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¿Quién quiere más crisis?

Cuando uno apunta a los problemas, no es para celebrarlos. Es para recordar lo mal que estamos y seguiremos, aunque otros insistan en las “buenas señales” para aplacar el descontento y justificar a una “oposición” que no se opone realmente

 

@AAAD25

Por estos días he notado un incremento notable en los lamentos por la situación económica del país. Además del pesar, hay mucho temor. Es como si el fantasma de lo peor de la crisis le respirara en la nunca a la gente, amenazando con volverse corpóreo de nuevo y a envolver a todo el mundo en fatal abrazo. El recuerdo traumático de los años entre 2016 y 2018 está a la orden del día: hiperinflación, anaqueles vacíos, colas interminables, “bachaqueros”, etcétera. Mientras que la escasez es el flagelo de más improbable retorno, debido a la renuencia del chavismo a reanudar controles de precios, el incremento de los numeritos en rótulos sí tiene a la población muy consternada. ¿Y cómo no? En agosto, según el Observatorio Venezolanos de Finanzas, la inflación se duplicó con respecto a julio y llegó a su punto más alto en lo que va de año. En septiembre volvió a contraerse de manera considerable, pero octubre empezó con una fuerte alza en el tipo de cambio, por lo general un preludio de la propia inflación.

Mientras tanto, en foros gremiales y emisoras de radio desfilan analistas de nuestra economía insistiendo en que viene una mejora sustancial. Están en eso más o menos desde febrero, luego del descalabro de la segunda mitad del año pasado y principios de 2023. Como he dicho en otra ocasión, se trata de los mismos que desestiman cualquier necesidad de presionar a la elite gobernante para que introduzca reformas democratizadoras, pues están convencidos, o dicen estar convencidos, de que pedir tal cosa al chavismo con palabras cordiales bastaría. Tiene sentido que esa laxitud política vaya de la mano con el referido optimismo en materia económica. Por eso el empecinamiento en que, de alguna forma, vamos para bien por ese lado.

¿Quién tiene la razón? Creo que no es muy difícil adivinar que tiendo más hacia los preocupados. No obstante, me abstengo del catastrofismo más intenso. Es decir, aunque no lo descarto para nada, tampoco puedo asegurar que volveremos a la etapa más tétrica. Paradójicamente, esa incertidumbre puede ser más inquietante que la certeza apocalíptica. Porque si estás seguro de que todo se irá al demonio, puedes tomar previsiones para el futuro que en el presente son desagradables. En cambio, si no tienes esa seguridad, surgen dilemas.

El horrendo regreso de la incertidumbre económica

El horrendo regreso de la incertidumbre económica

Cuando uno apunta a los problemas, no es para celebrarlos. Es para recordar lo mal…

Como cualquier ciudadano adulto viviendo en Venezuela, no puedo tomarme a la ligera ningún juicio sobre finanzas personales, debido al delicado ambiente en el que me desenvuelvo. Tanto por razones profesionales como privadas, trato de orientarme siguiendo información actualizada y de calidad. Mis conclusiones no son en ese sentido nada alentadoras. A menudo las comparto, como humilde aporte a una discusión de interés público. En algunas ocasiones, personas que visiblemente comulgan con los “optimistas y relajados” me han dicho a mí, o a otras personas que apuntan hacia la ruina prolongada, que nos estamos dizque regodeando por ello. Que uno está deseando que la economía termine de pudrirse, con la expectativa de que ello aliente a la gente a volver a protestar exigiendo un cambio de gobierno. Que uno es un insensible y un resentido que le desea el mal a su país.

¡Vaya necedad! Todos los que estamos en Venezuela sufrimos cada vez que la economía empeora. Unos más que otros, ciertamente, lo cual me permito enfatizar porque no pretendo contarme entre los que padecen la peor de las miserias, pues sería una burla a ese grupo y una banalización de su tragedia. En fin, nadie con dos dedos de frente dice “Ojalá todo colapse, para que la gente despierte”. Esa forma de pensar no solo es cruel, sino estúpida. Porque ni siquiera con indicadores económicos mucho peores que los actuales se dieron entre 2016 y 2018 las condiciones para un cambio de gobierno.

Confesiones de un venezolano afortunado y preocupado

Confesiones de un venezolano afortunado y preocupado

Cuando uno apunta a los problemas, no es para celebrarlos. Es para recordar lo mal…

Lo que sí es cierto es que cada agravamiento es un recordatorio de que a la elite chavista no le interesa una recuperación inclusiva. No les importó sumir al país entero en una calamidad humanitaria con tal de que siguieran teniendo con qué llenarse ellos las manos. Cuando se dieron cuenta de que el saqueo no dejó piedra sobre piedra, tuvieron que aflojar los controles económicos destructivos para permitir cierta generación de riqueza por el sector privado, para así contar con una nueva fuente de ingresos mediante la recaudación fiscal. Pero hasta ahí, con aquel fin egoístamente utilitario, llega el espíritu reformista. En el mejor de los casos, permitirá que dejemos de caer, pero quedándonos estancados en una profundidad bastante tenebrosa.

Entonces, cuando uno apunta a esos problemas, no es para celebrarlos. Es para recordar lo mal que estamos y seguiremos, aunque otros insistan en las “buenas señales” para aplacar el descontento y justificar a una “oposición” que no se opone realmente. Si a alguien le molesta, pues que así sea. Nada importan las quejas de un puñado de optimistas relativa o inequívocamente privilegiados mientras las masas siguen en la miseria. Necesitamos hacer más, si queremos cambiar las cosas.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Cuando uno apunta a los problemas, no es para celebrarlos. Es para recordar lo mal que estamos y seguiremos, aunque otros insistan en las “buenas señales” para aplacar el descontento y justificar a una “oposición” que no se opone realmente

 

@AAAD25

Por estos días he notado un incremento notable en los lamentos por la situación económica del país. Además del pesar, hay mucho temor. Es como si el fantasma de lo peor de la crisis le respirara en la nunca a la gente, amenazando con volverse corpóreo de nuevo y a envolver a todo el mundo en fatal abrazo. El recuerdo traumático de los años entre 2016 y 2018 está a la orden del día: hiperinflación, anaqueles vacíos, colas interminables, “bachaqueros”, etcétera. Mientras que la escasez es el flagelo de más improbable retorno, debido a la renuencia del chavismo a reanudar controles de precios, el incremento de los numeritos en rótulos sí tiene a la población muy consternada. ¿Y cómo no? En agosto, según el Observatorio Venezolanos de Finanzas, la inflación se duplicó con respecto a julio y llegó a su punto más alto en lo que va de año. En septiembre volvió a contraerse de manera considerable, pero octubre empezó con una fuerte alza en el tipo de cambio, por lo general un preludio de la propia inflación.

Mientras tanto, en foros gremiales y emisoras de radio desfilan analistas de nuestra economía insistiendo en que viene una mejora sustancial. Están en eso más o menos desde febrero, luego del descalabro de la segunda mitad del año pasado y principios de 2023. Como he dicho en otra ocasión, se trata de los mismos que desestiman cualquier necesidad de presionar a la elite gobernante para que introduzca reformas democratizadoras, pues están convencidos, o dicen estar convencidos, de que pedir tal cosa al chavismo con palabras cordiales bastaría. Tiene sentido que esa laxitud política vaya de la mano con el referido optimismo en materia económica. Por eso el empecinamiento en que, de alguna forma, vamos para bien por ese lado.

¿Quién tiene la razón? Creo que no es muy difícil adivinar que tiendo más hacia los preocupados. No obstante, me abstengo del catastrofismo más intenso. Es decir, aunque no lo descarto para nada, tampoco puedo asegurar que volveremos a la etapa más tétrica. Paradójicamente, esa incertidumbre puede ser más inquietante que la certeza apocalíptica. Porque si estás seguro de que todo se irá al demonio, puedes tomar previsiones para el futuro que en el presente son desagradables. En cambio, si no tienes esa seguridad, surgen dilemas.

El horrendo regreso de la incertidumbre económica

El horrendo regreso de la incertidumbre económica

Cuando uno apunta a los problemas, no es para celebrarlos. Es para recordar lo mal…

Como cualquier ciudadano adulto viviendo en Venezuela, no puedo tomarme a la ligera ningún juicio sobre finanzas personales, debido al delicado ambiente en el que me desenvuelvo. Tanto por razones profesionales como privadas, trato de orientarme siguiendo información actualizada y de calidad. Mis conclusiones no son en ese sentido nada alentadoras. A menudo las comparto, como humilde aporte a una discusión de interés público. En algunas ocasiones, personas que visiblemente comulgan con los “optimistas y relajados” me han dicho a mí, o a otras personas que apuntan hacia la ruina prolongada, que nos estamos dizque regodeando por ello. Que uno está deseando que la economía termine de pudrirse, con la expectativa de que ello aliente a la gente a volver a protestar exigiendo un cambio de gobierno. Que uno es un insensible y un resentido que le desea el mal a su país.

¡Vaya necedad! Todos los que estamos en Venezuela sufrimos cada vez que la economía empeora. Unos más que otros, ciertamente, lo cual me permito enfatizar porque no pretendo contarme entre los que padecen la peor de las miserias, pues sería una burla a ese grupo y una banalización de su tragedia. En fin, nadie con dos dedos de frente dice “Ojalá todo colapse, para que la gente despierte”. Esa forma de pensar no solo es cruel, sino estúpida. Porque ni siquiera con indicadores económicos mucho peores que los actuales se dieron entre 2016 y 2018 las condiciones para un cambio de gobierno.

Confesiones de un venezolano afortunado y preocupado

Confesiones de un venezolano afortunado y preocupado

Cuando uno apunta a los problemas, no es para celebrarlos. Es para recordar lo mal…

Lo que sí es cierto es que cada agravamiento es un recordatorio de que a la elite chavista no le interesa una recuperación inclusiva. No les importó sumir al país entero en una calamidad humanitaria con tal de que siguieran teniendo con qué llenarse ellos las manos. Cuando se dieron cuenta de que el saqueo no dejó piedra sobre piedra, tuvieron que aflojar los controles económicos destructivos para permitir cierta generación de riqueza por el sector privado, para así contar con una nueva fuente de ingresos mediante la recaudación fiscal. Pero hasta ahí, con aquel fin egoístamente utilitario, llega el espíritu reformista. En el mejor de los casos, permitirá que dejemos de caer, pero quedándonos estancados en una profundidad bastante tenebrosa.

Entonces, cuando uno apunta a esos problemas, no es para celebrarlos. Es para recordar lo mal que estamos y seguiremos, aunque otros insistan en las “buenas señales” para aplacar el descontento y justificar a una “oposición” que no se opone realmente. Si a alguien le molesta, pues que así sea. Nada importan las quejas de un puñado de optimistas relativa o inequívocamente privilegiados mientras las masas siguen en la miseria. Necesitamos hacer más, si queremos cambiar las cosas.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

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Cuando uno apunta a los problemas, no es para celebrarlos. Es para recordar lo mal que estamos y seguiremos, aunque otros insistan en las “buenas señales” para aplacar el descontento y justificar a una “oposición” que no se opone realmente

 

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Por estos días he notado un incremento notable en los lamentos por la situación económica del país. Además del pesar, hay mucho temor. Es como si el fantasma de lo peor de la crisis le respirara en la nunca a la gente, amenazando con volverse corpóreo de nuevo y a envolver a todo el mundo en fatal abrazo. El recuerdo traumático de los años entre 2016 y 2018 está a la orden del día: hiperinflación, anaqueles vacíos, colas interminables, “bachaqueros”, etcétera. Mientras que la escasez es el flagelo de más improbable retorno, debido a la renuencia del chavismo a reanudar controles de precios, el incremento de los numeritos en rótulos sí tiene a la población muy consternada. ¿Y cómo no? En agosto, según el Observatorio Venezolanos de Finanzas, la inflación se duplicó con respecto a julio y llegó a su punto más alto en lo que va de año. En septiembre volvió a contraerse de manera considerable, pero octubre empezó con una fuerte alza en el tipo de cambio, por lo general un preludio de la propia inflación.

Mientras tanto, en foros gremiales y emisoras de radio desfilan analistas de nuestra economía insistiendo en que viene una mejora sustancial. Están en eso más o menos desde febrero, luego del descalabro de la segunda mitad del año pasado y principios de 2023. Como he dicho en otra ocasión, se trata de los mismos que desestiman cualquier necesidad de presionar a la elite gobernante para que introduzca reformas democratizadoras, pues están convencidos, o dicen estar convencidos, de que pedir tal cosa al chavismo con palabras cordiales bastaría. Tiene sentido que esa laxitud política vaya de la mano con el referido optimismo en materia económica. Por eso el empecinamiento en que, de alguna forma, vamos para bien por ese lado.

¿Quién tiene la razón? Creo que no es muy difícil adivinar que tiendo más hacia los preocupados. No obstante, me abstengo del catastrofismo más intenso. Es decir, aunque no lo descarto para nada, tampoco puedo asegurar que volveremos a la etapa más tétrica. Paradójicamente, esa incertidumbre puede ser más inquietante que la certeza apocalíptica. Porque si estás seguro de que todo se irá al demonio, puedes tomar previsiones para el futuro que en el presente son desagradables. En cambio, si no tienes esa seguridad, surgen dilemas.

El horrendo regreso de la incertidumbre económica

El horrendo regreso de la incertidumbre económica

Cuando uno apunta a los problemas, no es para celebrarlos. Es para recordar lo mal…

Como cualquier ciudadano adulto viviendo en Venezuela, no puedo tomarme a la ligera ningún juicio sobre finanzas personales, debido al delicado ambiente en el que me desenvuelvo. Tanto por razones profesionales como privadas, trato de orientarme siguiendo información actualizada y de calidad. Mis conclusiones no son en ese sentido nada alentadoras. A menudo las comparto, como humilde aporte a una discusión de interés público. En algunas ocasiones, personas que visiblemente comulgan con los “optimistas y relajados” me han dicho a mí, o a otras personas que apuntan hacia la ruina prolongada, que nos estamos dizque regodeando por ello. Que uno está deseando que la economía termine de pudrirse, con la expectativa de que ello aliente a la gente a volver a protestar exigiendo un cambio de gobierno. Que uno es un insensible y un resentido que le desea el mal a su país.

¡Vaya necedad! Todos los que estamos en Venezuela sufrimos cada vez que la economía empeora. Unos más que otros, ciertamente, lo cual me permito enfatizar porque no pretendo contarme entre los que padecen la peor de las miserias, pues sería una burla a ese grupo y una banalización de su tragedia. En fin, nadie con dos dedos de frente dice “Ojalá todo colapse, para que la gente despierte”. Esa forma de pensar no solo es cruel, sino estúpida. Porque ni siquiera con indicadores económicos mucho peores que los actuales se dieron entre 2016 y 2018 las condiciones para un cambio de gobierno.

Confesiones de un venezolano afortunado y preocupado

Confesiones de un venezolano afortunado y preocupado

Cuando uno apunta a los problemas, no es para celebrarlos. Es para recordar lo mal…

Lo que sí es cierto es que cada agravamiento es un recordatorio de que a la elite chavista no le interesa una recuperación inclusiva. No les importó sumir al país entero en una calamidad humanitaria con tal de que siguieran teniendo con qué llenarse ellos las manos. Cuando se dieron cuenta de que el saqueo no dejó piedra sobre piedra, tuvieron que aflojar los controles económicos destructivos para permitir cierta generación de riqueza por el sector privado, para así contar con una nueva fuente de ingresos mediante la recaudación fiscal. Pero hasta ahí, con aquel fin egoístamente utilitario, llega el espíritu reformista. En el mejor de los casos, permitirá que dejemos de caer, pero quedándonos estancados en una profundidad bastante tenebrosa.

Entonces, cuando uno apunta a esos problemas, no es para celebrarlos. Es para recordar lo mal que estamos y seguiremos, aunque otros insistan en las “buenas señales” para aplacar el descontento y justificar a una “oposición” que no se opone realmente. Si a alguien le molesta, pues que así sea. Nada importan las quejas de un puñado de optimistas relativa o inequívocamente privilegiados mientras las masas siguen en la miseria. Necesitamos hacer más, si queremos cambiar las cosas.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Todavia hay más
Una base de datos de mujeres y personas no binarias con la que buscamos reolver el problema: la falta de diversidad de género en la vocería y fuentes autorizadas en los contenidos periodísticos.