Pateando al herido por Francisco Ibarra Bravo
Los mercados de deuda no han dado tregua en Europa, las primas de riesgo de Italia y España se han disparado y las dudas respecto a la deuda francesa se han incrementado con las últimas declaraciones de algunas agencias calificadoras de riesgo. La salida de Berlusconi del gobierno italiano y el reciente resultado electoral en España no han disminuido de forma importante las preocupaciones existentes. No tendrían por qué hacerlo, los retos que tiene la economía europea por delante son enormes y los riesgos a los que está sometida también lo son, estos no han cambiado porque cambien los gobiernos.
Seguimos escuchando las mismas voces y las mismas críticas diciéndonos que el final del euro está a la vuelta de la esquina y que lo mejor que pueden hacer todas las economías de la periferia, incluso habría que preguntarles si también Francia, sería terminar de darle el palo a la lámpara, abandonar el euro y recapturar la posibilidad de tener un política monetaria propia que esté a merced de las necesidades de la política fiscal.
Paul Krugman, premio nobel de economía por sus trabajos en los patrones de comercio y la ubicación de la actividad económica, es, sin lugar a dudas, una mente brillante. Lamentablemente, con la genialidad en algunos sobreviene la idea que cualquiercosa que les venga a mente será brillante y gozará de una coherencia lógica perfecta. Podemos utilizar algunos de los últimos artículos de Krugman para demostrar que no siempre los genios escriben genialidades.
En su artículo publicado el 10 de noviembre titulado “Legends of the Fail” Krugman asegura que el euro terminará no con un “bang” sino con un “bunga bunga” haciendo alusión a la caída del gobierno de Berlusconi. Asegura que el problema de Italia y España, ya no hablemos de Grecia, es que se han endeudado en una moneda que no es propia. Coloca como ejemplo los niveles de deuda de Japón que siendo superiores a los de estos países en la actualidad no existe preocupación de que pueda servir su deuda. Asegura Krugman, que España e Italia adoptaron un estatus de país de tercer mundo al entregar la política monetaria y que ese es el meollo del problema. De acuerdo con lógica Krugmaniana también Alemania, Luxemburgo, Finlandia, Holanda, etc., han adoptado una política de país de tercer mundo al entregar su política monetaria ¿Puede alguien decir que estos países se han comportando como países del tercer mundo? Si, Krugman. Para Krugman el problema de Italia, Grecia, Irlanda, Portugal, España y Francia, no tiene nada que ver con los gobiernos contrayendo sostenidamente deuda, incluso en períodos donde cualquier keynesiano recomendaría liquidarla. Esto último en teoría porque los keynesianos aparecen únicamente en las recesiones; en los períodos de bonanza y crecimiento se van de vacaciones para no tener que decir a los gobiernos que hay que ahorrar. Hay que recordar que el “ahorro” para los keynesianos es prácticamente un sacrilegio. La diferencia entre Finlandia y Grecia no es que hayan cedido su política monetaria, la diferencia es que mientras uno ha sido ordenado con sus cuentas fiscales el otro ha sido manifiestamente despilfarrador y embustero. Eso es lo que en realidad hace la diferencia entre un país y otro, no el hecho de que carezcan de una política monetaria que pueda acomodar los desbalances fiscales.
Los escépticos del euro son muchos y de todo el espectro ideológico. A Paul Krugman seguro no le agradará aparecer en esta foto con Milton Friedman y Martin Feldstein, a pesar de que por motivos diferentes. El problema de muchos economistas es que ven al euro solo como una moneda común y no como lo que es. El euro es el símbolo de la unidad de Europa, es sin lugar a dudas un proyecto ambicioso y que no está exento de peligros, pero es un reto sublime. Abogar por la patada a la mesa, por que cada país coja la puerta y resuelva el problema lo mejor que pueda es un poco irresponsable. Es aún más sorprendente que muchos de los que empujan por esta salida sean aquellos que constantemente hablan de solidaridad y de compromiso. La caída del euro significaría un claro retroceso del proceso de integración europeo, con los consecuentes riesgos que esto tiene. Por el contrario, lo lógico en estas personas, que en casa piden un mundo más justo y equitativo sería abogar porque Europa aprovechara esta coyuntura para avanzar en su proceso de integración, en este caso avanzando en la integración de su política fiscal y permitiendo una supervisión colectiva del proceso de endeudamiento de cada país. El reto que Europa tiene por delante es inmenso pero también lo son los beneficios.
Francisco Ibarra Bravo
@franibar10