Voto, ergo, existo (soy ciudadano) por Carlos Genatios
Para las pasadas elecciones del 14 de abril escribimos este artículo, que pensamos expresa de nuevo nuestra opinión de hoy, por lo que lo repetimos, y ¡a votar!
El tiempo del sujeto no es el de un reloj que puede medirse mecánicamente. El tiempo del sujeto es constituido por la sucesión de eventos que marcan su vida, e integran el relato que nos constituye. Allí se aglutinan de manera desordenada, sentimientos palabras, ideas, imágenes, recuerdos, impresiones, sorpresas, fechas, noches, días, viajes, recuerdos. Cuando el sujeto da un sentido, ordena y relata esos elementos, se constituye como ser parlante (“parlêtre” lo llamó Lacán), y allí le va su condición de sujeto. Allí aparece el “Cógito ergo sum” cartesiano. El sujeto transita un punto lleno de elementos y acontecimientos, y expande sus dimensiones por medio de su relato, que es una enumeración limitada de un conjunto infinito. Y ese relato es un viaje que ocurre en el punto en que somos. Como dice Borges, en el Aleph: “He visto, como el griego, las urbes de los hombres, los trabajos, los días de varia luz, el hambre; no corrijo los hechos, no falseo los nombres, pero el voyage que narro, es … autour de la chambre”
El Aleph: “el lugar donde están, sin confundirse, todos los lugares del orbe, vistos desde todos los ángulos”. “El diámetro del Aleph era de dos centímetros, pero el espacio cósmico estaba allí, sin disminución de tamaño (…) vi el populoso mar, el alba y la tarde, las muchedumbres de América, una plateada telaraña en el centro de una negra pirámide, un laberinto roto, vi todos los espejos del planeta y ninguno me reflejó, vi racimos, nieve, vetas de metal, vapor de agua, (…) vi cada letra de cada palabra de cada página; vi la noche y el día (…) vi tigres, émbolos, bisontes, marejadas y ejércitos (…) la circulación de mi sangre oscura, el engranaje del amor y la modificación de la muerte … Sentí infinita veneración, infinita lástima.”
De golpe el sujeto que somos, se consigue en un punto en el que se concentra, sino la vida entera, catorce años de vida reciente. Y allí aparecen infinitos elementos que se aglutinan frente a un botón de la máquina de votación, y nos viajan por la conciencia, como un breve e intenso rayo de luz: los niños Fadoul, los containers de pudreval, los insultos, los abusos de poder, los refugios para los damnificados, el gas del bueno, el barrio de la torre Metropolitana, secuestros, 160.000 muertos, condenas de 30 años, presos políticos, la jueza Affiuni, las palabras de Aponte Aponte, el desequilibrio del CNE, viviendas que se construyen con empresas Rusas, Bielorrusas, Iraníes, Chinas y sin cumplir normas venezolanas, la lista Tascón, el regalo del petróleo nuestro, las espadas de Bolívar que tenía Kadafi, 18.000 técnicos petroleros venezolanos de alta preparación que ahora generan riquezas para Colombia, Canadá y el Medio Oriente, el traslado de los votantes a New Orleans, el grito de “por qué no te callas”.
En un instante infinitesimal, se aglutina el infinito de eventos y el sujeto se constituye frente a la máquina de votación, para decirle al mundo que existe. Eso es votar.