El amor es cuestión de política, por Antonio José Monagas - Runrun
El amor es cuestión de política, por Antonio José Monagas

RARO, PERO CIERTO. HASTA EL AMOR ES POLÍTICA. Pues en si mismo, es un acto político propiamente establecido. ¿Pero, por qué es posible afirmarlo? Primeramente, basta con recordar lo que bien infirió Aristóteles cuando dedujo que el “hombre es un animal político” (zoon politikón).

Con tan sorprendente expresión, quiso hacer ver que el hombre no puede ser concebido fuera de su relación con la sociedad con la cual comparte su vida. Y si por sociedad se comprende los estamentos jurídicos, sociales, culturales, económicos, institucionales que formalizan su existencia, o aquellos que comprometen el entretenimiento, la diversión y la recreación del ser humano, entonces no hay otro camino que conduzca a entender que todo lo que sucede alrededor de la vida del hombre, se halla íntima, compenetrada y funcionalmente ligada o asociada con la política.

Sobre todo, si se reconoce a la política como el ámbito vivencial en el cual el hombre satisface sus necesidades e intereses toda vez que en su entorno adquiere forma, sentido y magnitud la naturaleza humana. Por tanto, sus espacios dan razón a la pluralidad sobre la cual se hace posible la movilidad del hombre en términos de sus actuaciones, proyectos, preferencias, gustos, afectos y sentimientos.

No hay duda de que el amor en un enjambre de singularidades. Muchas de las cuales contradicen expectativas, anhelos y realidades. Sin embargo, en el fragor de tan profusa variedad de contraproducentes consideraciones, cualquier afirmación sobre su esencia luce casi siempre razonable. Por cuanto el amor como la política, son manifestaciones que se dan motivadas por circunstancias. Sin que muchas veces, puedan intervenirse con fines de controlarse. Por lo contrario, esas condiciones que intentan atajar las decisiones que sobre el amor o la política ocurren, producen un efecto inversamente proporcional a su causa.

De ahí que el amor pareciera ser un extraño aturdimiento que sólo es compensado o superado cuando la situación bajo la cual se produce, se alinea o coincide con la intención que lo mueve. Lo mismo sucede con la política. Por eso, tal como asintió Antonio Canovas del Castillo, figura fundamental de la política española en la segunda mitad del siglo XIX, “en política, lo que no es posible es falso”. Lo que deja ver que la política, en tanto que es expresión del espacio en el cual se establecen las relaciones humanas, no deja de jugar a lo que las realidades determinan azoradas por las coyunturas.

Justamente la teoría de Platón, evidencia lo que busca la política resolver en cada situación donde se manifiesta su capacidad de intervención. Tiene que ver con la búsqueda de la realización. Lo que por igual, traza el amor. Es así que si bien en política todo ser humano se reconoce con la potencialidad necesaria para actuar en función de satisfacer sus intereses o necesidades, en el amor ocurre exactamente lo mismo.

Por consiguiente, no es difícil inferir que si se da una relación biunívoca entre las causas y efectos que dan sentido a la política y al amor, o si entre amor y política se cumple una función biyectiva, dada sus naturales características, entonces no es de dudar que vale inferir entonces que el amor es cuestión de política.