Se revela por primera vez otro apoyo de Carlos Andrés Pérez a la democracia en Nicaragua… La misma que le costó el poder por ese valiente empuje - Runrun

SERGIO RAMÍREZ (www.SergioRamirez.com), quien formó parte de la Junta de Gobierno que asumió el poder en Nicaragua tras el derrocamiento del dictador Anastasio Somoza y quien luego fue Vicepresidente y jefe de la bancada sandinista en la Asamblea de ese país, da cuenta, creo que por primera vez, del apoyo económico que el gobierno de Carlos Andrés Pérez le dió al nuevo gobierno nicaragüense durante el primer año en que arrancaba la incipiente democracia en ese país centroamericano.

Recordemos que a Carlos Andrés Pérez se le juzgó en Venezuela y se lo saco de la presidencia por haberle dado unos 200 mil dólares en ayuda para su seguridad, ante el acoso nada democrático del sandinismo violento, a la presidente Violeta Chamorro quien remplazó en la presidencia del país a Daniel Ortega. El escritor dice haber guardado el secreto para no ayudar a los enemigos de CAP en el momento de su defenestración.

Hay que recordar también que Ramírez se separó del sandinismo en 1995 cuando el movimiento de Ortega realizó unos cambios nada democráticos a la Constitución y fundo el Movimiento de Renovación Sandinista.

Hoy es uno de los críticos mas feroces de la neo dictadura de Daniel Ortega apoyada económicamente por el presidente venezolano Hugo Chávez y cargada de los vicios por los que lucharon en los años 70 contra Somoza: corrupción, represión, atraso, delincuencia y empeño en acabar con la democracia que una vez sembraron con el frente sandinista.

Con agradecimiento sincero este nicaragüense reconoce la personalidad del controversial presidente venezolano fallecido en Miami.

Este es su articulo de hoy en El Nacional ( www.el-nacional.com) titulado

CARLOS ANDRÉS

En octubre de 1977 preparábamos la primera de las ofensivas guerrilleras para derrocar a Somoza, y creíamos que Carlos Andrés Pérez, presidente de Venezuela, era clave en aquellos planes. Pero no sabíamos cómo llegar a él, hasta que se nos ocurrió que la mejor puerta de entrada al Palacio de Miraflores era Gabriel García Márquez, y me fui a buscarlo a Bogotá.

Jamás nos habíamos visto. Le conté todo el plan, sin omitir los 1.200 hombres sobre las armas que asaltarían las fortalezas de Somoza y que en verdad no existían sino en un reducido número, y él me escuchó sin perder palabra. Luego tomó el teléfono y preguntó a qué horas salía un avión hacia Caracas.

El resultado de su entrevista con Carlos Andrés colmó nuestras esperanzas. Apenas liberáramos la primera ciudad, Venezuela reconocería el gobierno revolucionario. Cuando poco después me tocó tratarlo, me di cuenta de que era un conspirador de agallas, dispuesto a correr los riesgos que nacen de un buen complot, y a dejarse seducir por sus atractivos. Quizás una de las cosas que más lo perjudicó en la vida, siendo un político bien curtido, fue precisamente su entusiasmo, y su generosidad, para ayudar a otros a ganar causas con futuro, o de antemano perdidas, sin llevar cuentas.

Desde entonces nos hicimos amigos, le visité muchas veces en el despacho presidencial de Miraflores, y no hay duda de que sin su respaldo no hubiera sido posible botar a Somoza. Fue un respaldo generoso, sin condiciones, y cuando vino el triunfo de la revolución, ese respaldo fue siempre generoso, pero crítico. Su preocupación por Nicaragua siempre fue angustiosa, ya la revolución disuelta en humo, y lo siguió siendo hasta su muerte.

En abril de este año, cuando lo visité la última vez en su exilio de Miami, las palabras con que me saludó fueron precisamente las de siempre: «¿Cómo está Nicaragua?». Y Nicaragua estaba ya entonces, por desgracia, bajo los rigores de un nuevo autoritarismo, el autoritarismo del siglo XXI encarnado en Daniel Ortega.

Cuando lo juzgaron y derrocaron bajo múltiples acusaciones de malversación de dineros públicos y prevaricato, entre esas acusaciones faltó que de los fondos secretos que como presidente manejaba, nos entregó, por más de un año, hasta el fin de su mandato, 100.000 dólares mensuales para la causa de la revolución. Lo digo ahora que ya está muerto, porque ya no pueden sumar ese delito libertario suyo a la causa todavía abierta contra él en Venezuela para pedir su extradición, en la que insistió el gobierno de Chávez hasta el último momento.

Su apoyo político y material fue esencial para que Somoza cayera y la revolución triunfara. Yo, al menos, nunca dejé de agradecérselo, y aún en medio de su desgracia, cuando tenía la casa por cárcel, y no pocos le daban la espalda, lo visité en Caracas, hablamos siempre de Nicaragua, aunque tenía otras cosas graves de qué preocuparse, acosado por quienes pedían su cabeza.

Ahora aquí, en Nicaragua, el silencio oficial sobre su muerte ha sido un espeso manto. Claro, los vínculos de Ortega con Chávez imponen el silencio.

Ni una palabra para agradecer a este hombre que ha muerto en el exilio, todo lo que hizo por ayudarnos a librarnos de una tiranía familiar obscena, sanguinaria y corrupta.