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Opinión

Generalizar, un atajo peligroso

Generalizar, un atajo peligroso, por Armando Martini Pietri
Armando Martini Pietri
15/08/2024
Generalizar siempre es malo porque nos aleja de la verdad, fomenta la división y deshumaniza

@ArmandoMartini

En la sociedad inundada por sobreabundancia de información y opiniones, la tentación de recurrir a las generalizaciones es constante. Generalizar, en su esencia, es un proceso de simplificación que reduce la complejidad de fenómenos sociales, políticos y culturales a ideas o juicios más fácilmente digeribles. Sin embargo, este atajo cognitivo, aunque útil en contextos limitados, se convierte en una trampa peligrosa cuando se aplica indiscriminada, y particularmente en el discurso político y social.

Al generalizar, se comete el error de asumir que lo cierto en algunos casos debe serlo en todos. Esta reducción parece inofensiva, pero sus implicaciones son profundas y confusas. Cuando se etiqueta a un grupo de personas, ideología, o situación de manera general, se borran sutilezas y diferencias que hacen que cada elemento del conjunto o situación sea único.

Expresar que “todos los jóvenes no tienen interés en la política”; “todos los políticos son corruptos”; “todos los inmigrantes son criminales” o que “todos los ricos son explotadores” es injusto, incorrecto, dificulta el diálogo y deslegitima el trabajo de aquellos que buscan el bien común; lo que alimenta el cinismo y la desconfianza, erosionando la fe en las instituciones democráticas.

Las generalizaciones deshumanizan a las personas al comprimirlas a categorías. Un caldo de cultivo de la intolerancia y, peor, de la violencia. La historia está repleta de ejemplos, desde la segregación racial hasta las purgas ideológicas; y su uso enmarañado es práctica negativa e intelectualmente deshonesta, porque llevan a políticas mal diseñadas que no abordan las necesidades reales de la población. Cuando un gobierno toma decisiones basadas en la idea de que “los pobres son pobres porque no quieren trabajar”, ignora las complejas estructuras económicas, sociales y culturales que perpetúan la pobreza.

Al reducir al individuo a estereotipos simplistas, provoca el fraccionamiento y el conflicto. Las generalizaciones sobre etnias, géneros, religiones o nacionalidades son semillas que, cuando se plantan en terreno fértil, germinan en odio, segregación y violencia.

El antídoto contra la tentación de generalizar es el matiz. Reconocer la complejidad de la realidad es el primer paso para evitar caer en reajustes dañinos. Esto requiere un esfuerzo consciente por parte de ciudadanos y líderes políticos para analizar escenarios y grupos en toda su diversidad y particularidad.

En lugar de afirmar que “todos los inmigrantes son un problema”, sería más adecuado y digno discutir los desafíos y beneficios del desplazamiento, considerando la multiplicidad de experiencias entre inmigrantes y las circunstancias que los llevaron a migrar. En lugar de señalar que “la tecnología es mala”, exploremos cómo ciertas tecnologías presentan riesgos, mientras que otras ofrecen beneficios significativos.

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Generalizar siempre es malo porque nos aleja de la verdad, fomenta la división y deshumaniza…

La generalización, es pereza intelectual. En lugar de esforzarse por comprender sutilezas y laberintos, se opta por una visión simplista que raramente refleja la realidad. Esto no solo empobrece el pensamiento, sino que también limita la capacidad para actuar de manera justa y moral.

Generalizar siempre es malo porque nos aleja de la verdad, fomenta la división y deshumaniza. Un hábito, aunque común, perjudicial cuando se trata de comprender, abordar los problemas políticos y sociales. Como ciudadanos responsables y comprometidos, se debe resistir al incentivo de la simplificación excesiva. En su lugar, esforzarnos por adoptar un enfoque matizado, que reconozca el embrollo de los fenómenos, respeto la pluralidad de usanzas y perspectivas. Porque, lejos de ser herramienta útil, es trampa intelectual que nos separa de la verdad y justicia. Al evitarlas, se mejora el discurso, calidad de las decisiones y salud de la democracia.

Olvidemos reducciones fáciles y dañinas. La verdadera sabiduría y auténtica justicia requieren que distingamos a cada persona y situación en su individualidad y particularidad, reconociendo que detrás de cada grupo, cada etiqueta y cada generalización, hay seres humanos con historias y realidades únicas que merecen ser comprendidas y respetadas.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

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