Embrollo en Colombia - Runrun
Armando Martini Pietri Jun 02, 2022 | Actualizado hace 2 meses
Embrollo en Colombia
Nace una Colombia nueva, diferente. Y, a su vez, aterrada, temerosa del petrismo y desconfiada de tradiciones

 

@ArmandoMartini

La tozuda obsesión de creer y confiar que la indulgencia con despiadados, inhumanos y crueles es sosegar e higienizar la conciencia, es una grave equivocación, una debilidad costosa, que se paga caro. Lo que se consideró un cambio hacia la derecha combativa, enfrentada a la delincuencia y narcoguerrilla, parece haber finalizado. Hoy es permanencia, es pasado, historia.

El problema no es Petro sino lo que no es. Asegura no ser comunista, entonces no derivará hacia el comunismo. Afirma no ser castro-madurista, en consecuencia, no se hará chavista. Asevera no ser pitiyanqui, por ende, no se alejará de Estados Unidos ni ellos dejarán de tener la mirada sobre Colombia. Ratifica no ser militarista, más bien poco policial, pero seguirá teniendo un magnífico ejército. Certifica no ser mentiroso, pero es un embustero.

Colombia acaricia el cambio y envió un claro mensaje: no puede ser mucho ni más de lo mismo. Queda fuera del juego la tradición, obligando a liberales y conservadores a una dramática, sincera y profunda reestructuración si quieren resucitar para ver futuro. El comunista quedo paralizado en el invariable 40 % del cual le será difícil escapar, habla mucho y ha hecho demasiado daño, lo que intente en busca del 60 % que lo rechaza, odia y teme será contradecirse.

Colombia improvisa

Sin embargo, nace una Colombia nueva, diferente. Y, a su vez, aterrada, temerosa del petrismo y desconfiada de tradiciones. Ciertamente insípida, simplona, ambigua y sin definición; no obstante, cargada de la ilusión del no compromiso, la esperanza eterna de que alguien arregle los problemas. Solo debe sumar, y lo hará, no tiene adeudos; tiene éxito en la vida, y ahora en la política, sin promesas.

América anhela un cambio y Colombia rompe con la rutina política de siempre, protestando a la politiquería traidora, demagoga, delincuente que no rinde cuenta ni financiera ni de gestión. Y cuando la politiquería incoherente no resuelve disconformidades sociales, hostilidades de pobreza, inseguridad, delincuencia, violencia organizada, narcotráfico, corrupción abusiva y sediciosa, empujando millones a la diáspora.

Los pueblos burlados, zaheridos, frustrados, defraudados inventan e improvisan.

Petro es lo que exija la pregunta que se le haga y ese, aunque a veces lo parezca, no es buen camino. Colombia disfruta una economía sólida, pero con un liderazgo en crisis, y la carencia de ciudadanos capaces de ponerla en posición de privilegio. Han avanzado, pero sin resolver el sempiterno problema de la indigencia, necesidad y miseria mayoritaria a los cuales se les debe dar una salida. Quien la reciba, será más poderosa que hace cuatro años, pero con las mismas contrariedades e inconvenientes.

Los extremos de Petro

Los cuales no resolverá quien ha vivido como guerrillero, asesinando inocentes, a quienes no tuvieron que ver con las luchas sangrientas. Me temo que este preparará a su gente −si es necesario− para cantar fraude y volver incendiar a Colombia. Infame comunista, porque ni sabe ni sabrá cómo. Se enredará con la izquierda regional tratando de nivelarse con el aura de Lula y Boric, en extremos opuestos. Abrirá compuertas a la indecencia del Grupo Puebla y la desvergüenza del Foro de Sao Paulo permitiendo la maligna injerencia. Enfrentará con disimulo y de la boca para afuera al narcotráfico; tratará de cambiar la cúpula militar-policial según vaya viendo, sintiendo corrientes y movimientos, pero difícilmente modificará una Colombia que cuenta los pesos y ha hecho de la tradición costumbre.

El uribismo se equivocó con el aristócrata, quien tomó su camino con Chávez de mejor amigo, negoció con guerrilleros y los sentó en el Congreso sin votos, para cobrar, un premio nobel. Y luego, el último de los mohicanos, gobernó para el mundo; enfrentó al chavismo, a la izquierda latinoamericana, al castrismo, al comunismo asesino y delincuente; pero no se entendió con la Colombia de adentro, profunda. Se convirtió en éxito externo y un fracaso interno. No comprendió ni penetró las bases de su propio país.

De repente surge quien no se compromete con nada y deja que cada colombiano sueñe. Millonario por sí mismo, signo de éxito. No ofrece cortar cabezas ni darlo todo a los pobres. Tampoco acabar con los ricos. En realidad, no promete un carajo sino una salida nebulosa a la contradicción entre el peligro, pánico y tradiciones, usos, y costumbres desgastadas. Abre puertas al futuro sin promesas, que no sabe si cruzará.

Se acabó el pasado. Se coló un imprevisto, un evento inesperado. Y ahora quienes deseen permanecer deberán negociar con esa Colombia indefinida que no quiere extremos.

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