Jesús Murillo por haberles dado información que según el informe de los expertos independientes no era correcta.

Los familiares pidieron una reunión en persona con el presidente Enrique Peña Nieto y que el grupo de expertos permanezcan en el país de manera indefinida hasta que se dé con el paradero de los alumnos.

«No vamos a aceptar otra mentira del gobierno», dijo Blanca Nava, mamá de Jorge Alvarez.

«Lo del basurero nunca pasó», señaló Mario César González, el papá de César Manuel. «La pregunta es ¿a dónde están nuestros hijos?, ¿para dónde se llevaron a nuestros hijos?», añadió.

A través de su cuenta de Twitter, Peña Nieto señaló que ha dado instrucciones para que se tomen en cuenta los señalamientos del grupo en las investigaciones oficiales de un caso que ha desatado indignación nacional e internacional.

Poco después, la procuradora general Arely Gómez anunció en un mensaje que solicitará un nuevo peritaje que analice lo que sucedió en el basurero y que su oficina estudiará las conclusiones del grupo para valorar si las incorpora a la investigación oficial.

La funcionaria, que no aceptó preguntas de la prensa, también dijo que solicitará una prórroga para que el grupo de expertos continúe sus trabajos sobre el caso. La Comisión Interamericana ya había hecho esa petición al gobierno.

«El informe… es fundamental para la investigación», añadió.

El reporte es un duro golpe para el gobierno del presidente Peña Nieto, que en enero sostuvo que había logrado dar con la «verdad histórica» de lo sucedido. El entonces procurador Jesús Murillo dijo en aquel momento que, el 26 de septiembre de 2014, los estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa fueron detenidos por los policías municipales y entregados a un grupo del narcotráfico que los calcinó en un basurero y luego lanzó las cenizas en bolsas a un río cercano.

Pero los expertos encargaron un nuevo peritaje para determinar si era posible que tantos cuerpos pudieran haber sido incinerados tal y como lo dijo el procurador, y la conclusión para ellos no deja dudas: «los 43 estudiantes no fueron incinerados en el basurero municipal de Cocula».

Hasta ahora, y luego del análisis de un fragmento quemado de hueso, sólo se sabe que uno de los 43 estudiantes murió. Pero no hay certeza de lo que pasó con los otros 42 alumnos.

«Hoy el teatro montado por el gobierno se ha derrumbado», dijo el vocero de los padres de los estudiantes, Felipe de la Cruz. «La verdad histórica está por los suelos, ahora es la mentira histórica», comentó.

El denominado «Informe Ayotzinapa» documenta cómo policías estatales y federales, además del ejército, monitorearon los movimientos de los estudiantes desde antes de que llegaran a Iguala y que no intervinieron cuando, tras llegar, fueron atacados en nueve distintos lugares por los agentes municipales, en una jornada que también dejó seis muertos y 40 heridos. Las autoridades y los cuerpos de emergencia tardaron incluso horas en responder, lo que pudo causar la muerte de al menos dos personas que esperaban ser atendidas.

Para el grupo, es necesario que las autoridades replanteen sus hipótesis y líneas de investigación, además de continuar la búsqueda de los estudiantes e indagar el posible uso de otros lugares para cremar cuerpos, por ejemplo, hornos públicos o privados.

La desaparición de los estudiantes ha sido uno de los golpes más fuertes en lo que va del gobierno de Peña Nieto, quien asumió en diciembre de 2012 y ha tenido que reconocer que es una de las causas de la desconfianza social actual hacia su gobierno.

La investigación oficial del caso ha generado indignación entre los padres de los estudiantes y diversas organizaciones que han cuestionado que esté basada sobre todo en testimonios de los detenidos y no en evidencias específicas.

La procuradora dijo que hasta ahora se ha detenido a 110 de 131 personas buscadas. El entonces alcalde Iguala, José Luis Abarca, también está preso y es señalado junto con su esposa como probable autor intelectual.

La organización Human Rights Watch, al conocer el informe, lamentó que pese a la conmoción que suscitó el crimen, las autoridades mexicanas demostraron no poder o no querer hacer una investigación seria, por lo que indicó que la justicia mexicana «necesita escrutinio externo para evitar que se repita esta vergonzosa actuación».

Disturbios marcaron la jornada de protesta en México por los desaparecidos (Fotos)

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MEXICO (AP) — El enojo por la desaparición de 43 estudiantes de magisterio en México se tornó el jueves también contra el presidente Enrique Peña Nieto, que para algunos enfrenta la mayor crisis desde que asumió el poder hace casi dos años.

Decenas de miles de manifestantes se volcaron a las principales calles de la Ciudad de Méxicopara acompañar a los padres de los estudiantes desaparecidos el 26 de septiembre en el estado sureño de Guerrero, y a la par de exigir justicia reclamaron la actuación del presidente y su gobierno, que no ha aclarado el caso.

«Estamos cansados», dijo Julieta González, una psicóloga y profesora que caminaba por el centro de la capital mientras sostenía una hoja que rezaba: «quiero que renuncie Peña Nieto». La acompañaba su hija de ocho años.

«Todo es parte de la corrupción», consideró. «Los que tenemos hijos queremos dejarles algo, por lo menos el ejemplo de que levantando la voz podemos hacer mucho y podemos hacer que escuchen».

En su mayoría vestidos de negro, los manifestantes caminaron hacia el Zócalo, la plaza principal del centro de la capital, mientras alzaban banderas mexicanas pintadas de negro en señal de duelo, fotografías de los 43 alumnos desaparecidos de la Normal Rural de Ayotzinapa y pancartas con leyendas de «Ya me cansé» y «Fue el Estado».

En pancartas, pintas en paredes y gritos se repetía una y otra vez: «¡Fuera Peña!».

En otras ciudades de México y en el extranjero también hubo manifestaciones.

En la capital de El Salvador, universitarios vestidos de negro y otros con ropa blanca manchada de rojo marcharon hacia las inmediaciones de la embajada mexicana para exigir que se conozca el paradero de los jóvenes. En Bolivia, estudiantes de la Universidad Mayor de San Andrés protestaron en el recinto portando fotos de los desaparecidos con la leyenda: «Vivos se los llevaron… Vivos los queremos».

El 26 de septiembre, policías de la ciudad sureña de Iguala atacaron a estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa que habían llegado a recolectar recursos. Tres murieron y 43 más desaparecieron. Según las investigaciones habrían sido entregados a sicarios del grupo del narcotráfico Guerreros Unidos, algunos de los cuales han declarado que los mataron y quemaron en un basurero de la zona, aunque hasta ahora no se han concluido las pruebas de ADN de los restos localizados.

«Es demasiado injusto», afirmó Mariana Cárdenas, estudiante de mercadotecnia de 26 años, frente al monumento a la Revolución, en el centro de la capital.

«Como mamá yo no me imagino el dolor que están pasando los padres y familias de los estudiantes», comentó la joven, acompañada de sus dos hijas, de 4 y 5 años, que portaban banderas mexicanas de luto y una pancarta en la que se leía: «¿Y si tu hijo fuera el número 44?».

La marcha de la Ciudad de México fue en gran medida pacífica, al contrario que recientes protestas que terminaron con la quema de edificios del gobierno en Guerrero. Siempre que manifestantes enmascarados intentaban unirse a la concentración, los asistentes se lo impedía con cánticos de «¡Violencia no!» y «¡Fuera las máscaras!».

Luego de que la mayoría de los manifestantes abandonase el Zócalo, un pequeño grupo de jóvenes enmascarados empezó a enfrentar a la policía con piedras y palos. La policía respondió con extintores para acabar con los incendios provocados por el grupo y para obligarles a retirarse de la plaza.

En las primeras horas del día unos 200 jóvenes, la mayoría con las caras cubiertas por máscaras o bandanas, se enfrentaron a agentes antimotines mientras trataban de bloquear una autovía en las cercanías del aeropuerto internacional, en la zona oriente de la capital mexicana. Un agente fue golpeado luego que los jóvenes lanzaron piedras y cocteles molotov, y una patrulla fue incendiada.

En distintos momentos de la marcha vespertina, los manifestantes realizaron un conteo progresivo del número 1 hasta al 43, recordando el número de los normalistas desaparecidos.

«Nosotros no sólo ya nos cansamos, ya estamos hasta la madre de este gobierno», dijo una estudiante de 21 años de edad que afirmó venir de Guerrero y prefirió no dar su nombre por miedo a represalias. «Ya desaparecieron algunos; no quiero ser la siguiente».

Horas antes, el presidente señaló que la violencia «es inaceptable» y dijo que si bien el país está «dolido», convocó a actuar de manera pacífica.

Esta misma semana, el mandatario dijo que veía en algunos hechos violentos en las distintas movilizaciones que han ocurrido desde el ataque a los estudiantes intentos de «desestabilización» de su proyecto de país.

El caso de Iguala mostró la complicidad entre las autoridades y el narcotráfico, lo que ha estimulado las protestas para exigir justicia, pero también para expresar el rechazo al gobierno. Hasta ahora han sido detenidas al menos 76 personas, incluidos el alcalde de Iguala y su esposa, considerados los autores intelectuales de las desapariciones.

Las movilizaciones del jueves coincidieron con el día en que el país conmemora el inicio de la Revolución Mexicana de 1910 y en el que tradicionalmente se realiza un desfile deportivo. Sin embargo, el gobierno federal decidió cancelar a última hora el desfile sin precisar los motivos.

 

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Procesan a alcalde mexicano por muerte de 43 estudiantes

Jose Luis Abarca, Maria de los Angeles Pineda

 

MEXICO (AP) — Un juez determinó iniciar un proceso penal contra el alcalde de la ciudad mexicana de Iguala por la muerte de seis personas y tentativa de homicidio ligada a la desaparición de 43 estudiantes de magisterio en el sur de México, informaron el jueves autoridades estatales.

La Fiscalía General del estado sureño de Guerrero informó en un comunicado que el alcalde José Luis Abarca es señalado en ese proceso como responsable del homicidio calificado de seis personas, incluidos tres estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa, que fallecieron durante un ataque de policías locales y sicarios de un grupo del narcotráfico presuntamente ordenado por el político.

Tras el ataque contra los estudiantes en Iguala también desaparecieron 43 alumnos más, que según declaraciones de sicarios habrían sido asesinados, aunque las autoridades aún realizan estudios a diversos restos humanos y óseos localizados en la zona.

La Procuraduría General de la República ha señalado al alcalde Abarca y a su esposa María de los Ángeles Pineda como los autores intelectuales del ataque que ha sacudido la imagen de mejoría en materia de seguridad que el gobierno federal había intentado mostrar dentro y fuera del país desde que llegó al poder en diciembre de 2012.

Ambos fueron detenidos la semana pasada en el oriente de la ciudad de México. Ella es señalada como operadora de Guerreros Unidos, el grupo del narcotráfico señalado de participar en el ataque y desaparición de los estudiantes.

Abarca se encuentra detenido en una prisión de máxima seguridad, mientras que su esposa se mantiene bajo prisión preventiva en un lugar no precisado mientras se amplían las investigaciones en su contra.

El anuncio del proceso penal contra el alcalde ocurrió el mismo día que los padres de los 43 estudiantes iniciaron caravanas a distintos puntos del país para demandar la localización de sus hijos y obtener apoyo de distintos sectores de la sociedad.

 

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Padres de mexicanos desaparecidos emprenden caravanas

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Vía El Carabobeño

Empujados por la desesperación, los padres de los 43 estudiantes mexicanos desaparecidos en septiembre emprendieron este jueves caravanas para exigir a las autoridades que los encuentren vivos, rechazando la investigación oficial que indica que fueron masacrados.

La Caravana Brigada Nacional de los 43 Desaparecidos se dividirá en tres secciones que partirán hacia varios puntos del país desde la escuela rural para maestros a la que asistían los jóvenes desaparecidos, ubicada en la comunidad de Ayotzinapa, (Guerrero, sur), a 290 km al sur de la capital mexicana, informaron el miércoles algunos de los padres de familia.

«Está encendida la llama de la insurgencia civil», dijo con voz casi afónica en la conferencia hecha en la escuela de Ayotzinapa Felipe de la Cruz, uno de los padres, quien ha expresado reiteradamente en marchas y concentraciones su desconfianza en las investigaciones de la fiscalía federal.

«El objetivo (de las caravanas) es decirle a la gente que seguiremos exigiéndole al gobierno que los encuentre, que para nosotros todos están vivos y que debe seguir con la búsqueda», explicó a la AFP Epifanio Álvarez.

Las caravanas se efectúan en el marco de una serie de protestas recrudecidas desde el viernes, cuando la fiscalía informó que, según sicarios detenidos, los 43 jóvenes fueron asesinados, sus cadáveres incinerados en un basurero y los restos arrojados a un río del municipio de Cocula, vecino de Iguala, donde desaparecieron tras ser baleados por policías y narcotraficantes el 26 de septiembre.

Uno de los miembros del Comité Directivo Estudiantil de la Escuela Normal de Ayotzinapa (comunidad ubicada a 290 km de la capital mexicana) dijo en la conferencia que durante las concentraciones que efectuarán las caravanas en las regiones que recorrerán su objetivo será «pedir a la población su apoyo para encontrar a los jóvenes».

Los padres de familia se aferran a la investigación que realiza, a pedido suyo, un grupo de forenses argentinos que el martes difundió sus primeros resultados y que concluye que 24 de los 39 cuerpos extraídos de fosas clandestinas en alrededores de Iguala, durante la primera parte de la búsqueda de fuerzas de seguridad, no pertenecen a ninguno de los estudiantes.

En medio del endurecimiento de las protestas que el miércoles culminaron con el incendio del Congreso de Guerrero, el gobierno ha insistido que pese a las declaraciones de los sicarios, mantiene activas las tareas de búsqueda.

Al mismo tiempo, la fiscalía ha recurrido al prestigioso laboratorio de la Universidad de Innsbruck (Austria) para efectuar análisis de ADN a los innumerables restos calcinados encontrados en Cocula.

En ese laboratorio se han identificado restos de víctimas del régimen del exdictador chileno Augusto Pinochet (1973-1990), y otros encontrados en Sri Lanka tras el devastador tsunami de 2004.

Las caravanas recorrerán siete estados del país latinoamericano conmocionado por el crimen, entre ellos Chihuahua, fronterizo con Estados Unidos, y Chiapas, colindante con Guatemala, y concluirán su recorrido en la Ciudad de México el 20 de noviembre, escenario de multitudinarias marchas y protestas que han tenido réplicas en países de casi todos los continentes.

La balacera contra los estudiantes el 26 de septiembre fue ordenada por el ahora exalcalde de Iguala, José Luis Abarca, ya detenido, de acuerdo con la investigación oficial. El caso ha tenido consecuencias políticas al más alto nivel estatal.

El 23 de octubre el entonces gobernador de Guerrero, Ángel Aguirre, renunció su cargo y fue sustituido por el académico Rogelio Ortega, y este miércoles el fiscal estatal, Iñaky Blanco, formalizó su renuncia ante el Congreso estatal que nombró en su sustitución interina al vicefiscal Víctor León Maldonado, informó la noche del miércoles un diputado de ese recinto.

Así se han desarrollado las protestas en México tras la desaparición de los 43 estudiantes

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 Redacción RunRun.es

El equipo de RunRun.es realizó una recopilación de videos y fotos para mostrar la situación que vive México a raíz del secuestro y posterior asesinato de 43 personas. En estas protestas estaban incluidos estudiantes, profesores y sociedad civil de todo México.

 

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En un juego amistoso de fútbol entre Holanda y México miles de aficionados anunciaron que realizarían protestas por la desaparición de los 43 estudiantes. En la cancha de León la tónica fue la misma, los seguidores esmeraldas se organizaron para levantar cartelones con el número 43, la cifra de víctimas de la tragedia.

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Las protestas en la Ciudad de México en el Zócalo, donde algunas personas pintaron y trataron de quemar una puerta de Palacio Nacional, además de hacer un intento por derribarla.

En las puertas del Palacio Nacional escribieron «vivos se los llevaron, vivos los queremos».

 

 

El grupo de Alianza Mexicana también se manifestó a las afueras del consulado mexicano para exigir justicia ante la desaparición de los 43 estudiantes  secuestrados en Ayotzinapa. Los manifestantes entregaron cartas al cónsul, después de haber sido rechazados dos veces.

Los planteles escolares también se unieron a un paro por la desaparición de los estudiantes realizando enérgicas protestas.

Maestros atacan sede del PRI en el estado de Guerrero

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