La opinión pública internacional suele ser demasiado indulgente con Correa para caracterizar al régimen ecuatoriano. Ello obedece -en parte- a su buena presencia física, unido al reconocimiento que transmite este egresado de las mejores universidades del exterior, a sus modales refinados y al uso de un lenguaje cautivador con un timbre de voz suave que dimana dulzura. Con ello se distingue de colegas muy rechazados como el del látigo de Sabaneta, o del falso indígena del altiplano, o del Nica incestuoso y violador, o del fracasado Zelaya o los eternos Castro tras medio siglo de estar aferrados en el poder.
Lo cierto es que el falso heredero del Mariscal Sucre intenta consolidar un sistema más perverso que el de sus aliados del ALBA. Su misión le resulta fácil. El odio que destila contra el Imperio no es solo ideológico sino epidérmico: no le perdona a los gringos haber condenado a su padre por narcotraficante; ni se olvida de cobrarle a los capitalistas y a la burguesía ecuatoriana – tal como el mismo afirma- que la ausencia de recursos no le permitió salvar a su propia hermana en la mejor clínica privada de su país.
El autócrata de Quito va labrando su permanencia eterna al usar de manera sofisticada la franquicia “Bolivariana” de permanencia indefinida en el poder. Logró imponer a todos los rectores del CNE que le aseguran desde ya la reelección a partir de los comicios de Enero del 2013 unido a la constante represión selectiva contra opositores, parlamentarios y sociedad civil; mientras que los jueces designados a dedo arrastran a la cárcel a los disidentes, cercenando las libertades y violando la Constitución.
Además del control de los medios de comunicación por el Estado, utiliza demandas como en el caso del periódico El Universo, no solo para silenciar a los críticos independientes, sino para enriquecerse alegando ser “ofendido” por un editorial; o a través del uso indiscriminado de la mentira como cuando se presento como víctima de un Golpe de Estado cuando en realidad se trataba de una manifestación de indignados policiales ante imposiciones inaceptables.
Ante la pesadilla impuesta por el Ecuatoriano Feo, los opositores se sienten inclinados a vencer el miedo y seguir el ejemplo de unidad que se esta consolidando en Venezuela para generar un mecanismo de transición que logre una primavera de libertades.
Los países que siguen el ritual del “Siglo XXI” como Ecuador, no encontremos una solución aislados si no actuamos como lo hicieron los países árabes; o la Europa ex comunista. La America Latina de la democratización anti militarista de la década de los 80 logró adoptar una Carta Democrática Interamericana, que lamentablemente hoy no se cumple. El reto de la Cumbre de CELAC es poder reiterar el compromiso con esa democracia. Ojala en Caracasse retomen los principios que nos lego la historia y se defina un futuro de tolerancia, pluralismo y respeto para todos nuestros ciudadanos.