El final camina por las calles venezolanas, por Armando Martini Pietri
El final camina por las calles venezolanas, por Armando Martini Pietri

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Pasado un mes somos más fuertes, con más ánimo, mas unidos, la sociedad civil se desbordó y quien no la siga, quedará rezagado. ¡Por fin encajaron las piezas del rompecabezas! Vivimos un momento estelar que, si se conduce adecuadamente, con resistencia y estrategia, puede ser decisivo para la dictadura. Que haya diferencias internas no es problema, es parte del ejercicio democrático: lo importante es la unidad de acción.

 

Son 38 los fallecidos, cientos de heridos, innumerables sofocados, larga la lista de magullados y arrestados. No obstante, la ciudadanía no parece ansiosa por abandonar las calles y la dictadura castrista no cede, arremete con fiereza. El castro-madurismo tiene lo poco que le queda unido en el empuje contra la pared y la oposición una dirigencia articulada a una ciudadanía adherida en el esfuerzo hacia el muro de la libertad.

 

El régimen eligió la violencia para extinguir la expresión popular, la inhumana represión de policía y guardia acompañados de la amenaza enconada de paramilitares, han llevado a una nueva etapa de protestas.

 

Comprender el complejo panorama es difícil, lo que ocurre y lo que sigue es impredecible. ¡Es hora de avanzar contra la dictadura!, dicen algunos. Otros afirman: No pidamos elecciones, ¡busquemos libertad! Y muchos con alegría e inocencia gritan; ¡el régimen está débil, agoniza y está caído!

 

Lo cierto es que el Gobierno es fuerte, con recursos de toda índole, lealtades y deslealtades insospechadas, vivimos el lado fascista del madurismo: ya no es asunto de ideologías, es un problema de sobrevivencia. Abarrotado en denuncias, negocios turbios, fallas ejecutivas, tiene armas, soldados y policías, pero adolece de poderío, que es otra cosa. Poderoso viene de poder y, en el sentido político, el poder de mando y dominio, requiere legitimidad popular, sólo de ella puede nacer. Quien goza de apoyo ciudadano tiene reconocimiento y autoridad.

 

El ineficaz maduro-castrismo perdió legitimidad en las zonas populares, lo que se conoce como el oeste caraqueño y, en general, en casi todas las barriadas populares del país. No es el comienzo, es la consecuencia de una convicción ruinosa que sectores comprendieron, sentimiento que ha permeando hacia los diferentes estratos sociales, cuya confianza mancillaron por mentirle y defraudarla. La carcomida podredumbre de un régimen ahogado en sus propios y graves pecados capitales, soberbia, avaricia, envidia, ira, lujuria, gula, traición.

 

Esto cambió, se invirtió la situación, los poderosos ahora somos nosotros, los ciudadanos, la población, la gente, el poder está en la calle hermanado con dignidad, coraje y voluntad expresa de cambio, libertad y democracia, envuelto en banderas institucionales, poderes públicos decentes y justos, cumplidores de la expresión más sentida de la voluntad ciudadana. La Constitución. Ésa que Maduro y compinches han violado a mansalva, y ahora, desesperados, como ya no les sirve a sus propósitos enfermizos de poder, la quieren cambiar, porque cumplirla es igual a ir presos.

 

La ciudadanía salió a ejercer el poder popular porque es ahí, en la calle, donde se disputa, es el asfalto, la calle el escenario al cual nos han forzado a llegar.

 

El punto de inflexión del trance es la agresión desmedida y cruel, que será objeto en el futuro de múltiples demandas en el Tribunal Penal Internacional de La Haya. El oficialismo ya no tiene nada que ofrecer, la inmensa mayoría sabe que no cumple, es mentiroso, no tiene palabra pero le sobra hipocresía y argucia, es un régimen con veneno en el espíritu y ponzoña en la lengua.

 

Está atemorizado como los criminales en un interrogatorio bajo la intensidad de la luz. La magnitud de la crisis que provocaron y no tienen idea de cómo resolver ya es humanitaria, hay hambre, los enfermos sufren y mueren por falta de medicinas y la inflación arruina. Lo único que les queda son los colectivos irregulares y un grupo de militares enchufados que cometen ilegalidades y abusos. La Bastilla criolla está en cada manifestación más próxima a caer.

¿Cuánto dura esto? Quién sabe, lo seguro es lo insostenible en el tiempo. El chavismo madurista oficial, se ha visto reducido al mínimo. Ha retrocedido más atrás de sus inicios, a los cuarteles de donde salió y sólo le queda el atroz militarismo que se hace aún más peligroso porque ahora considera que sólo la justicia uniformada es obediente y lo apropiado.

 

Los opositores han recuperado terreno, la gente no confiaba en el liderazgo pero estaba lejos de entregarse, era indiferente, sospechaban que podrían entregarse en un proceso de diálogo o en cualquier otra torpeza. El ciudadano percibe un comportamiento diferente y sigue los pasos de quienes se ponen al frente de las protestas contra una situación política, social y económica que ha hecho estragos en la población. Que sepan los dirigentes opositores que ellos han vuelto a ser líderes y guías, han salido a patear las calles y enfrentar la represión junto a la gente, pero el poder, la legitimidad y la decisión siguen siendo de los ciudadanos que los siguen y rodean con valentía a toda prueba.

 

La oposición ha cambiado porque la realidad se lo ha impuesto. Conciliábulos, reuniones secretas y engaños solapados, ya no tienen fuerza política de cambio. Ahora es la gente, la calle y el liderazgo que no ha sido elegido a través de mecanismos burocráticos confusos y a veces, en negociados tramposos, sino por su ejemplo.

 

El discurso oficialista mutó y se muestra amenazador, tembloroso, angustiado, se intuye la agonía, pero está obligado a llegar al final, no tiene alternativa, Venezuela es su cárcel. La comunidad internacional los ha descubierto, conoce y documenta sus gravísimas faltas. Los rojos y sus voceros antes decían que nos iban a aplastar, ahora dicen que van a dar su vida por la Revolución ¿Por qué? Igual al que grita en la oscuridad caminando entre barrancos, sienten que es lo único que les queda.

 

Al gobierno lo desgasta la violencia que aplica, los asfixiados, heridos, oprimidos, presos y torturados van forzando el desmoronamiento interno, los debilita porque cada muerto es una losa más en su tumba política y judicial.

 

Siguen teniendo fuerza y están desnudos de escrúpulos, el miedo es el peor consejero, no saben cómo recuperar el poder que han perdido, sólo recurren al intento de engañar y atemorizar, el país y el mundo están conscientes de que el modelo chavista es un esperpento inútil y peligroso para todos, incluso para los oficialistas que lo usufructúan.

 

Salir de una dictadura no es fácil, especialmente cuando está aterrada y estremecida. La libertad tiene un gran costo, pero la sociedad civil venezolana no sólo está dispuesta a pagarlo, lo está pagando. Lo más notable, sus dirigentes también pagan al lado de los ciudadanos. ¡La violencia es el recurso de los desesperados!

 

@ArmandoMartini