Si se niegan las divisas para la compra de papel no hay papel periódico, si no hay papel no hay medios de prensa impresa, y si no hay periódicos se termina de imponer el régimen de censura que en Venezuela se denomina oficialmente “hegemonía comunicacional”.
Y nada de esto es expectativa negativa o amenaza distante o hasta inminente. No. Es realidad en pleno perjuicio. Muchos diarios de diferentes regiones del país ya han dejado de circular por falta de papel. Otros muchos siguen circulando pero con ediciones muy limitadas.
Todo lo cual configura una situación de censura, según los estándares y valoraciones que se utilizan nacional e internacionalmente. Y por si hiciera falta alguna prueba adicional, bastaría constatar que aquellos medios impresos que están alineados o son afines al gobierno, no confrontan los problemas referidos.
En realidad no hace falta censurarlos porque ya están auto-censurados, tanto porque son medios gubernativos propiamente dichos, o porque siendo de propiedad privada se esmeran en agradar al poder establecido, obviando crasamente la responsabilidad crítica del periodismo.
Hace tiempo que el oficialismo logró inocular el virus de la auto-censura en gran parte del espectro radio-televisivo. Se valió de muchos mecanismos, desde el cierre craso de canales hasta la reducción de los períodos de concesión, pasando por casi todo el instrumental de la intimidación y la corrupción.
Hay ejemplos de medios radiales y televisivos que a pesar de la embestida, han logrado mantener su autonomía. Pero son casos que no configuran la característica general del sector. Al revés.
De allí la tenaza cambiaria en contra de la prensa impresa, un género mediático que ha revaluado su importancia por el tema de la auto-censura radio-eléctrica. Y en los ámbitos de las redes sociales, el control directo no es lo más importante para los promotores de la “hegemonía comunicacional” –al menos no “por ahora”, sino el indirecto que se produce con el acorralamiento de las empresas editoras, una de las principales fuentes que alimentan la dinámica informativa de las redes.
La censura del papel está en marcha desde hace tiempo, pero ahora es que percibe más. El poder invocará excusas técnicas para tratar de disimular su responsabilidad. Y la sociedad democrática deberá redoblar su lucha para no dejarse aplastar.
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El Nacional