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En las profundidades de las distorsiones
Cuando la política se descarría, hasta el tiempo luce confuso

 

@ajmonagas

Cuando la política se descarría, hasta el tiempo luce confuso. Las perturbaciones e imprecisiones de la política depravan su ejercicio. Tanto, que hasta el hombre equivoca el camino y pierde el sentido de orientación.

Ahora, las realidades son radicalmente diferentes de las que estimaba el discurso político de mediados del siglo XX. ¿Qué sucedió para que se atascara la trayectoria pautada por los criterios de la teoría del desarrollo? Posiblemente, sus respuestas darían un conglomerado de apreciaciones cuya explicación superarían expectativas capaces de desvelar algunas de las verdades que se ajustaran a la realidad.

Sin embargo, el problema no pareciera resolverse en tan extenso recorrido epistemológico. Es posible que una de las verdades que sabrían responder al desenlace de tan complicada maraña metodológica resulten más próximas a la teoría política.

El problema en sí lo encubre la situación sociopolítica y socioeconómica que caracterizó la mitad del siglo XX. Una situación que confrontó serias contradicciones. Y aunque resultaron en extrañas panaceas políticas, compensaron las realidades con concepciones y formulaciones de distinta naturaleza.

Conflictos que en el siglo XX ocasionaron serias crisis, desembocaron en transformaciones e importantes arreglos. Muchos de los cuales, para los años posteriores, nivelaron abismos que, en lo social, político, económico y hasta militar, adquirieron definidas formas. Aunque de peligrosas magnitudes.

Pero que, de todos modos, tuvieron resultados que determinaron cambios significativos. Cambios que a su vez incitaron reacciones que favorecieron el advenimiento de proyectos que afianzaron el andamiaje del desarrollo económico y social buscado por trascendentes fuentes políticas y geopolíticas de tono democrático.

El final de la Guerra Fría, y la extinción de la Unión Soviética, entre otros eventos fundamentales acaecidos el siglo pasado, motivaron sustanciales cambios. Aunque las dudas e incertidumbres han acompañado las dos últimas décadas.

No obstante, haber pisado el siglo XXI, las realidades expusieron otra realidad cuya caracterización se ha alejado profundamente de la que modeló el mundo del siglo XX.

¿Cambios que dejan huellas?

Se ha generado una situación completamente distinta de la anterior, en la que las diferentes ideologías políticas, económicas y sociales que polarizaron al mundo durante el siglo XX, extrañamente no se muestran enfrentadas entre sí. Tienden ahora a compaginarse alrededor de intereses que, en otrora, antagonizaban y, por tanto, actuaban como razones en competencia por objetivos semejantes, no tan dispares. Al menos en su forma de ser concebidos.

En la actualidad se pugna por alcanzar un “Nuevo Orden Mundial” que procura configurar una sociedad más sosegada. Aunque subyugada a las pautas dictadas por un “hegemón”. O por las medidas impuestas en aras de los intereses de una entidad constituida por corporaciones o naciones que poseen el mayor potencial económico, militar y político.

Pese a serias contradicciones cuyos ecos alcanzan plataformas sociales, políticas y económicas regadas por el planeta, se ha escuchado que buscan dar con una sociedad erigida en la bondad natural del ser humano. Tanto como en el sentido constructivo de la historia y en la posibilidad de acceder a una felicidad que abarque la mayor parte de los individuos del mundo. Lo cual suena a “irónica paradoja”.

Según el profesor de la Escuela Claremont de Postgrado, California, USA, Peter Drucker, “(…) son distintas de las cuestiones sobre las cuales siguen escribiendo libros y haciendo discursos los políticos, los economistas, los eruditos hombres de negocios y los dirigentes sindicales”. Es el escenario que ha permitido la incidencia de experimentos de toda procedencia.

Es ahí cuando surgen mecanismos y dispositivos relacionados con la digitalización que ha intrincado la funcionalidad del mundo. Quizás para bien o no, del desarrollo humano al inducir nuevas y hasta inconsistentes razones para erigir el llamado “nuevo hombre”. O sea, el “homodigital”. Un individuo sin mayores sentimientos ni valores, atrevido en su temperamento para inmiscuirse en proyectos para los cuales su concurso no coincide con exigencias básicas.

Los negocios se desvían de su naturaleza social y buscan afincar sus objetivos solamente en la causa económico-financiera. Asimismo, la educación está dejando de apuntalar sus procesos de enseñanza aprendizaje en paradigmas apegados al sentido más íntimo de lo que engloba el concepto de magisterio. El ejercicio de la política pretende dislocarse de la filosofía a partir de la cual los procesos de gobierno consideran la sociedad como pivote de su accionamiento.

Estas nuevas realidades ya comenzaron a invalidar muchos de los supuestos alrededor de los cuales se perfiló la política que rige naciones y su relación entre ellas. Aunque muchas de las consideraciones que hoy pretenden moldear las realidades del siglo XXI, continúan perdidas o imprecisas. O que, como presunciones, muchas siguen inadvertidas.  Muchas que todavía reposan en las profundidades de las distorsiones.

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