El gobierno acaba de admitir que la eliminación de los peajes en las carreteras venezolanas fue un costoso error. Aunque pretendan disfrazarlo como una “encomienda de gestión”, se trata de reconocer tácitamente que Chávez se equivocó al eliminar el cobro de una tasa para circular en las vías del país, ya que eso se tradujo en un retroceso grave.
Era el año 2008 y Chávez tomó esa decisión de eliminar los peajes porque representaban el capitalismo y el neoliberalismo en los servicios públicos. ¿Esa eliminación mejoró en algo el estado de las carreteras y autopistas? Para nada, y más bien se destruyó toda la inversión que se había hecho no solo en la adecuación de las vías, sino en los servicios que se le prestaban al usuario, entre ellos auxilio vial y seguridad.
El entonces presidente comete ese error principalmente para atacar a las gobernaciones de Carabobo y Zulia porque habíamos sido pioneros en ese modelo de descentralización que se tradujo en beneficios para los venezolanos. En el caso zuliano las vías de comunicación estaban siendo rehabilitadas, pero Chávez en 2009, no conforme con haber eliminado los peajes, nos quitó el manejo de las carreteras y eso ocurrió casualmente un día después de que habíamos inaugurado 10 kilómetros más de la Gran Autopista de Occidente Lara-Zulia. Con ese tramo totalizábamos 30 kilómetros de nueva y moderna vialidad, porque Manuel Rosales había entregado 20 kilómetros inicialmente. Luego con la GNB nos impidieron continuar con esos trabajos.
Con la decisión de los peajes se consumó el despojo de la obra y no nos permitieron seguir avanzando en otros 5 kilómetros de vía y tampoco nos dejaron culminar el Distribuidor de Ciudad Ojeda. Apenas ahora, luego de 5 años de abandono, es que terminan ese enlace vial, mientras por culpa de la falta de mantenimiento se incrementaron los accidentes y la pérdida de vidas humanas.
Es bueno recordar que gran parte del dinero que se recaudaba en los peajes estaba destinado al mantenimiento y ampliación de las carreteras, además de la prestación de servicios de atención al viajero y el funcionamiento de la patrulla de caminos. Todo eso desapareció con la absurda decisión del gobierno nacional. Las vías fueron abandonadas, el deterioro se apoderó de ellas y la inseguridad regresó peligrosamente.
Todo eso por culpa de un capricho que, como muchos que han prevalecido en estos años de catástrofe nacional, solo obedecía a razones políticas de quitarles competencias a los estados y limitar la gestión de los gobernadores, sobre todo los de oposición. Nunca pensaron en el ciudadano, que al final pagó las consecuencias de la improvisación.
Ahora Maduro anuncia con bombos y platillos la reactivación de los peajes y su entrega a las gobernaciones para su administración. ¿Se dieron cuenta del error? No, para nada. Lo hacen empujados por la crisis. Toman esa decisión para compensar financieramente a las gobernaciones que ante el déficit actual y los difíciles tiempos por venir verán muy menguadas sus asignaciones presupuestarias.
Lo hacen porque el gobierno central no tiene, ni tendrá, los recursos para ocuparse de las carreteras que en todo el país se han convertido en verdaderas guillotinas, porque los huecos abundan, los reductores de velocidad se han multiplicado y la inseguridad es una nota permanente.
Con esta decisión, Maduro confiesa claramente que en estos 15 años han fracasado principalmente porque actuaron con base en caprichos e intenciones políticas. No pensaron ni piensan en el pueblo. Ojalá esta medida se traduzca en corto plazo en mejoras de las carreteras y no sea una vía más para que los vivos se enriquezcan. Les están regresando algunas competencias a los gobernadores, pero no la vida de las personas que fallecieron en las carreteras abandonadas y sin mantenimiento.