En el reino de los cielos por Ezequiel Fernández Moores
En el reino de los cielos por Ezequiel Fernández Moores

JosephBlatter

 

Desciende del profeta Mahoma, es hijo del rey Hussein y tiene el apoyo de Diego Maradona. Pero el príncipe Alí Bin al Hussein, un brigadier jordano de 39 años educado en Inglaterra y Estados Unidos, difícilmente llegue siquiera al mínimo de 70 votos que precisa para forzar al menos a una segunda vuelta. Ayer denunció que rechazó una supuesta oferta para comprar 47 votos. En realidad, Europa denuncia corrupción desde hace años. Pero dejó al príncipe como opositor solitario y facilitó el camino para que Joseph Blatter sume en primera rueda el 66 por ciento de los 209 votos. Es el mínimo requerido para iniciar este viernes su quinto mandato seguido como presidente de la FIFA. El coronel del Ejército suizo, que cumplirá 80 años en marzo de 2016, entró a la FIFA hace 40 años, de la mano de Adidas y Coca Cola. El príncipe Alí ni siquiera había nacido.

Primero bajó su candidatura Michael van Praag, presidente de la Federación holandesa, ex árbitro amateur, dirigente campeón del Ajax de Louis Van Gaal y amigo de Johan Cruyff. Van Praag, cuyos abuelos judíos fueron asesinados en Auschwitz, denunció «corrupción, nepotismo y despilfarro». Aún así, su discurso reformista incluía mantener a Blatter como asesor. Después de él se bajó también el portugués Luis Figo. El ex crack de Real Madrid, que viajó al último Mundial de Brasil como rostro de casas de apuestas, fue más populista que Blatter. Ofreció más selecciones en los Mundiales y más dinero para cada Federación. Renunció «avergonzado de presidentes de Federaciones que un día comparaban a los líderes de la FIFA con el diablo y luego subían al palco y comparaban a esas mismas personas con Jesucristo».

Y no sólo Jesucristo. También Nelson Mandela, Moisés, Abraham Lincoln, Martin Luther King y Winston Churchill. Todo eso es Blatter. Cuanto más absurdo más leal, Osiris Guzmán, presidente de la Federación Dominicana, lo dijo en abril pasado en Nassau, durante el Congreso de la Concacaf. En el salón estaban el príncipe Alí, Figo y Van Praag. No los dejaron hablar «para no ofender a Blatter, invitado principal». El ingeniero Guzmán dirige al fútbol dominicano desde 2006, excepto 30 días, cuando fue suspendido por la FIFA por no haber denunciado que el qatarí Bin Hamman ofreció, en 2011, 40.000 dólares a cada dirigente de la Concacaf para que lo votaran como nuevo presidente. La FIFA lo echó y Blatter fue reelegido sin rivales. También echó por corruptos a Jack Warner y a Chuck Blazer. Eran los principales capos de una Concacaf que, aún sin ellos, sigue votando masivamente por Blatter.

Conmebol y África también votarán por Blatter. Lo mismo que Asia, a cuyas familias reales no cayó bien la postulación del príncipe Alí, que fue gran aliado de Blatter hasta unos años atrás y hoy es un reformista que logró inclusive que las mujeres de su país puedan jugar al fútbol sin tener que usar el velo. Aclaró el apoyo a Blatter el jeque de Bahrein, Salman bin Ebrahim Al Khalifa, nuevo presidente de la Federación Asiática. Y lo repitió el jeque kuwaití Ahmad Al-Sabah, lobbista del alemán Thomas Bach, nuevo presidente del Comité Olímpico Internacional (COI) y una de las voces hoy más poderosas en el deporte. A Blatter hay que votarlo, afirman los jeques, porque es el defensor número uno del Mundial 2022. Qatar, que acaba de sumar a Xavi a una escudería que incluye al PSG, la camiseta de Barcelona y la Supercopa de Italia, y que tuvo también a Zinedine Zidane y a Pep Guardiola, ganó la sede comprando votos. Es tremendo ver a la consultora Phaedra Almajid decir ante las cámaras en dos documentales recientes de ESPN y la cadena alemana ARD que ella fue testigo cuando tres miembros africanos del Comité Ejecutivo de la FIFA aceptaron sobornos de 1,5 millones de dólares. Igual que las imágenes de obreros indios y nepalíes esclavizados. La BBC y la alemana WRD sufrieron arresto de periodistas y confiscación de todo su equipo después de contrastar el hacinamiento de las barracas con las torres lujosas de Doha. Cada partido del Mundial, afirma Play Fair Qatar, implicará una media de 62 obreros muertos.

No a Qatar 2022 y no a Blatter, pide la plataforma NewFIFANow. Andrew Jennings invita allí a los aficionados a que presionen a los grandes patrocinadores de la FIFA, McDonald’s, VISA, Adidas y Coca Cola. «Usted conoce esas marcas globales. Sin ellas la Copa Mundial no sería posible», dice el periodista escocés (goo.gl/j7qdg3). La imagen corrupta de la FIFA de Blatter, advierte el príncipe Alí, provocó el anuncio de salida de cinco sponsors (Castrol, Continental Tyres, Johnson & Johnson y, más importantes, Emirates Airlines y Sony). Preocupa más el Mundial en Qatar que la ausencia de democracia en Qatar. Preocupa más Blatter que el secreto de los bancos suizos. Las denuncias más duras parten desde Inglaterra, donde el fútbol es propiedad de magnates, jeques y oligarcas que han aumentado hasta un 1200 por ciento el precio de los boletos y excluido a miles y miles de sus estadios. La polémica doble votación de 2010 que asignó las sedes de Rusia 2018 y Qatar 2022, contra postulaciones más poderosas de Estados Unidos e Inglaterra, entre otras, fue la gota que colmó el vaso.

«No entiendo a Europa, si hubiera mantenido a tres postulantes -me dice un dirigente conocedor del paño- al menos podría haber forzado a Blatter a una segunda rueda de votación». En rigor, nadie entiende la estrategia de Michel Platini. El presidente de la UEFA dijo el lunes que apoyó la reelección de 2011 porque Blatter le aseguró que sería la última. Blatter argumenta que su misión aún no ha terminado. Sabe acaso que es una misión imposible. Pero Platini tampoco se animó ahora a competir y era el único con chances de ganarle. El francés Jerome Champagne, primer europeo que se bajó de la pelea, ve positiva la continuidad de Blatter: «Darle el triunfo a un candidato de la UEFA -me dice- es como darle a los traders de las Bolsas de Nueva York o Londres la regulación de las finanzas internacionales». Imposible, sigue Champagne, aprobar una reforma que pueda darle poder de veto a Europa, que en rigor ya tiene 8 de los 25 miembros dentro del Comité Ejecutivo. «Necesitamos una FIFA fuerte para reequilibrar el desequilibrio que ha provocado el crecimiento de la desigualdad. En Europa ya ganan siempre los mismos, lo que es bueno para el Chelsea -añade Champagne- no es automáticamente bueno para el fútbol mundial».

Blatter, es obvio, se apoyó siempre en el Tercer Mundo. El voto de las Islas Caymán, como corresponde, vale igual que el de Alemania. El de Liechtestein igual que el de Inglaterra. Distribuyó más de 300 millones de dólares desde 1999 en proyectos de asistencia a Federaciones pobres que lo aman. Eran 141 cuando él entró a la FIFA en 1975. Ahora son 209, 16 miembros más que las Naciones Unidas. El FBI lo investiga y no se anima a pisar Estados Unidos, afirmó el último documental de ESPN. Blatter replica que irá a Estados Unidos para la Copa América de 2016. Uno de sus principales denunciantes, el senador defensor de fondos buitres Bob Menéndez, fue acusado semanas atrás de 14 cargos de corrupción, ocho de ellos por sobornos. Antes que el malvado sheriff de Nottingham, la FIFA es Robin Hood, desafió Blatter en una charla en Oxford en 2013. Y él, sabemos puede ser Luther King, Churchill o Mandela. Cuando una vez pidió un minuto de silencio en honor del líder sudafricano, recordó meses atrás el ex crack holandés Wim Van Hanegen, Blatter retomó la palabra apenas trascurridos 11 segundos. Blatter también puede ser Jesucristo. Invita a todos al Reino de la Pelota. Y al que esté libre de pecado, le pide que arroje la primera piedra.

 

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