La semana que concluye, vio cómo varios países celebraban o mejor dicho, conmemoraban, una fecha más de sus respectivas declaratorias de independencia siendo que en algunos casos -como el nuestro-, tan significativo acto no concretó en la práctica la autodeterminación respecto de las potencias ocupantes o coloniales sino muchos años más adelante, por razones de distinta índole.
Brasil (de Portugal, el 2 de julio de 1823), Bielorrusia (de la Alemania Nazi, el 3 de julio de 1944), Estados Unidos (de Inglaterra, el 4 de julio de 1776), Argelia (de Francia, el 5 de julio de 1962), Cabo Verde (de Portugal, el 5 de julio de 1975), Venezuela (de España, el 5 de julio de 1811), Comoras (de Francia, el 6 de julio de 1975), Malawi (del Reino Unido, el 6 de julio de 1964) y las Islas Salomón (del Reino Unido, el 7 de julio de 1978). Todos estos países celebran hechos históricamente análogos aunque disímiles en sus procesos y contextos.
Cabe preguntarse sin embargo, si en estos tiempos hablar de independencia es etimológicamente correcto. Hoy en día, cuando el criticado e incluso mentado proceso globalizador, con sus pros y contras que obviamente posee, avanza de modo vertiginoso y sin contrapeso a la vista a pesar de verbos encendidos en su contra, cabe mejor hablar de interdependencia habida cuenta de las crecientes interconexiones entre los países, en todos los ámbitos, ya no sólo en el eminentemente financiero.
Se dan contagios económicos en las crisis y políticos en las revoluciones. Se difuminan las barreras y las fronteras, que a fin de cuentas son creación del hombre, tienden a su desaparición lenta pero segura. El concepto de “ciudadano del mundo” crece en el imagino colectivo e individual, al mismo tiempo que la opinión pública internacional toma cuerpo. Al mismo tiempo, se multiplican a pesar de los pesares y los intereses contrapuestos, los esfuerzos y mecanismos de integración regional en los que se deposita buena parte de la soberanía, característica insoslayable de lo que significa ser independiente.
En paralelo y de modo sumamente contradictorio,territorios de varios países luchan con más ahínco que antes en separarse, con argumentos legítimos, de los conglomerados de los que forman parte desde hace décadas y hasta siglos, reivindicando sus lenguas y costumbres y fomentando separatismos que dividen no sólo a sus países sino a la comunidad internacional, que se maneja con no dobles sino triples o múltiples estándares al respecto.
Venezuela por citar un ejemplo sencillo, reconoce a Abjasia y Osetia del Sur pero se niega a aceptar que Kosovo y Taiwan son ya y de hecho siempre han sido, entidades políticas y jurídicamente distintas a Serbia y China, respectivamente. Una reciente opinión consultiva de la Corte Internacional de Justicia sobre Kosovo, aún se discute en los foros académicos en relación a sus alcances, toda vez que consideró que declarar la independencia no viola el Derecho Internacional.
En todo caso, hoy los países dependen más los unos de los otros que cuando esos mismos países se hicieron independientes. Pero las reivindicaciones patrióticas aquí y allá, dan rédito político aunque el mundo vaya en dirección contraria.
Omar Hernández
Internacionalista
@omarhUN