Desde su unificación como entidad política (221 a.C.), China, bajo sus distintas denominaciones, dinastías, invasores y gobiernos, se había negado sistemáticamente a mantener posiciones militares estables más allá de lo que considera sus fronteras. Pero 22 siglos después del triunfo de Qin (Chin), que dio fin a la era de los reinos combatientes, China quiere tener bases militares permanentes en Pakistán. Veamos brevemente las razones expresas, las causas geoestratégicas, las posibles implicaciones para la región y para los EEUU, y cuáles pueden ser los efectos en América latina, y en especial en Venezuela, de esa aparentemente lejana decisión.
El gobierno chino ha expresado su preocupación por las actividades de grupos islámicos radicales en el norte de Pakistán. Al-Qaeda y el Talibán están en la mira de Beijing, que afirma que no permitirá que la guerra insurgente que se libra en Afg-Pak (Afganistán-Pakistán) cruce sus fronteras, por lo que considera necesario colaborar con su vecino e histórico aliado. Es por esta razón que han solicitado a Islamabad la instalación de una base de operaciones militares, con características contrainsurgentes, en la zona más políticamente inestable de su territorio, así como una base naval al sur.
Pero las causas geoestratégicas van más allá de lo expresado por la élite del Partido Comunista. Para empezar, la cooperación en materia militar entre China y Pakistán tiene un previsible campo de crecimiento en tanto India, enemiga de Pakistán y rival de China, fortalece sus relaciones con los EEUU y Japón, al tiempo que las relaciones entre Washington e Islamabad se deterioran rápidamente. Además, el noreste pakistaní linda con la gigantesca región autónoma de Xinjiang, con predominio étnico uigur, y religioso musulmán. Xinjiang, el extremo más lejano de la República Popular China, es teatro de operaciones del Movimiento Islámico del Turkestán Oriental (MITO), grupo secesionista considerado por China como una de las mayores amenazas terroristas para su seguridad nacional. Romper la posibilidad de vínculos con los grupos de Afg-Pak, y cerrarles potenciales santuarios transfronterizos a los militantes del MITO, forma parte de esta iniciativa defensiva china.
Las implicaciones para la región pasan por un fortalecimiento de la precaria seguridad de Asia central. En un momento en el que los EEUU avanzan en una lenta retirada estratégica, resulta conveniente que China recoja el testigo. Pakistán es la potencia nuclear más inestable después de Corea del Norte, razón por la cual resulta tan delicada y urgente la gestión de su seguridad interna. Que grupos radicales tomen el control de alguna de las armas nucleares pakistaníes, o peor aun, del gobierno en Islamabad, forma parte de las peores pesadillas para las potencias regionales, ya que desde Irán hasta India, pasando por China, estarían bajo amenaza. Washington, que ha decidido un agresivo recorte en su gasto militar, y que lleva adelante una guerra cada vez menos popular y rentable en Afg-Pak, puede tomar la iniciativa china como una oportunidad de desembarazarse de uno de sus mayores dolores de cabeza estratégicos.
Finalmente, esa aparentemente lejana decisión china de solicitar el establecimiento bases en Pakistán, tiene repercusiones en nuestro hemisferio. Los recortes estadounidenses en materia de defensa podrían conducir a una reevaluación de su roles estratégicos en Asia central y América latina, con lo que podría recobrar fuerza el interés norteamericano en la región. En un posible ambiente de “latinización” de la política exterior de los EEUU, se debilitarían las probabilidades de supervivencia de movimientos radicales en el hemisferio, dado que los sectores económicos y socio-políticos pro-occidentales tendrían un renovado apoyo y se ocuparía de nuevo el espacio dejado hace más de una década por la superpotencia. Aunque procesos como el descrito no son tan mecánicos como se esperaría, y dependen de más de un factor para cumplirse, es probable que el nuevo equilibrio de fuerzas que se busca al otro lado del mundo tenga efectos en nuestro sistema político regional.
Prof. Víctor M. MijaresJefe de la Sección de Estudios InternacionalesDepartamento de Ciencias SocialesUNIVERSIDAD SIMÓN BOLÍVARTwitter: @vmijares