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¿Es el feminismo irrelevante para la democracia?

@nataliabrandler

La creencia de que el feminismo es irrelevante para la democracia está frenando los objetivos y el progreso de las jóvenes líderes políticas. El feminismo tiene respuestas a muchas de las preguntas que se hacen las mujeres jóvenes que incursionan en la política. Por lo general, apenas comienzan, perciben las limitaciones que deberán enfrentar para lograr una carrera política exitosa y en el futuro, una vez electas a un cargo de representación o ejecutivo, contribuir con ideas novedosas, tener una voz propia, ser las líderes de una sociedad más humana, más democrática, más libre, más equitativa.

¿Cómo se expresan esas limitaciones y de qué manera estas limitan a la democracia misma? En 2021, en medio de la pandemia del covid-19, tuve la oportunidad de organizar un evento online con una de las grandes maestras del feminismo, Amelia Valcárcel, junto con mi querida amiga Delia Blanco Terán, diputada del Congreso español por el PSOE en varias legislaturas, ambas lúcidas, ambas brillantes.

Las participantes, un grupo de mujeres políticas venezolanas pertenecientes a diversos partidos y organizaciones políticas y a movimientos sociales, muchas de las cuales expresaron abiertamente su rechazo a identificarse como feministas, mostraron sorpresa ante la afirmación de Amelia Valcárcel de que “el feminismo es civilizatorio”. Valcárcel argumentó que la lucha feminista amplía los alcances de la democracia al reconocer a las mujeres como sujetos plenos de derechos. Si las democracias modernas se fundamentan también en el principio de igualdad, el feminismo representa su manifestación más consistente, ya que enfrenta y desafía las desigualdades históricas estructurales.

¿Cómo no estar de acuerdo con considerar que una condición indispensable para que una democracia sea legítima y representativa sea la participación igualitaria de las mujeres en todos los ámbitos de la sociedad, incluidos los espacios de poder político? Y ¿cómo no estar de acuerdo con que, la tal “universalidad de los derechos” en las democracias es una falacia, pues la realidad es que históricamente las democracias modernas han marginado a las mujeres?

Los esfuerzos de algunos gobiernos y de organizaciones privadas por incentivar el liderazgo y la participación de las mujeres en la toma de decisiones han logrado que la agenda de la igualdad tenga legitimidad y se hayan producido importantes avances para las mujeres. Sin embargo, los mecanismos de exclusión institucional de las mujeres se mantienen y la prueba son las enormes brechas que subsisten.

La discriminación tiene múltiples expresiones:

  • Se habla del “techo de cristal” (las barreras invisibles que impiden que las mujeres asciendan a los niveles más altos de cualquier jerarquía corporativa o política. Si ya lo hemos identificado ¿por qué persiste todavía?).
  • “El muro de las palabras” (¿cuántas veces el lenguaje y la narrativa sirven para mantener a las mujeres en posiciones secundarias?).
  • La “pared de cristal y el laberinto de cristal” (metáforas que indican que el cristal no está solo en el techo sino en los obstáculos laberínticos que complican aun más su ascenso), y
  • el “gueto de terciopelo o gueto rosado” (que sitúa a las mujeres en roles tradicionalmente feminizados, menos asociados al poder) son solo algunos de los que debemos tomar en consideración con relación a lo que estamos planteando.

Estos términos reflejan cómo las mujeres jóvenes en política enfrentan no solo el desafío de ser subrepresentadas, sino también el retiro de apoyo y oportunidades debido a persistentes prejuicios de género. Esto se agrava en el ámbito político, donde la cultura y las estructuras de poder pueden ser especialmente rígidas y tradicionales.

El feminismo exige que los derechos sean realmente universales y eso pasa por reconocer que hombres y mujeres valemos lo mismo, somos, como dice Amelia Valcárcel, “equivalentes” y “equipotentes”, es decir que tenemos el mismo valor intrínseco y la misma capacidad potencial para contribuir a todos los aspectos de la sociedad.

Los argumentos negativos más comunes sobre el feminismo

Los argumentos negativos más comunes sobre el feminismo provienen tanto de sectores de izquierda como de derecha y suelen estar basados en malentendidos, estereotipos y en la desinformación. Aquí unos ejemplos desde la derecha y desde la izquierda del espectro político:

  • Desde la derecha, los argumentos más utilizados son que el feminismo busca la superioridad de las mujeres sobre los hombres, que destruye a la familia tradicional, que las feministas odian a los hombres, que es innecesario porque las mujeres ya tienen igualdad.
  • Por su parte, la izquierda, si bien se ha mostrado más proclive a las reformas legales para ampliar los derechos de las mujeres, en la práctica los partidos de izquierda han dado muchas razones para posponer las luchas de las mujeres por la igualdad, me refiero a la igualdad real y efectiva, porque primero es la lucha de clases, primero lograr la revolución que después les tocará a ustedes, la opresión de las mujeres es la misma que la opresión de los hombres (ese argumento, por cierto, lo usan todos los sectores, todos los partidos políticos: “ustedes esperen a que nosotros les avisemos cuándo es un buen momento”).

También, desde la izquierda, muchos han calificado al feminismo como un movimiento burgués que no representa a las mujeres trabajadoras, no toma en cuenta las luchas colectivas, como las de clase o raza, divide las luchas sociales, se ha vuelto demasiado neoliberal y alejado de sus raíces revolucionarias.

Estos argumentos son falsos: el feminismo busca igualdad, no supremacía, busca que las mujeres podamos decidir el rol que deseamos asumir en la familia y no acabar con ella como institución, cuestionamos las estructuras patriarcales, no a los hombres como individuos (lo que no quita que haya caricaturas extremas en el movimiento).

El feminismo es necesario ya que, pese a los avances que hemos logrado las mujeres, aún existen desigualdades significativas, que se expresan en brechas salariales, en violencia que afecta a las mujeres de manera diferenciada por el hecho de ser mujeres y en una débil representación en la política.

Argumentos generales que conectan feminismo y democracia

El feminismo se articula con la democracia porque persigue la igualdad entre hombres y mujeres. La igualdad no solo es un principio moral, sino también un componente práctico que ayuda a sustentar y mejorar el funcionamiento de la democracia.

La lucha feminista beneficia a las mujeres y refuerza la igualdad como valor esencial para todas las personas. La igualdad promueve que todos los ciudadanos tengan las mismas oportunidades de acceso a servicios como educación, empleo y salud, que son cruciales para el desarrollo personal y el bienestar, así como también que los derechos civiles y políticos se apliquen a todos por igual, protegiendo a los individuos de la discriminación y el abuso de poder.

La inclusión de las mujeres en los procesos políticos fortalece las democracias al diversificar las perspectivas y garantizar una representación justa. El feminismo cuestiona todas las formas de opresión y jerarquía, promoviendo una visión más horizontal y justa de la sociedad. Asimismo, las democracias se fortalecen cuando las luchas feministas exponen las exclusiones y desigualdades estructurales, abriendo camino para reformas transformadoras que facilitan la cohesión social, que promueven el respeto y reconocimiento de las diferencias, asegurando que las voces de diferentes grupos, incluyendo minorías y mujeres, sean escuchadas y consideradas en el proceso de toma de decisiones, todo lo cual contribuye a reducir tensiones y conflictos.

“Cuanto más feminista sea la democracia, más democrática será”. Esta afirmación de Katia Uriona Gamarra, expresidenta del Tribunal Supremo Electoral de Bolivia y especialista en democracia paritaria, derechos políticos y violencia contra las mujeres, resalta una verdad esencial: la igualdad de género no es solo un derecho humano fundamental, sino una condición indispensable para fortalecer la democracia. Y es que, la participación de las mujeres en la política es clave para garantizar una representación auténtica y diseñar políticas públicas que reflejen las necesidades de toda la sociedad.

Desafíos que enfrentan las mujeres en el ámbito político

La falta de representación, la violencia política y los estereotipos de género continúan siendo obstáculos significativos para la plena participación femenina.

Según datos de ONU Mujeres (2024), “las mujeres ocupan el 23.3 % de los cargos ministeriales en gabinetes políticos a escala global. Solo en 15 países de 145 analizados, más del 50 % de las carteras políticas están lideradas por mujeres’’.

Además, la violencia política de género —que incluye amenazas, discriminación y actos de intimidación— se suma a las barreras que enfrentan las mujeres en su camino hacia el liderazgo. Todos estos desafíos perpetúan estructuras de poder desiguales que no reflejan las prioridades y necesidades de toda la población.

Mujeres: motor de cambio en la democracia

A lo largo de la segunda mitad del siglo pasado, en contextos de dictaduras, conflictos armados y crisis económicas en la región, las mujeres emergieron como sujetos sociales y nuevos actores políticos con propuestas cuestionadoras y creativas para participar en la toma de decisiones”, explica el estudio La ciudadanía de las mujeres en las democracias de las Américas, de la Comisión Interamericana de Mujeres, OEA, y la Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral, IDEA Internacional.

Además, este proyecto indica cómo el feminismo ha desempeñado un papel crucial en el proceso al replantear los conceptos tradicionales de ciudadanía, democracia y Estado:

  1. En primer lugar, el feminismo ha permitido redefinir y ampliar la noción misma de ciudadanía al hacer visibles los espacios en los que se perpetúa la desigualdad, como sucede en el espacio doméstico y también ha destacado que la igualdad formal no necesariamente se traduce en igualdad real o sustantiva.
  2. En segundo lugar, el feminismo ha promovido el reconocimiento de nuevos derechos, ha logrado que el Estado reconozca a las mujeres como sujeto con demandas específicas y ha logrado que temas como la violencia de género, la dependencia económica de las mujeres y la apropiación de sus cuerpos reproductivos se politizaran, visibilizando los mecanismos de desigualdad que operan en las esferas pública y privada.

No menos importante, es que el feminismo ha innovado al proponer nuevos marcos interpretativos para abordar la igualdad, promoviendo la autonomía física, económica y política de las mujeres. Basándose en enfoques como el de Nancy Fraser, el feminismo integró dimensiones de igualdad distributiva, de reconocimiento y política, entendiendo la igualdad como el resultado de procesos sociales atravesados por conflictos de poder.

Claves para avanzar hacia una democracia plena y equitativa

Ahora, te preguntarás ¿qué se necesita para construir una democracia más inclusiva? La investigación de NU. CEPAL – taskFORCE: Un llamado a la acción para impulsar el liderazgo de las mujeres y la democracia paritaria en las Américas, asegura que es esencial implementar medidas que garanticen la participación equitativa de las mujeres. Algunas recomendaciones clave incluyen:

  • Paridad de género como política de Estado: establecer leyes y políticas que garanticen la paridad en todos los niveles de poder político (Declaración MAM, Mesa de Alto Nivel sobre el Empoderamiento de las Mujeres y la Democracia Paritaria, para CSW65 – 65ª Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer (Commission on the Status of Women) 2021).
  • Diversidad en la toma de decisiones: asegurar la representación paritaria, étnica y racial en espacios públicos y privados (Consenso de Brasilia, 2010; Estrategia de Montevideo, 2016).
  • Erradicación de estereotipos de género: implementar políticas que eliminen roles tradicionales y promuevan la igualdad plena (CEDAW, Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, por sus siglas en inglés: Convention on the Elimination of All Forms of Discrimination Against Women.1979).
  • Vida pública libre de violencia: crear normativas que prevengan y sancionen la violencia política contra las mujeres (Declaración de Santo Domingo, 2019; Convención de Belém do Pará, 2015; Ley Modelo Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres en la Vida Política, 2017).
  • Partidos políticos inclusivos: fomentar agendas con perspectiva de género y liderazgo femenino dentro de las organizaciones políticas (OEA, 2019).
  • Participación de la sociedad civil: garantizar recursos para organizaciones feministas y de derechos humanos, asegurando su influencia en políticas públicas (Declaración de Panamá, 2022).

El liderazgo de las mujeres es fundamental para avanzar hacia una sociedad equitativa, donde la igualdad de género, más que un ideal, sea una realidad tangible. La colaboración entre mujeres líderes, partidos políticos y organismos internacionales es esencial para construir un futuro donde todas las voces sean escuchadas.

La creencia de que el feminismo es irrelevante para la democracia no solo es errónea, sino que representa un obstáculo significativo para el avance de las jóvenes líderes políticas. La lucha feminista ha sido clave en la ampliación de los derechos civiles y en la consolidación de sistemas democráticos más representativos.

Al ignorar su papel transformador, se perpetúan estructuras de poder que siguen marginando a las mujeres, limitando su acceso a la toma de decisiones y restando diversidad a los espacios políticos. El feminismo no es un añadido opcional a la democracia, sino que representa un componente esencial para garantizar que la participación política no esté restringida por barreras de género y que la igualdad sea una realidad tangible en el ejercicio del poder.

Es imperativo que las jóvenes líderes políticas reconozcan al feminismo como una herramienta fundamental en el camino hacia la transformación social y democrática. Superar los prejuicios que lo desacreditan y comprender su potencial emancipador es clave para lograr una democracia realmente inclusiva y equitativa.

Mientras persistan narrativas que minimizan la importancia del feminismo en la política, se continuará frenando el progreso de una generación de mujeres con la capacidad y el derecho de liderar. Es momento de asumir que, sin feminismo, la democracia continuará siendo incompleta, y que, sin la plena participación de las mujeres, su legitimidad se verá irremediablemente comprometida.

El verdadero desafío del feminismo es el patriarcado

El verdadero desafío del feminismo es el patriarcado

@nataliabrandler La creencia de que el feminismo es irrelevante para la democracia está frenando los…

nataliabrandler@gmail.com

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

@nataliabrandler

La creencia de que el feminismo es irrelevante para la democracia está frenando los objetivos y el progreso de las jóvenes líderes políticas. El feminismo tiene respuestas a muchas de las preguntas que se hacen las mujeres jóvenes que incursionan en la política. Por lo general, apenas comienzan, perciben las limitaciones que deberán enfrentar para lograr una carrera política exitosa y en el futuro, una vez electas a un cargo de representación o ejecutivo, contribuir con ideas novedosas, tener una voz propia, ser las líderes de una sociedad más humana, más democrática, más libre, más equitativa.

¿Cómo se expresan esas limitaciones y de qué manera estas limitan a la democracia misma? En 2021, en medio de la pandemia del covid-19, tuve la oportunidad de organizar un evento online con una de las grandes maestras del feminismo, Amelia Valcárcel, junto con mi querida amiga Delia Blanco Terán, diputada del Congreso español por el PSOE en varias legislaturas, ambas lúcidas, ambas brillantes.

Las participantes, un grupo de mujeres políticas venezolanas pertenecientes a diversos partidos y organizaciones políticas y a movimientos sociales, muchas de las cuales expresaron abiertamente su rechazo a identificarse como feministas, mostraron sorpresa ante la afirmación de Amelia Valcárcel de que “el feminismo es civilizatorio”. Valcárcel argumentó que la lucha feminista amplía los alcances de la democracia al reconocer a las mujeres como sujetos plenos de derechos. Si las democracias modernas se fundamentan también en el principio de igualdad, el feminismo representa su manifestación más consistente, ya que enfrenta y desafía las desigualdades históricas estructurales.

¿Cómo no estar de acuerdo con considerar que una condición indispensable para que una democracia sea legítima y representativa sea la participación igualitaria de las mujeres en todos los ámbitos de la sociedad, incluidos los espacios de poder político? Y ¿cómo no estar de acuerdo con que, la tal “universalidad de los derechos” en las democracias es una falacia, pues la realidad es que históricamente las democracias modernas han marginado a las mujeres?

Los esfuerzos de algunos gobiernos y de organizaciones privadas por incentivar el liderazgo y la participación de las mujeres en la toma de decisiones han logrado que la agenda de la igualdad tenga legitimidad y se hayan producido importantes avances para las mujeres. Sin embargo, los mecanismos de exclusión institucional de las mujeres se mantienen y la prueba son las enormes brechas que subsisten.

La discriminación tiene múltiples expresiones:

  • Se habla del “techo de cristal” (las barreras invisibles que impiden que las mujeres asciendan a los niveles más altos de cualquier jerarquía corporativa o política. Si ya lo hemos identificado ¿por qué persiste todavía?).
  • “El muro de las palabras” (¿cuántas veces el lenguaje y la narrativa sirven para mantener a las mujeres en posiciones secundarias?).
  • La “pared de cristal y el laberinto de cristal” (metáforas que indican que el cristal no está solo en el techo sino en los obstáculos laberínticos que complican aun más su ascenso), y
  • el “gueto de terciopelo o gueto rosado” (que sitúa a las mujeres en roles tradicionalmente feminizados, menos asociados al poder) son solo algunos de los que debemos tomar en consideración con relación a lo que estamos planteando.

Estos términos reflejan cómo las mujeres jóvenes en política enfrentan no solo el desafío de ser subrepresentadas, sino también el retiro de apoyo y oportunidades debido a persistentes prejuicios de género. Esto se agrava en el ámbito político, donde la cultura y las estructuras de poder pueden ser especialmente rígidas y tradicionales.

El feminismo exige que los derechos sean realmente universales y eso pasa por reconocer que hombres y mujeres valemos lo mismo, somos, como dice Amelia Valcárcel, “equivalentes” y “equipotentes”, es decir que tenemos el mismo valor intrínseco y la misma capacidad potencial para contribuir a todos los aspectos de la sociedad.

Los argumentos negativos más comunes sobre el feminismo

Los argumentos negativos más comunes sobre el feminismo provienen tanto de sectores de izquierda como de derecha y suelen estar basados en malentendidos, estereotipos y en la desinformación. Aquí unos ejemplos desde la derecha y desde la izquierda del espectro político:

  • Desde la derecha, los argumentos más utilizados son que el feminismo busca la superioridad de las mujeres sobre los hombres, que destruye a la familia tradicional, que las feministas odian a los hombres, que es innecesario porque las mujeres ya tienen igualdad.
  • Por su parte, la izquierda, si bien se ha mostrado más proclive a las reformas legales para ampliar los derechos de las mujeres, en la práctica los partidos de izquierda han dado muchas razones para posponer las luchas de las mujeres por la igualdad, me refiero a la igualdad real y efectiva, porque primero es la lucha de clases, primero lograr la revolución que después les tocará a ustedes, la opresión de las mujeres es la misma que la opresión de los hombres (ese argumento, por cierto, lo usan todos los sectores, todos los partidos políticos: “ustedes esperen a que nosotros les avisemos cuándo es un buen momento”).

También, desde la izquierda, muchos han calificado al feminismo como un movimiento burgués que no representa a las mujeres trabajadoras, no toma en cuenta las luchas colectivas, como las de clase o raza, divide las luchas sociales, se ha vuelto demasiado neoliberal y alejado de sus raíces revolucionarias.

Estos argumentos son falsos: el feminismo busca igualdad, no supremacía, busca que las mujeres podamos decidir el rol que deseamos asumir en la familia y no acabar con ella como institución, cuestionamos las estructuras patriarcales, no a los hombres como individuos (lo que no quita que haya caricaturas extremas en el movimiento).

El feminismo es necesario ya que, pese a los avances que hemos logrado las mujeres, aún existen desigualdades significativas, que se expresan en brechas salariales, en violencia que afecta a las mujeres de manera diferenciada por el hecho de ser mujeres y en una débil representación en la política.

Argumentos generales que conectan feminismo y democracia

El feminismo se articula con la democracia porque persigue la igualdad entre hombres y mujeres. La igualdad no solo es un principio moral, sino también un componente práctico que ayuda a sustentar y mejorar el funcionamiento de la democracia.

La lucha feminista beneficia a las mujeres y refuerza la igualdad como valor esencial para todas las personas. La igualdad promueve que todos los ciudadanos tengan las mismas oportunidades de acceso a servicios como educación, empleo y salud, que son cruciales para el desarrollo personal y el bienestar, así como también que los derechos civiles y políticos se apliquen a todos por igual, protegiendo a los individuos de la discriminación y el abuso de poder.

La inclusión de las mujeres en los procesos políticos fortalece las democracias al diversificar las perspectivas y garantizar una representación justa. El feminismo cuestiona todas las formas de opresión y jerarquía, promoviendo una visión más horizontal y justa de la sociedad. Asimismo, las democracias se fortalecen cuando las luchas feministas exponen las exclusiones y desigualdades estructurales, abriendo camino para reformas transformadoras que facilitan la cohesión social, que promueven el respeto y reconocimiento de las diferencias, asegurando que las voces de diferentes grupos, incluyendo minorías y mujeres, sean escuchadas y consideradas en el proceso de toma de decisiones, todo lo cual contribuye a reducir tensiones y conflictos.

“Cuanto más feminista sea la democracia, más democrática será”. Esta afirmación de Katia Uriona Gamarra, expresidenta del Tribunal Supremo Electoral de Bolivia y especialista en democracia paritaria, derechos políticos y violencia contra las mujeres, resalta una verdad esencial: la igualdad de género no es solo un derecho humano fundamental, sino una condición indispensable para fortalecer la democracia. Y es que, la participación de las mujeres en la política es clave para garantizar una representación auténtica y diseñar políticas públicas que reflejen las necesidades de toda la sociedad.

Desafíos que enfrentan las mujeres en el ámbito político

La falta de representación, la violencia política y los estereotipos de género continúan siendo obstáculos significativos para la plena participación femenina.

Según datos de ONU Mujeres (2024), “las mujeres ocupan el 23.3 % de los cargos ministeriales en gabinetes políticos a escala global. Solo en 15 países de 145 analizados, más del 50 % de las carteras políticas están lideradas por mujeres’’.

Además, la violencia política de género —que incluye amenazas, discriminación y actos de intimidación— se suma a las barreras que enfrentan las mujeres en su camino hacia el liderazgo. Todos estos desafíos perpetúan estructuras de poder desiguales que no reflejan las prioridades y necesidades de toda la población.

Mujeres: motor de cambio en la democracia

A lo largo de la segunda mitad del siglo pasado, en contextos de dictaduras, conflictos armados y crisis económicas en la región, las mujeres emergieron como sujetos sociales y nuevos actores políticos con propuestas cuestionadoras y creativas para participar en la toma de decisiones”, explica el estudio La ciudadanía de las mujeres en las democracias de las Américas, de la Comisión Interamericana de Mujeres, OEA, y la Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral, IDEA Internacional.

Además, este proyecto indica cómo el feminismo ha desempeñado un papel crucial en el proceso al replantear los conceptos tradicionales de ciudadanía, democracia y Estado:

  1. En primer lugar, el feminismo ha permitido redefinir y ampliar la noción misma de ciudadanía al hacer visibles los espacios en los que se perpetúa la desigualdad, como sucede en el espacio doméstico y también ha destacado que la igualdad formal no necesariamente se traduce en igualdad real o sustantiva.
  2. En segundo lugar, el feminismo ha promovido el reconocimiento de nuevos derechos, ha logrado que el Estado reconozca a las mujeres como sujeto con demandas específicas y ha logrado que temas como la violencia de género, la dependencia económica de las mujeres y la apropiación de sus cuerpos reproductivos se politizaran, visibilizando los mecanismos de desigualdad que operan en las esferas pública y privada.

No menos importante, es que el feminismo ha innovado al proponer nuevos marcos interpretativos para abordar la igualdad, promoviendo la autonomía física, económica y política de las mujeres. Basándose en enfoques como el de Nancy Fraser, el feminismo integró dimensiones de igualdad distributiva, de reconocimiento y política, entendiendo la igualdad como el resultado de procesos sociales atravesados por conflictos de poder.

Claves para avanzar hacia una democracia plena y equitativa

Ahora, te preguntarás ¿qué se necesita para construir una democracia más inclusiva? La investigación de NU. CEPAL – taskFORCE: Un llamado a la acción para impulsar el liderazgo de las mujeres y la democracia paritaria en las Américas, asegura que es esencial implementar medidas que garanticen la participación equitativa de las mujeres. Algunas recomendaciones clave incluyen:

  • Paridad de género como política de Estado: establecer leyes y políticas que garanticen la paridad en todos los niveles de poder político (Declaración MAM, Mesa de Alto Nivel sobre el Empoderamiento de las Mujeres y la Democracia Paritaria, para CSW65 – 65ª Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer (Commission on the Status of Women) 2021).
  • Diversidad en la toma de decisiones: asegurar la representación paritaria, étnica y racial en espacios públicos y privados (Consenso de Brasilia, 2010; Estrategia de Montevideo, 2016).
  • Erradicación de estereotipos de género: implementar políticas que eliminen roles tradicionales y promuevan la igualdad plena (CEDAW, Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, por sus siglas en inglés: Convention on the Elimination of All Forms of Discrimination Against Women.1979).
  • Vida pública libre de violencia: crear normativas que prevengan y sancionen la violencia política contra las mujeres (Declaración de Santo Domingo, 2019; Convención de Belém do Pará, 2015; Ley Modelo Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres en la Vida Política, 2017).
  • Partidos políticos inclusivos: fomentar agendas con perspectiva de género y liderazgo femenino dentro de las organizaciones políticas (OEA, 2019).
  • Participación de la sociedad civil: garantizar recursos para organizaciones feministas y de derechos humanos, asegurando su influencia en políticas públicas (Declaración de Panamá, 2022).

El liderazgo de las mujeres es fundamental para avanzar hacia una sociedad equitativa, donde la igualdad de género, más que un ideal, sea una realidad tangible. La colaboración entre mujeres líderes, partidos políticos y organismos internacionales es esencial para construir un futuro donde todas las voces sean escuchadas.

La creencia de que el feminismo es irrelevante para la democracia no solo es errónea, sino que representa un obstáculo significativo para el avance de las jóvenes líderes políticas. La lucha feminista ha sido clave en la ampliación de los derechos civiles y en la consolidación de sistemas democráticos más representativos.

Al ignorar su papel transformador, se perpetúan estructuras de poder que siguen marginando a las mujeres, limitando su acceso a la toma de decisiones y restando diversidad a los espacios políticos. El feminismo no es un añadido opcional a la democracia, sino que representa un componente esencial para garantizar que la participación política no esté restringida por barreras de género y que la igualdad sea una realidad tangible en el ejercicio del poder.

Es imperativo que las jóvenes líderes políticas reconozcan al feminismo como una herramienta fundamental en el camino hacia la transformación social y democrática. Superar los prejuicios que lo desacreditan y comprender su potencial emancipador es clave para lograr una democracia realmente inclusiva y equitativa.

Mientras persistan narrativas que minimizan la importancia del feminismo en la política, se continuará frenando el progreso de una generación de mujeres con la capacidad y el derecho de liderar. Es momento de asumir que, sin feminismo, la democracia continuará siendo incompleta, y que, sin la plena participación de las mujeres, su legitimidad se verá irremediablemente comprometida.

El verdadero desafío del feminismo es el patriarcado

El verdadero desafío del feminismo es el patriarcado

@nataliabrandler La creencia de que el feminismo es irrelevante para la democracia está frenando los…

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Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

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La creencia de que el feminismo es irrelevante para la democracia está frenando los objetivos y el progreso de las jóvenes líderes políticas. El feminismo tiene respuestas a muchas de las preguntas que se hacen las mujeres jóvenes que incursionan en la política. Por lo general, apenas comienzan, perciben las limitaciones que deberán enfrentar para lograr una carrera política exitosa y en el futuro, una vez electas a un cargo de representación o ejecutivo, contribuir con ideas novedosas, tener una voz propia, ser las líderes de una sociedad más humana, más democrática, más libre, más equitativa.

¿Cómo se expresan esas limitaciones y de qué manera estas limitan a la democracia misma? En 2021, en medio de la pandemia del covid-19, tuve la oportunidad de organizar un evento online con una de las grandes maestras del feminismo, Amelia Valcárcel, junto con mi querida amiga Delia Blanco Terán, diputada del Congreso español por el PSOE en varias legislaturas, ambas lúcidas, ambas brillantes.

Las participantes, un grupo de mujeres políticas venezolanas pertenecientes a diversos partidos y organizaciones políticas y a movimientos sociales, muchas de las cuales expresaron abiertamente su rechazo a identificarse como feministas, mostraron sorpresa ante la afirmación de Amelia Valcárcel de que “el feminismo es civilizatorio”. Valcárcel argumentó que la lucha feminista amplía los alcances de la democracia al reconocer a las mujeres como sujetos plenos de derechos. Si las democracias modernas se fundamentan también en el principio de igualdad, el feminismo representa su manifestación más consistente, ya que enfrenta y desafía las desigualdades históricas estructurales.

¿Cómo no estar de acuerdo con considerar que una condición indispensable para que una democracia sea legítima y representativa sea la participación igualitaria de las mujeres en todos los ámbitos de la sociedad, incluidos los espacios de poder político? Y ¿cómo no estar de acuerdo con que, la tal “universalidad de los derechos” en las democracias es una falacia, pues la realidad es que históricamente las democracias modernas han marginado a las mujeres?

Los esfuerzos de algunos gobiernos y de organizaciones privadas por incentivar el liderazgo y la participación de las mujeres en la toma de decisiones han logrado que la agenda de la igualdad tenga legitimidad y se hayan producido importantes avances para las mujeres. Sin embargo, los mecanismos de exclusión institucional de las mujeres se mantienen y la prueba son las enormes brechas que subsisten.

La discriminación tiene múltiples expresiones:

  • Se habla del “techo de cristal” (las barreras invisibles que impiden que las mujeres asciendan a los niveles más altos de cualquier jerarquía corporativa o política. Si ya lo hemos identificado ¿por qué persiste todavía?).
  • “El muro de las palabras” (¿cuántas veces el lenguaje y la narrativa sirven para mantener a las mujeres en posiciones secundarias?).
  • La “pared de cristal y el laberinto de cristal” (metáforas que indican que el cristal no está solo en el techo sino en los obstáculos laberínticos que complican aun más su ascenso), y
  • el “gueto de terciopelo o gueto rosado” (que sitúa a las mujeres en roles tradicionalmente feminizados, menos asociados al poder) son solo algunos de los que debemos tomar en consideración con relación a lo que estamos planteando.

Estos términos reflejan cómo las mujeres jóvenes en política enfrentan no solo el desafío de ser subrepresentadas, sino también el retiro de apoyo y oportunidades debido a persistentes prejuicios de género. Esto se agrava en el ámbito político, donde la cultura y las estructuras de poder pueden ser especialmente rígidas y tradicionales.

El feminismo exige que los derechos sean realmente universales y eso pasa por reconocer que hombres y mujeres valemos lo mismo, somos, como dice Amelia Valcárcel, “equivalentes” y “equipotentes”, es decir que tenemos el mismo valor intrínseco y la misma capacidad potencial para contribuir a todos los aspectos de la sociedad.

Los argumentos negativos más comunes sobre el feminismo

Los argumentos negativos más comunes sobre el feminismo provienen tanto de sectores de izquierda como de derecha y suelen estar basados en malentendidos, estereotipos y en la desinformación. Aquí unos ejemplos desde la derecha y desde la izquierda del espectro político:

  • Desde la derecha, los argumentos más utilizados son que el feminismo busca la superioridad de las mujeres sobre los hombres, que destruye a la familia tradicional, que las feministas odian a los hombres, que es innecesario porque las mujeres ya tienen igualdad.
  • Por su parte, la izquierda, si bien se ha mostrado más proclive a las reformas legales para ampliar los derechos de las mujeres, en la práctica los partidos de izquierda han dado muchas razones para posponer las luchas de las mujeres por la igualdad, me refiero a la igualdad real y efectiva, porque primero es la lucha de clases, primero lograr la revolución que después les tocará a ustedes, la opresión de las mujeres es la misma que la opresión de los hombres (ese argumento, por cierto, lo usan todos los sectores, todos los partidos políticos: “ustedes esperen a que nosotros les avisemos cuándo es un buen momento”).

También, desde la izquierda, muchos han calificado al feminismo como un movimiento burgués que no representa a las mujeres trabajadoras, no toma en cuenta las luchas colectivas, como las de clase o raza, divide las luchas sociales, se ha vuelto demasiado neoliberal y alejado de sus raíces revolucionarias.

Estos argumentos son falsos: el feminismo busca igualdad, no supremacía, busca que las mujeres podamos decidir el rol que deseamos asumir en la familia y no acabar con ella como institución, cuestionamos las estructuras patriarcales, no a los hombres como individuos (lo que no quita que haya caricaturas extremas en el movimiento).

El feminismo es necesario ya que, pese a los avances que hemos logrado las mujeres, aún existen desigualdades significativas, que se expresan en brechas salariales, en violencia que afecta a las mujeres de manera diferenciada por el hecho de ser mujeres y en una débil representación en la política.

Argumentos generales que conectan feminismo y democracia

El feminismo se articula con la democracia porque persigue la igualdad entre hombres y mujeres. La igualdad no solo es un principio moral, sino también un componente práctico que ayuda a sustentar y mejorar el funcionamiento de la democracia.

La lucha feminista beneficia a las mujeres y refuerza la igualdad como valor esencial para todas las personas. La igualdad promueve que todos los ciudadanos tengan las mismas oportunidades de acceso a servicios como educación, empleo y salud, que son cruciales para el desarrollo personal y el bienestar, así como también que los derechos civiles y políticos se apliquen a todos por igual, protegiendo a los individuos de la discriminación y el abuso de poder.

La inclusión de las mujeres en los procesos políticos fortalece las democracias al diversificar las perspectivas y garantizar una representación justa. El feminismo cuestiona todas las formas de opresión y jerarquía, promoviendo una visión más horizontal y justa de la sociedad. Asimismo, las democracias se fortalecen cuando las luchas feministas exponen las exclusiones y desigualdades estructurales, abriendo camino para reformas transformadoras que facilitan la cohesión social, que promueven el respeto y reconocimiento de las diferencias, asegurando que las voces de diferentes grupos, incluyendo minorías y mujeres, sean escuchadas y consideradas en el proceso de toma de decisiones, todo lo cual contribuye a reducir tensiones y conflictos.

“Cuanto más feminista sea la democracia, más democrática será”. Esta afirmación de Katia Uriona Gamarra, expresidenta del Tribunal Supremo Electoral de Bolivia y especialista en democracia paritaria, derechos políticos y violencia contra las mujeres, resalta una verdad esencial: la igualdad de género no es solo un derecho humano fundamental, sino una condición indispensable para fortalecer la democracia. Y es que, la participación de las mujeres en la política es clave para garantizar una representación auténtica y diseñar políticas públicas que reflejen las necesidades de toda la sociedad.

Desafíos que enfrentan las mujeres en el ámbito político

La falta de representación, la violencia política y los estereotipos de género continúan siendo obstáculos significativos para la plena participación femenina.

Según datos de ONU Mujeres (2024), “las mujeres ocupan el 23.3 % de los cargos ministeriales en gabinetes políticos a escala global. Solo en 15 países de 145 analizados, más del 50 % de las carteras políticas están lideradas por mujeres’’.

Además, la violencia política de género —que incluye amenazas, discriminación y actos de intimidación— se suma a las barreras que enfrentan las mujeres en su camino hacia el liderazgo. Todos estos desafíos perpetúan estructuras de poder desiguales que no reflejan las prioridades y necesidades de toda la población.

Mujeres: motor de cambio en la democracia

A lo largo de la segunda mitad del siglo pasado, en contextos de dictaduras, conflictos armados y crisis económicas en la región, las mujeres emergieron como sujetos sociales y nuevos actores políticos con propuestas cuestionadoras y creativas para participar en la toma de decisiones”, explica el estudio La ciudadanía de las mujeres en las democracias de las Américas, de la Comisión Interamericana de Mujeres, OEA, y la Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral, IDEA Internacional.

Además, este proyecto indica cómo el feminismo ha desempeñado un papel crucial en el proceso al replantear los conceptos tradicionales de ciudadanía, democracia y Estado:

  1. En primer lugar, el feminismo ha permitido redefinir y ampliar la noción misma de ciudadanía al hacer visibles los espacios en los que se perpetúa la desigualdad, como sucede en el espacio doméstico y también ha destacado que la igualdad formal no necesariamente se traduce en igualdad real o sustantiva.
  2. En segundo lugar, el feminismo ha promovido el reconocimiento de nuevos derechos, ha logrado que el Estado reconozca a las mujeres como sujeto con demandas específicas y ha logrado que temas como la violencia de género, la dependencia económica de las mujeres y la apropiación de sus cuerpos reproductivos se politizaran, visibilizando los mecanismos de desigualdad que operan en las esferas pública y privada.

No menos importante, es que el feminismo ha innovado al proponer nuevos marcos interpretativos para abordar la igualdad, promoviendo la autonomía física, económica y política de las mujeres. Basándose en enfoques como el de Nancy Fraser, el feminismo integró dimensiones de igualdad distributiva, de reconocimiento y política, entendiendo la igualdad como el resultado de procesos sociales atravesados por conflictos de poder.

Claves para avanzar hacia una democracia plena y equitativa

Ahora, te preguntarás ¿qué se necesita para construir una democracia más inclusiva? La investigación de NU. CEPAL – taskFORCE: Un llamado a la acción para impulsar el liderazgo de las mujeres y la democracia paritaria en las Américas, asegura que es esencial implementar medidas que garanticen la participación equitativa de las mujeres. Algunas recomendaciones clave incluyen:

  • Paridad de género como política de Estado: establecer leyes y políticas que garanticen la paridad en todos los niveles de poder político (Declaración MAM, Mesa de Alto Nivel sobre el Empoderamiento de las Mujeres y la Democracia Paritaria, para CSW65 – 65ª Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer (Commission on the Status of Women) 2021).
  • Diversidad en la toma de decisiones: asegurar la representación paritaria, étnica y racial en espacios públicos y privados (Consenso de Brasilia, 2010; Estrategia de Montevideo, 2016).
  • Erradicación de estereotipos de género: implementar políticas que eliminen roles tradicionales y promuevan la igualdad plena (CEDAW, Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, por sus siglas en inglés: Convention on the Elimination of All Forms of Discrimination Against Women.1979).
  • Vida pública libre de violencia: crear normativas que prevengan y sancionen la violencia política contra las mujeres (Declaración de Santo Domingo, 2019; Convención de Belém do Pará, 2015; Ley Modelo Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres en la Vida Política, 2017).
  • Partidos políticos inclusivos: fomentar agendas con perspectiva de género y liderazgo femenino dentro de las organizaciones políticas (OEA, 2019).
  • Participación de la sociedad civil: garantizar recursos para organizaciones feministas y de derechos humanos, asegurando su influencia en políticas públicas (Declaración de Panamá, 2022).

El liderazgo de las mujeres es fundamental para avanzar hacia una sociedad equitativa, donde la igualdad de género, más que un ideal, sea una realidad tangible. La colaboración entre mujeres líderes, partidos políticos y organismos internacionales es esencial para construir un futuro donde todas las voces sean escuchadas.

La creencia de que el feminismo es irrelevante para la democracia no solo es errónea, sino que representa un obstáculo significativo para el avance de las jóvenes líderes políticas. La lucha feminista ha sido clave en la ampliación de los derechos civiles y en la consolidación de sistemas democráticos más representativos.

Al ignorar su papel transformador, se perpetúan estructuras de poder que siguen marginando a las mujeres, limitando su acceso a la toma de decisiones y restando diversidad a los espacios políticos. El feminismo no es un añadido opcional a la democracia, sino que representa un componente esencial para garantizar que la participación política no esté restringida por barreras de género y que la igualdad sea una realidad tangible en el ejercicio del poder.

Es imperativo que las jóvenes líderes políticas reconozcan al feminismo como una herramienta fundamental en el camino hacia la transformación social y democrática. Superar los prejuicios que lo desacreditan y comprender su potencial emancipador es clave para lograr una democracia realmente inclusiva y equitativa.

Mientras persistan narrativas que minimizan la importancia del feminismo en la política, se continuará frenando el progreso de una generación de mujeres con la capacidad y el derecho de liderar. Es momento de asumir que, sin feminismo, la democracia continuará siendo incompleta, y que, sin la plena participación de las mujeres, su legitimidad se verá irremediablemente comprometida.

El verdadero desafío del feminismo es el patriarcado

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@nataliabrandler La creencia de que el feminismo es irrelevante para la democracia está frenando los…

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