Contar para no perdernos
![Contar para no perdernos, por Armando Martini Pietri](https://runrun.es/wp-content/uploads/2020/12/Contar-para-no-perdernos-por-Armando-Martini-Pietri.jpg)
Desde que nacemos no hay dos con la misma aptitud. Lo que sí podríamos tener es la misma actitud frente a la injusticia. No sirven las excusas para enterrar la cabeza como el avestruz frente a la inequidad y el desafuero. Provoca rabia observar cómo desarticulan la ciudadanía, despedazan la venezolanidad, desmiembran familias, nos hacen cuadritos la vida, amputan el tejido social. Nos arrebatan el presente y el futuro.
Entrevistas, programas, denuncias, crónicas, memorias de prisión y exilio deben mostrar al mundo sin dobleces las realidades ocultas tras la verdad oficial y el silencio obligado por la censura o autocensura impuesta por el natural miedo. Gracias a ellos y sus plumas hemos conocido a los criminales dueños de los poderes políticos o fácticos y, sobre todo, a las víctimas inermes, abandonadas, que conmueven de dolor e impotencia.
La mentira es su verdad
El punto de quiebre de Venezuela fue un teniente coronel que pretendió ser un líder intergaláctico, pero que es el epítome del fracaso: desde su insignificancia y mediocridad académica, pasando por querer ser un gran pelotero que no llegó ni siquiera a recogebates, hasta arruinar hasta lo intolerable la nación que juró convertir en “potencia”. Ese que simuló que le importaba la suerte del país, desnaturalizó la palabra inclusión porque lo que instauró fue un apartheid político y social. El mismo que se jactó de ir contra los corruptos, fue el que terminó destruyendo toda vida decente en Venezuela.
Hugo Chávez, nuestro Chernóbil
@ArmandoMartini Desde que nacemos no hay dos con la misma aptitud. Lo que sí podríamos…
En la mentira no fracasó. Y desplegó su atraso, frustración, odio, y resentimiento para instaurar un régimen de cleptómanos, aduladores e incapaces. Mientras su gobierno corrompía a militares y a civiles acabados, a deslustrados y políticos cínicos y ambiciosos, el país al cual juraron servir caía en el abismo de la miseria. La indigencia y el deshonor se alzan como sus únicas y auténticas victorias. Porque hasta para reprimir y torturar Chávez y su ungido, Nicolás Maduro, necesitaron la depredadora asesoría de Cuba. Es el fracaso social y el triunfo de la tiranía.
La desvergüenza apoderada del poder, sus pipiolos parásitos, enchufados, mocosos vividores, oportunistas e interesados que estimulan la cohabitación le ha dado vueltas a la justicia hasta convertirla en arma emética contra el ciudadano.
¿En qué cabeza cabe que Alphonse Gabriel Capone introdujera querella criminal contra Eliot Ness e Intocables, y se la aceptaran? El colmo de la desfachatez. Y algunos en Venezuela pretenden hacerlo.
Los venezolanos podemos ser ingenuos, pero no cobardes. No le temen a la muerte, solo al hambre, al desempleo y a la desesperanza. Sí somos un poco desorganizados, confianzudos, alegres, contadores de cuentos y chistes; pero al mismo tiempo ciudadanos responsables, orgullosos de ganarnos la vida con trabajo digno.
La corrupción se alimenta y fundamenta en la impunidad que procuran quienes la ejercen. Les importa poco llevarse por delante a quien sea con tal de conseguir su objetivo. Por lo civil, penal o militar todo está permitido. Y al ser sorprendidos en flagrancia, no se retractan de la transgresión; sino que más bien acusan a quienes señalaron sus tropelías. Eso les incomoda, molesta porque, en sus enfermas mentes e inconciencia, se consideran ciudadanos ejemplares.
Contar contra la indecencia
Para minimizar la corrupción, se precisa más de un puñado de valientes que sin miedo de los mecanismos que inmorales utilizan, actúen contra colaboradores, cómplices, tontos útiles, políticos oportunistas y quienes hayan consentido cometer atropellos, excesos e injusticias. La sanción moral es un inicio.
La vergüenza es sentirnos dirigidos por deshonestos, rodeados de ladrones que nos han llevado al límite, al ¡ya basta! Los venezolanos somos capaces de morir en defensa de una causa, lo hemos demostrado. Nuestra historia está llena de ejemplos. Y no existe mejor causa que la libertad para alcanzar una democracia perfectible. Los que gobiernan y sus cómplices se hacen poderosos acaudalados, pero no logran levantar nada por lo cual valga la pena morir, y por eso más que perecer son muertos en vida, zombis de la indecencia, bribonada y perversión. Disfruten mientras puedan su mediocre vida, pero al menos tengan el detalle de no hacerla pública.
Solidaridad y admiración para aquellos que, pese a estar sufriendo desde hace ya demasiado tiempo las injusticias que desde el poder se ejecutan, lo han hecho de pie, sin dejar amilanarse ni traicionar principios y valores; soportado de manera estoica la cruzada inquisitoria de las bandas que pactan cohabitación.
Nunca sobrará el homenaje a unos cuantos que, pese a las adversidades y a un régimen que todo lo corrompe y todo lo destruye con cálculo y saña, han sabido mantener la dignidad. Aunque en ello se les vaya la vida.
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