Nosotros, los petrólogos - Runrun
Julio Castillo Sagarzazu Jun 28, 2022 | Actualizado hace 2 meses
Nosotros, los petrólogos
Si Petro tiene intenciones de arrasar con las instituciones en Colombia, será muy difícil impedírselo. Sobre todo, si escoge, como Chávez, no actuar con las reglas de la democracia

 

@juliocasagar

Así, como todos fuimos especialistas en COVID-19 y en Ucrania; ahora todos somos especialistas en Gustavo Petro. Los más variados análisis sobre lo que hará o no y sobre por qué ha ganado las elecciones, han formado ya verdaderos lagos de tinta.

Esta nota engrosará el caudal de los arroyos que tributan en ese lago. ¿Qué le vamos a hacer?

Primero, una confesión de prejuicios personales: la figura de Petro me desagrada, la de Hernández comunicaba una cándida compasión, la misma que se tiene a los viejitos medio tostados. Era evidente que no parecía una persona que pudiera hacerse cargo de un país como Colombia, sobre todo si no formaba un gabinete capaz de eludir sus chocheras y sus metidas de pata. Sin embargo, hubiera votado por él, como, con el mismo pañuelo en la nariz habría votado por Keiko y hasta por el rival de Boric, cuyo nombre ni siquiera recuerdo.

Petro me parece insincero, taimado y de esos tipos que son capaces de cualquier cosa. No obstante, repito, es puro feeling y puro prejuicio.

Sobre lo que hará, es preferible esperar algunos de sus anuncios. Sobre todo su primer gabinete y, un tema clave, si anuncia o insinúa una Constituyente. Ese sí será un dato objetivo para afirmar que algo está podrido en Dinamarca.

Por lo pronto, no queda más que hilvanar hipótesis y rezarle a Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá (seguramente prima y vecina de La Chinita) y patrona de Colombia, para que los peores augurios no se cumplan. Y para que nuestros compatriotas emigrados en el hermano país no tengan que sentir en sus carnes, por segunda vez, la persecución, la miseria y la incertidumbre.

Cerrado el capítulo de la profecía y dejando, como lo hemos invocado, en buenas manos, el futuro de Colombia, sí valdría la pena pasearse por un tema, también masticado y manoseado, de las razones que llevaron a la victoria de Gustavo Petro.

Veamos:

La primera, obviamente que tiene que ver con el sustrato objetivo de las profundas divisiones de la sociedad colombiana y las grandes grietas que secularmente han separado a sus clases sociales. Petro, encarnando esa sed de revancha, logro cautivar a los más pobres y a los jóvenes con su mensaje de vindicación y de cambio. Esta afirmación ya es un tópico y un lugar común “universalmente” aceptado.

También está el hartazgo común, a casi todos los pueblos de mundo, por la dirigencia tradicional y las elites políticas desgastadas. En esta elección se cumplió, más que nunca, el conocido aforismo que nos recuerda el coronel Aureliano Buendía: “La única diferencia es que los liberales van a misa de 5 y los conservadores van a misa de 8”. Petro, en el imaginario popular colombiano es, aunque no sea verdad, una reacción contra las castas y sus partidos que les han gobernado por muchos años.

Finalmente, hay otro elemento, que podría catalogarse como el más importante: Petro terminó siendo un punto de confluencia (como lo fue Chávez aquí) de intereses variadísimos que van desde sectores de la oligarquía colombiana, pasando por liderazgos como el de Santos y Gaviria, hasta Piedad Córdoba y los restos de grupos insurgentes que aún tienen fichas para jugar en Colombia. E incluso, que no nos extrañe, también de grupos de presión y lobbies, con importante influencia en los Estados Unidos.

En Venezuela esa confluencia de intereses nos trajo a Chávez. Basta recordar la alianza empresarial de apellidos de los Amos del Valle; de bancos españoles y multinacionales que apostaron por él y que financiaron su proyecto. Casi todos los grandes medios de comunicación le apoyaron. Igualmente, directa, o indirectamente, Alfaro Ucero e Irene Sáez (quien luego sería candidata chavista en Nueva Esparta) remaron en la misma dirección.

La frivolidad política jugó un papel muy importante entonces. ¿Cuántas personas votaron y activaron por Chávez con argumentos como: “Aquí hace falta un militar que arregle esto”; “Salas Romer es un catire sifrino que no me cae bien”; “Hace falta un cambio para que la clase política aprenda?”.

El cálculo político de muchos también obró en el mismo sentido. Y lo ha hecho ahora en Colombia. Al respecto es necesario mencionar un brillante análisis de nuestro apreciado amigo Pedro Benítez, quien ha puesto de manifiesto cómo Juan Manuel Santos ha sido clave en la elección de Petro.

Esa habilidad y las filigranas que tejió, con el cálculo de enterrar al uribismo y a cualquier eventual heredero de él, como Fico Gutiérrez, no necesariamente le va a salir bien. Como no le salió en Venezuela a quienes se la jugaron con Chávez, con la esperanza de hacerse un camino luego de enterrar a Salas.

La apuesta de “domesticar” a Petro es peligrosa. Quizás no imposible porque habría que esperar si tiene intenciones de arrasar o no con las instituciones en Colombia; pero si las tiene, será muy difícil impedírselo. Sobre todo, si escoge, como Chávez, no actuar con las reglas de la democracia.

Petro no tiene dilemas fáciles: Colombia está afiliada a la OTAN, tiene bases militares norteamericanas y aunque la bandera de las barras y las estrellas no se ice en ellas, sus soldados gozan de inmunidad penal en territorio colombiano. Los militares que combatieron su guerrilla no están retirados o muertos como estaban en Venezuela cuando llegó Chávez. Tendrá que resolver el problema de la alianza de intereses que le llevó al poder. Cuando se plantee el tema del reparto de la torta, tendrá que tomar decisiones sobre lo que le toca a Santos y a Gaviria, pero también a Piedad Córdoba y a Timochenko. Chávez dejó en el camino a Miquilena, el gran artífice de sus acuerdos con sectores tradicionales en la economía y la política. Una buena pista sobre sus intenciones es ver quiénes son los primeros compañeros de ruta que abandona.

Sea lo que Petro vaya a hacer, tiene que hacerlo rápido y aprovechar su miniluna de miel. Los primeros golpes serán de efecto. Una casualidad pintoresca (ojalá que solo sea casualidad) es que su primera declaración ha sido advertir que se venderán los aviones del gobierno. Imposible no recordar la inauguración del gobierno con la foto del cheque de la venta de los aviones de las colitas de PDVSA. Ya todos sabemos lo que pasó después.

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