¿Busca el Estado convertirnos a todos en criminales? por Roberto Patiño
¿Busca el Estado convertirnos a todos en criminales? por Roberto Patiño

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No nos hacemos la pregunta con sorna o ánimo alarmista. Surge a partir del análisis de  las acciones y propuestas implementadas por el gobierno de Nicolás Maduro. La crisis alimentaria, por hablar sólo de uno de los problemas más graves que nos afectan,  ha sido abordada por el gobierno a través de iniciativas nocivas, cuyas consecuencias han actuado como revulsivos, empeorando, recrudeciendo y complejizando la situación.

Los CLAPS, por ejemplo, entregan cantidades insuficientes de comida, en un esquema de distribución incompleto. Denuncias en torno al acaparamiento, tráfico y sobreprecio de las bolsas del CLAP se han reproducido a partir de la instauración del plan.  Su activación “relámpago” en junio pasado en la Avenida Fuerzas Armadas, produjo enfrentamientos entre personas que habían estado esperando desde la madrugada por alimentos y los “comités” supuestamente encargados de su distribución, en una situación irregular que culminó en violencia.

Situaciones como las colas para obtener comida, durante varias horas y muchas veces accediendo a pocas cantidades o ninguna de productos, producen una carga de desánimo, ira y conflicto. Han propiciado además nuevas formas de corrupción, criminalidad y alteración del orden: mercado negro de alimentos, irregularidades en la distribución, revendedores de comida, mafias de los “puestos” y números en la cola, actuaciones corruptas de los funcionarios policiales encargados de vigilarlas, roces entre personas de la comunidades que se sienten “invadidas” por personas de otra comunidad que acuden a su zona buscando alimentos.  

De una forma cruel, el gobierno evade  responsabilidades en un discurso que criminaliza a las víctimas de la situación: las personas que manifiestan  por el hambre  forman parte de grupos subversivos; los “bachaqueros” han sido creados y trabajan en conjunto con productores y empresarios, las personas que no pueden comer pertenecen a grupos disidentes al gobierno. Se evade la realidad: el hambre en la que han sumido a nuestra gente es uno de los peores padecimientos que puede sufrir el ser humano y fisiológicamente, tiene consecuencias en nuestro comportamiento y actitud.

Una gran mayoría de los venezolanos se enfrenta al hambre a diario, con consecuencias terribles para sí mismos y los suyos. Una madre en la Vega nos brindaba un testimonio desgarrador al relatarnos cómo sufría episodios de rabia con sus hijos, luego de privarse de comida para dársela a ellos. La mujer se sorprendía de una rabia que no sabía explica en un principio y que luego relacionó alarmada con su falta de alimentación. Una respuesta fisiológica natural para una persona  que prácticamente vive un cuadro de inanición.

Un reporte del Observatorio Venezolano de la Violencia, confirma algo que venimos viendo desde hace algún tiempo en nuestra experiencia en los sectores populares de la Caracas: un aumento de la criminalidad, con una incidencia importante de “crímenes por hambre”. Hurtos y saqueos de comida o robos de bienes para vender y poder comer. Delitos que actualmente no son, en su totalidad, cometidos por delincuentes regulares, sino por personas desesperadas, llevadas al extremo por la situación.

Ante esta situación.  es notoria la respuesta de muchas comunidades, que con gran esfuerzo y entereza, se resisten a continuar esa dinámica gubernamental de  sinsentido e irresponsabilidad, y que representan la verdadera cara de lo que somos y queremos para nuestro entorno.

El pasado fin de semana en  La Pastora participamos en un sancocho comunitario, organizado por la gente para enfrentar el hambre y celebrar un bingo para recaudar fondos para una iniciativa contra la violencia. El dinero reunido se utilizaría para dotar de timbres a diferentes puntos del barrio y así establecer un sistema informal de alarma para robos y hurtos con el que alertar  a todos los vecinos.

En la misma actividad, pudimos conocer la percepción de la gente en torno al último anuncio presidencial de aumento de sueldos. Las personas se veían preocupadas por la noticia: sabían que el aumento incidiría en la subida de precios y pondría en peligro sus lugares de trabajo, a sabiendas de que muchas empresas no podrían financiarlo. Su respuesta ante el anuncio era de desconfianza y molestia, eran conscientes de las realidades económicas que implicaba y sólo podían esperar nuevos problemas a partir de esta  decisión gubernamental.

El sistema informal de alarmas que estaban desarrollando cobraba más fuerza aun para ellos, porque sabían que debían valerse por sí mismos, buscando alianzas con organizaciones y otros sectores de la ciudad, para encontrar soluciones a sus problemas que el gobierno, en su ceguera y actitud impositiva y burda no podía brindar y más bien dificultaba.

Al ver estas iniciativas, realizadas sin apoyo del Estado, donde aflora la necesidad autentica de resolver los problemas a través de formas solidarias y convivenciales, donde la gente apela a lo mejor de sí misma para tenderle la mano al otro y meterle el cuerpo a la crisis, la pregunta que formulábamos al comienzo de este texto se hace aún más pertinente. ¿Por qué son tan nefastas las políticas del gobierno hacia la gente? ¿Por qué parecen llevarnos a situaciones extremas, situaciones a las que tenemos que resistirnos para poder mantener nuestra humanidad, en vez de ayudarnos a organizarnos y propiciar el encuentro  y una mínima convivencia?

¿Busca el Estado convertirnos a todos en criminales?

@RobertoPatino