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¿Tregua, armisticio o confrontación?

Hoy, víspera de Navidad, el mundo recuerda la tregua entre soldados alemanes y británicos en 1914 durante la Primera Guerra Mundial, tregua que se produjo espontáneamente y sin aprobación de los mandos militares. Lamentablemente, al pasar las festividades se reanudó la guerra de trincheras y en la siguiente Navidad los oficiales ordenaron cañonear al contrario para evitar un nuevo acercamiento.

Ese cese temporal de hostilidades no impidió que continuara la guerra, ya que políticos y militares deseaban aplastar al contrario. La Gran Guerra finalizó con un armisticio, el cual impuso sanciones tan severas al bando perdedor que fue un factor importante para que, dos décadas después, estallara la Segunda Guerra Mundial.

Es decir que ni la tregua, ni el armisticio solucionaron la confrontación.

Guardando las enormes distancias, en Venezuela la conflictividad es de tal magnitud que una tregua y tampoco un armisticio entre la dictadura y la democracia permitirían enrumbarnos hacia la convivencia y tomar la senda del desarrollo sustentable. Lo que se necesita es construir un pacto de largo plazo alrededor de un Plan País. ¿Es eso posible? ¿Qué se requiere?

En primer lugar, el frente democrático debe unirse alrededor de una estrategia común. Un grupo pequeño, pero de dirigentes valiosos como María Corina y Ledezma, consideran que a Maduro hay que sacarlo por la fuerza. Estamos de acuerdo. El problema es que no tenemos la fuerza para inducir la desobediencia de los militares, ni la de los magistrados y tampoco para convencer a nuestros aliados de que intervengan militarmente, lo que, además, sería contraproducente.  

¿Quiere esto decir que debemos resignarnos y soportar o incluso cohabitar con la dictadura? ¡No y mil veces no! La tarea es construir la fuerza necesaria. La misma no parece posible que sea  alrededor de legítimos derechos constitucionales, como el 187-11, el 333 o el 350. Tampoco basada en el artículo del TIAR, que teóricamente posibilita una intervención por parte de otros países.

Aceptemos que nuestros amigos no pasarán de las sanciones económicas y personales, lo cual es bastante, aunque no suficiente para salir del régimen. Entonces no queda otra opción que ir generando la fuerza alrededor de la unidad de la oposición.

Esa unidad es un requisito necesario, pero no suficiente para motivar a los ciudadanos a intensificar las protestas y a los países amigos a incrementar las sanciones. Sin duda que las desavenencias entre la dirigencia opositora desestimula a los ciudadanos de a pie.

Sobre todo cuando las mismas van acompañadas de descalificaciones mutuas. Tildar a una de las partes de colaboracionista y a la otra de aventureros que buscan una salida a corto plazo desanima al más pintado.

Respetuosamente sugerimos a María Corina y a Ledezma, por un lado,  a poner los pies sobre la tierra y aceptar  que sus propuestas, aunque válidas, no son viables.

Por el otro el presidente (e) Guaidó, Ramos Allup, Capriles y Rosales deben ser más amplios y dar cabida en la toma de decisiones a los anteriormente citados y a otros grupos pequeños, incluidos disidentes del chavismo, y personalidades independientes.

Con respecto al régimen, hay que tomar en cuenta que, aunque tiene el poder,  está consciente de que el mismo es precario y que una caída abrupta sería muy costosa. Sin embargo,  mientras estemos desunidos seguirá persiguiendo a nuestros diputados, a cualquier demócrata que le estorbe y tratará  de impedir la reelección del presidente (e) Guaidó.

Si nos unimos podremos confrontarlo con más probabilidades de éxito y quizá lograr que ceda en puntos importantes para que se  produzca el cambio. Algunos dirán, con razones de peso, que esto es utópico, pero más utópico es creer en otras opciones.

Descartar ir a elecciones es una necedad. Lo fundamental es conseguir, apoyados en la presión internacional, unas “elecciones libres y creíbles, supervisadas internacionalmente, así como el «restablecimiento democrático del CNE y del TSJ”, como recomienda la Unión Europea. Si se logra eso, podrían ser con Maduro en el poder. Guste o no guste, será inevitable que los países que apoyan la democracia se inclinen cada vez más hacia esta salida. Con este régimen no hay cabida para una tregua, ni para un armisticio. Tampoco para una lucha frontal. Enfrentemos realidades. 

Como (había) en botica

* Solidaridad con el distinguido periodista Elides Rojas ante arbitrario acoso por parte del régimen.

* No es posible desear una Feliz Navidad cuando muchas familias lloran a sus deudos asesinados por el régimen, hay 401 secuestrados políticos, incluidos el diputado Gilber Caro y Víctor Ugas, ambos  repitientes, e innumerables compatriotas exiliados.

* Guaidó es el presidente (e) reconocido por la mayoría de los venezolanos y por más de cincuenta países. Quienes se opongan a su reelección cometerían un suicidio político

* ¡No más prisioneros políticos, ni exiliados!

eddiearamirez@hotmail.com

 

* Artículo actualizado el 22 de junio de 2020.

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